Todos tenemos en nuestras casas álbumes de fotografías que recogen nuestra vida. Especialmente solemos guardar las fotografías de nuestros viajes. No tienen texto, pero sólo con mirarlas nos traen a la memoria las emociones que experimentamos en nuestro pasado. Así el viaje de Benedicto XVI ha dejado algunas fotografías, unas imágenes, que por si mismas son capaces de hablar de su viaje y de lo que ha significado. Quisiera traer a la memoria visual de los lectores tres de esas imágenes para intentar percibir el alcance de este viaje, pero antes quisiera hacer dos matices importantes.
El viaje ha sido a la primera potencia mundial. Nos guste o no, seamos más pro-americanos o menos, Estados Unidos es la nación más influyente, en estos momentos de la historia. Por tanto, todo lo que allí ocurre tiene un alcance mundial y de un modo u otro nos influye.
En segundo lugar, como dijo G.W. Bush, el papa ha sido recibido como un hombre de fe, más que como un jefe de estado y más que, solamente (aunque no es poco) la cabeza visible de la Iglesia católica.
Estas son las tres imágenes:
En primer lugar, la llegada del Papa al aeropuerto de Saint Andrew. Allí, en un gesto excepcional le esperaba el presidente de los Estados Unidos, el hombre más influyente del mundo, y un destacamento del ejército más poderoso del mundo rindió honores al Papa. Rendir honores significa respetar, es decir, tener en consideración. Por tanto, ver al presidente de los Estados Unidos y un cuerpo de ejército rindiendo honores a un hombre de fe, es tanto, como ver que el poder de este mundo, tiene en consideración la fe. En la historia y en el presente hemos asistido y asistimos a las imágenes de poderosos políticos o incluso de ejércitos persiguiendo a las personas por su fe y confesión religiosa, esta imagen muestra que no tiene que ser siempre así, que no debe ser así.
En segundo lugar, la imagen del papa en la tribuna de la ONU. Esta imagen ya se ha repetido varias veces con Pablo VI y Juan Pablo II. Es la libertad religiosa puesta en imágenes o incluso más, es la imagen plástica del lugar de la fe en la sociedad civil. En estos momentos en los que en las sociedades multiculturales y multireligiosas que nos toca vivir no todos los dirigentes políticos saben qué hacer con la fe, esta imagen vale más que mil palabras. La fe tiene que tener un lugar en la vida pública, y como suele hacer Benedicto XVI en un párrafo aclara dudas que a otros nos costaría un tratado para poder aclarar. Estas palabras del Papa serían el pie de foto de esta imagen “Es inconcebible, por tanto, que los creyentes tengan que suprimir una parte de si mismos –su fe– para poder ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos”.
La tercera imagen es doble y habla del misterio de iniquidad. Por una parte, el descenso al cráter de la zona cero. Yo creo que es algo más que casualidad que haya que descender para llegar a ese lugar, símbolo de muchas cosas, pero entre otras de lo que puede llegar a hacer el misterio del mal. Descender, como a los infiernos. Igual que Cristo descendió a los infiernos, Benedicto XVI descendió a la zona cero. Igual que Cristo llevó la luz de la Salvación, Benedicto XVI llevó la presencia sanante de Dios al misterio del mal. Efecto semejante produjo la recepción en Nunciatura a los representantes de las víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes. De nuevo el misterio del mal, esta vez en medio de la Iglesia, y de nuevo la presencia sanadora de Dios en el consuelo y palabras de comprensión del Papa.
Las imágenes valen más que mil palabras y las de Benedicto XVI en EEUU han hablado por si mismas.
Rafael Amo Usanos