A comienzos de los años 70 hace su aparición un mesianismo laico con la pretensión de liberarnos de la opresión religiosa, encandilando a unos y a otros. Había llegado, se nos decía el tiempo de la verdad, prosperidad, sobre todo de la libertad y la gente se lo creyó. Hoy con la perspectiva que nos da el paso del tiempo podemos valorar sus frutos. Tal vez haya llegado el momento de echarle coraje y saltarnos las barreras impuestas por la censura de «lo políticamente correcto», para comenzar a hablar sin miedos y sin complejos de todo lo que desde entonces ha sucedido.
Para comenzar hemos de dejar constancia de que el pseudoprogresismo del que hablo, lo primero que hizo fue dilapidar un patrimonio secular valiosísimo, hasta hacernos perder la propias señas de identidad, no sabiendo ya muy bien quienes éramos, cuales habían sido nuestros orígenes y cual la razón de nuestra propia existencia. Se dieron por inservibles valores humanos, cívicos, morales y religiosos que no tenían fecha de caducidad. Se buscaba la liberación personal y social en una libertad facilona, aliada a un falso omnipermisivismo, carente de compromisos y responsabilidades, un tipo de libertad que sólo entiende de derechos; pero no de obligaciones. Prescindimos de la espiritualidad y nos instalamos en el reino del pragmatismo materialista. Aprendimos a producir e hicimos del consumismo nuestra aspiración suprema. Bajo estos supuestos diseñamos la sociedad del bienestar prometedora e ilusionante; pero con lo que ahora nos hemos encontrado ha sido con un paraíso artificial y ficticio en el que el hombre no acaba de ser feliz , ni está a gusto consigo mismo, ni siquiera satisfecho económicamente
Sin duda, algo ha fallado en nuestra sociedad. Por eso el momento que hoy vivimos no es ya de euforia sino de profunda frustración y desesperanza. Y no es cuestión de echarle la culpa a la crisis generalizada que nos azota en todos los órdenes. Los responsables de lo que nos pasa , siempre somos nosotros mismos y si hay crisis es porque el propio hombre está en crisis. Vivimos unos tiempos de globalizaciones y masificaciones. El resultado ha sido la disolución de la conciencia personal, absorbida por la conciencia colectiva. Dicho de otra forma, el gregarismo ha ido conduciéndonos hacia una despersonalización peligrosa y partir de aquí cualquier cosa es posible, incluso el suicidio de la propia humanidad. De esto la historia nos brinda ejemplos aleccionadores .
No se trata de simples palabras o meras apreciaciones subjetivas; son los hechos, los que están ahí como prueba fehaciente. La razón dialógica es la que hoy preside el comportamiento moral y no la ley natural, según se nos ha hecho creer el criterio ético es una cuestión de consenso entre la mayoría, él es, en última instancia el que decide lo que es bueno y lo que es malo. Por este camino hemos llegado a legitimar perversiones contra natura, repárese en el aborto, en la legalización de los matrimonios homosexuales, en la trivialización del sexo, que ha pasado a ser un juego desposeído de su dimensión profunda etc , etc,. Resultado de ello está siendo la desestabilización de las familias que siempre ha sido el fundamento de una sociedad sólida y que en estos momentos está viviendo sus horas más bajas, amenazada por la miseria tanto económica como espiritual, amenazada por la injusticia, la deshumanización, la violencia y uno se pregunta ¿ Cómo hemos podido llegar hasta aquí? ¿ Hemos de echar la culpa a Dios de todo lo malo que nos está pasando? Refiriéndose a la barbarie del 11 de Septiembre de 2001 a Anne Graham se la preguntó en una ocasión ¿ Cómo Dios pudo consentir esto? Y esta mujer dio una respuesta que a mi me pareció muy sensata. «durante años, dijo, hemos estado diciéndole a Dios que se salga de nuestras escuelas, que se salga de nuestro gobierno y que se salga de nuestras vidas ... creo que todo comenzó cuando Madeleine Murria O'Hare se quejó, porque no quería que se rezara en nuestras escuelas, y dijimos que estaba bien. Luego alguien dijo que mejor no se leyera la Biblia en las escuelas... la Biblia dice no matarás, no robarás, amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y dijimos que estaba bien… Luego alguien dijo, dejemos que nuestras hijas aborten si quieren, y ni siquiera tienen que decirles a sus padres. Y dijimos que estaba bien y ya que los muchachos siempre van a ser muchachos y de todos modos lo van a hacer, démosle a nuestros hijos todos los condones que quieran para que puedan divertirse al máximo, y no tenemos que decirle a sus padres que se los dimos en la escuela Y dijimos que estaba bien. … Luego alguien dijo vamos a imprimir revistas con fotografías de mujeres desnudas y decir que esto es una apreciación sana y realista de la belleza del cuerpo femenino Y dijimos que estaba bien. Luego la industria de las diversiones dijo, hagamos shows por televisión y películas que promuevan lo profano, la violencia y el sexo ilícito. ( que para algo está la libertad de expresión)….
Ahora nos preguntamos: ¿por qué nuestros niños no tienen conciencia, por qué no saben distinguir entre el bien y el mal, y por qué no les preocupa matar a desconocidos, a sus compañeros de escuela, o a ellos mismos? Probablemente, si lo pensamos bien y despacio, encontraremos la respuesta. Todo tiene que ver con que lo que sembramos es lo que recogemos».
No nos engañemos después de haber prescindido de Dios cualquier cosa es ya posible en nuestra sociedad. Como fruto de anteriores siembra , estamos recogiendo fracasos en nuestras aspiraciones más íntimas y profundas. Tendremos que acabar por darnos cuenta que el hombre no puede ser expropiado de su yo y de su conciencia religiosa más íntima, Es preciso que de una vez por todas nos rebelemos contra el progresismo ateo, para decir con rotundidad que el peligro de la humanidad no es otro que la enfermedad espiritual. Ha pasado el tiempo suficiente como para poder afirmar que se equivocaron quienes asociaron el eclipse de Dios con doradas auroras del resurgir del hombre. Lo que ha sucedido ha sido todo lo contrario . El proceso que comenzara con la muerte de Dios está acabando con la destrucción del hombre . Los optimismos infundados de entonces han dado paso a la frustración de un presente triste ; pero real. Una vez más queda bien se manifiesto que cuando los humanismos pierden de vista la dimensión religiosa y trascendente les acecha el fracaso. Clarividente se mostró al respecto Juan Pablo II , al decir «Un mundo sin Dios , se convierte tarde o temprano contra el hombre».