Los españoles tenemos, entre otros muchos títulos que incluir en nuestro palmarés, el de los adolescentes más noctámbulos de toda la Unión Europea. Tanto que se podría decir que, cuando otros jóvenes europeos «salen» de sus discotecas, entre las dos y las tres de la madrugada, entran los nuestros en los clubs y discotecas del país. «Casi la mitad de los jóvenes (El 44 por 100) regresa a su casa después de las cuatro de la madrugada (…) y uno de cada cuatro padres no controla nunca las salidas nocturnas de sus hijos», según datos del Instituto de la Juventud.
Por no hablar de la afición de nuestros adolescentes por los encuentros multitudinarios como la macrofiesta del Madrid Arena o por el fenómeno del botellón, un «verdadero problema social», como han sido calificados esta semana por el fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce, y una «ruina social para el futuro país», según Horacio Silvestre, director del IES San Mateo, el primero en ofrecer Bachillerato para la Excelencia en la Comunidad de Madrid.
Falta de supervisión
Es evidente que este tipo de ocio está muy arraigado en nuestros jóvenes pero, ¿estamos a tiempo de solucionarlo? Según apunta Paulino Castells, doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barceloma, especialista en pediatría, neurología y psiquiatría y autor del libro «Salir de noche y dormir de día», «quizás se pueda arreglar en generaciones futuras, pero es un error difícil de reconducir. Intentarse se ha intentado, abriendo colegios e instalaciones deportivas por la noche… pero muchos de nuestros jóvenes han llegado a un punto en que no entienden el ocio sin salir de fiesta hasta las tantas y consumir alcohol u otras sustancias».
Castells denuncia que toda la sociedad es consciente, pero no actúa hasta que ocurren sucesos como los acaecidos el otro día en la fiesta de Halloween. «Entonces nos rasgamos las vestiduras, y procedemos a cargar sin mesura contra la administración (que tiene su parte de responsabilidad) cuando la raíz del problema está en la falta de supervisión de muchas familias».
Lo corrobora Fernando Alberca, profesor de la Escuela Universitaria Magisterio Sagrado Corazón, de la Universidad de Cordoba, y autor del libro «Adolescentes, manual de instrucciones». «Este problema no es de leyes. La ley la pone la familia. Lo que no podemos esperar es que a nuestro hijo lo eduque la Administración, aunque a esta sí que le podamos exigir que cumpla con ciertas cosas», matiza. «Es urgente centrar en la familia el principio de las actuaciones», puntualiza también Teresa Cortázar, presidenta de Acción Familiar (AFA). «Por eso cuando salen por la noche, como mínimo hay que saber a dónde van, con quién van, qué van a hacer… y si hace falta, ir a buscarles», remarca Castells. «Y al día siguiente, no dejarles levantarse ni desayunar a cualquier hora», añade Cortázar.
Desmitificar a los amigos
La realidad es que muchos padres, continua este experto, «no tienen ni idea de donde van sus hijos cuando salen de casa, y esa dejadez tiene sus consecuencias». Entonces, ¿cómo proceder en casa cuando el joven quiere salir con sus amigos? «Poniendo límites desde el principio, casi desde la cuna. Los chicos agradecen cuando sus padres les someten a una disciplina, porque esto significa que les quieren. Estamos en la sociedad de la permisividad total, que piensa pobrecitos niños, que no se contradigan… pero frustrar es una forma de educar», añade este psicólogo.
Curiosamente, estos expertos aprovechan para destimificar la influencia que tienen en los adolescentes sus iguales. Según Alberca, «los jóvenes siempre van a celebrar ritos de iniciación con sus semejantes y al margen de sus progenitores para poner en práctica su confianza, seguridad y autoestima. Y esto lo aprenden en primer lugar de los padres, en segundo lugar de los hermanos, si los hubiere, en tercer lugar de los adultos (profesores u otros familiares…) y en último y cuarto lugar de los amigos», afirma. «La influencia de los colegas es importante, pero si tienen un modelo para comparar en casa, sus relaciones personales no serán nocivas, porque tendrán las herramientas para elegir», asiente Castells.
Para la presidenta de AFA, este puede ser un buen momento para cambiar el ocio de nuestros jóvenes. «Aunque somos conscientes de que las familias se sienten avasalladas por los cambios brutales que ha sufrido la sociedad, y de que los dos padres suelen trabajar fuera de casa y llegan muy cansados como para ponerse a la altura del adolescente… Pero no hay duda, a todos nos urge buscar un camino más sólido, sano y eficaz».
La buena noticia es que desde su Fundación han constatado que la demanda de otro tipo de ocio por parte las familias es altísimo. De hecho, Acción Familiar lleva impartidos más de 400 cursos de ocio responsable, en donde proponen, entre otras cosas, que los padres utilicen fórmulas que están en desuso. «¿Porqué no llevar a sus hijos al Retiro, al campo, a visitar un museo gratis, o simplenente, jugar con ellos a los barcos en el salón en un día de lluvia? Es cierto que para eso hay que empezar desde que son pequeños pero lo más importante –concluye Cortázar– es tener claro que con los hijos no todo vale, y bien merecen un esfuerzo por nuestra parte».
Carlota Fominaya
Publicado originalmente en Viva Chile