Ha publicado mi querido Antonio Torres en «ABC» un artículo titulado Aborto, providas y esperanza (Nota de InfoCatólica: se puede leer también en Religión en Libertad). No hace referencia a un artículo suyo reciente anterior que mereció la crítica de Javier Paredes. En este nuevo escrito, Torres afirma las siguientes ideas: 1º, la falta de argumentos del mundo abortista en España se debe a la tarea de las entidades provida; 2º, no es aceptable criticar a los abortistas sin hacer nada positivo en favor de los no nacidos; y, 3º, es digno de alabanza el anuncio del Ministro Ruiz Gallardón de cambios provida en la legislación acerca del aborto.
Respecto de la primera idea, creo que Torres no es suficientemente conocedor de cuáles son los argumentos reales de los abortistas. Deberíamos remontarnos por lo menos a los años cincuenta del siglo pasado para encontrar unas raíces que no tienen en realidad nada que ver con el reconocimiento científico del carácter individual humano del óvulo fecundado. Lo que los abortistas defienden es, sin más, la absoluta autonomía y libertad de la mujer. Y contra eso no encuentro entre los provida argumentos de peso ni veo en qué se ha avanzado.
Pero más me ha sorprendido del texto de Torres la segunda afirmación. «… debemos evitar limitarnos a la tentación de señalar con el dedo a persona alguna en el ámbito de la política o de la sociedad civil, pontificando sobre cuál o cómo habría de haber sido su actuación personal… ». Lo siento mucho: no es verdad. Se puede señalar, y se debe señalar con el dedo a todos los que, por acción o por omisión, participan en los asesinatos abortistas. Según Torres, sólo «gran parte» del movimiento provida aborda estos problemas de la manera correcta, es decir, en términos positivos y caritativos. Resulta así deslegitimada para Torres toda crítica provida que se salga fuera de los cauces de la actividad provida: como si no fuera lícito decir dónde está el fuego aunque no se tenga una manguera para apagarlo. Lo siento mucho, querido Antonio. No puedo estar de acuerdo con tu posición, por meritorio que sea mucho del trabajo que realizan los movimientos provida.
Es evidente que no todos podemos estar en todo, y es un abuso echar en cara a la gente que no participe en la defensa de los no nacidos, de la escuela pública, de la privada, de las ballenas, del medio ambiente, de la música celta, del cáncer de mama, del SIDA, del papel sin cloro, de la no violencia… Al final habrá que hacer cualquier cosa menos trabajar cada uno en su puesto y cuidar de su familia.
La participación en actividades de grupos provida es algo libre, esto es, no moralmente obligatorio, por mucho que pueda ser laudable y recomendable en algunos casos. También es verdad que la actividad provida no tiene por qué circunscribirse a la de los grupos constituidos. Nadie puede pretender tener el monopolio de la acción provida y el consecuente derecho a emitir diplomas y certificados de buena conducta.
Hay además que decir que los servicios asistenciales que ofrecen algunos de estos grupos han de ser entendidos en rigor como meras atenciones paliativas, sin que lleguen a tocar el fondo esencial del problema político del aborto voluntario. No puede suceder que la acción asistencial excuse de la acción política, de modo que con los grupos provida nos sintamos ya suficientemente comprometidos y, en consecuencia, suficientemente satisfechos. La acción asistencial no puede ser coartada de inacción política, pero esa confusión es un peligro real, porque le es muy cómoda a mucha conciencia filantrópica y a mucho político.
Como tampoco entiendo ni veo justificado por qué los grupos provida-que se complacen en decirse tan apolíticos como aconfesionales-puedan o deban ser los únicos agentes políticos autorizados.Si ello sucede, lo asistencial se convierte en la suficiente solución política. ¿No sucederá acaso, también, que los poderes reales se encuentran muy confortables con las protestas que estos grupos organizan? Se concilia muy mal el apoliticismo nominal de muchos grupos provida con su patente alineación con los intereses del PP.
Respecto de la la defensa jurídica de la vida inocente de los no nacidos no hay nada que negociar, sobre todo cuando la aceptación del mal menor incluye el compromiso tácito de dejar intacto el mal mayor. Porque, reconozcámoslo, en la lucha provida contra el aborto humano voluntario se ha abandonado hace mucho el propósito real de conseguir la abolición completa de la permisividad. Parece que sólo es mala la ley abortista del PSOE.
Hay por otra parte la desgraciada convicción general de que sólo participando activamente en el sistema de poder tejido en España desde 1978 se puede tener una eficacia real, tanto en las cuestiones provida como en las religiosas, educativas, familiares, etc. La experiencia hace ver que este sistema de poder, consolidado tras más de treinta años, no sólo no acoge la ley natural (a cuyo orden pertenece la defensa de la vida del no nacido), sino que avanza veloz hacia su erradicación. Muchas buenas personas creen que el cauce necesario y legítimo para hacer valer el bien y la verdad es el de colaborar con las actuales estructuras de poder. El problema es que, de hecho, el efecto de este colaboracionismo es la consolidación del sistema, porque con frecuencia los grupos se hacen rehenes y cómplices de él, sin capacidad ninguna para alterar profundamente las cosas.Creo, pues, que confías en vano, y que confundes a las buenas gentes cuando dices que el anuncio de Ruiz Gallardón es «… un primer paso adelante de extraordinarias consecuencias para la vida de cientos de miles de españoles, y de fructíferos y esperanzadores alcances fuera de nuestras fronteras».
José J. Escandell
Publicado originalmente en Diario Ya