Concluye hoy sus trabajos el Sínodo de los Obispos dedicado a estudiar el problema de la evangelización del mundo de hoy. Su tema ha sido precisamente este. «la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana». Quizá alguien se pregunte: ¿Qué queda de este trabajo de tres semanas de dos centenares de obispos y expertos de todo el mundo? Existe hoy una cierta desconfianza sobre los resultados prácticos de los foros de reflexión, tanto en el orden secular como en el religioso.
No podemos dejarnos llevar por el escepticismo en este sentido. Sería como desconfiar de la sinceridad del Papa y de quienes le han ayudado a encontrar los mejores caminos para proponer al mundo de hoy la Buena Noticia de Jesucristo.
En realidad el Sínodo no es un compromiso sólo del Papa y de los obispos que han participado en la asamblea. Es una tarea para toda la Iglesia. Los padres sinodales formulan sus propuestas finales y las elevan al Papa. En el último Sínodo, el mismo Papa pidió que se publicaran, para el conocimiento de todos. Después, él prepara un documento dirigido a toda la Iglesia católica, en el cual –con un gran rigor como teólogo que es y con también con un gran sentido pastoral– propone a toda la Iglesia las orientaciones doctrinales y prácticas emanadas por la asamblea sinodal.
Así ha sucedido, para citar sólo las últimas, con las exhortaciones apostólicas dedicadas al Sínodo sobre la Eucaristía y al Sínodo sobre la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia. Estemos atentos, pues, a lo que el Santo Padre nos diga. Y deseo que los cristianos más conscientes busquen la manera de estar bien informados de éste como de tantos otros aspectos de la vida cristiana en el mundo de hoy.
Mientras tanto, tengamos «la mirada fija en Jesucristo», como nos aconseja el Papa en este Año de la Fe, que hemos comenzado. Él nos recuerda de muchas maneras y en distintas ocasiones, lo que escribió en su primera encíclica, es decir, que el fundamento de la fe cristiana es «el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con esto, una orientación decisiva». El gran teólogo John-Henry Newman, beatificado por Benedicto XVI, el Papa teólogo, y cuya doctrina iluminó las decisiones del Concilio Vaticano II, especialmente en la constitución sobre la Divina Revelación, lo dejó escrito de una manera muy clara y bella: «La fe no es alguna cosa. La fe es Alguien. La fe no es cualquier alguien. La fe es Jesucristo».
Una Iglesia más fiel a Jesucristo será una Iglesia más evangelizada y, por lo mismo, más evangelizadora. Como se lee en el libro de los Hechos de los Apóstoles, la vida que podríamos llamar interna de la Iglesia –la plegaria, la escucha de la Palabra de Dios, la enseñanza de los apóstoles y de su sucesores, la eucaristía y la acción caritativa– está destinada a transformarse en un testimonio que llame a los hombres y mujeres a disponerse a acoger el don de Dios que es siempre la fe.
+ Josep Àngel Saiz Meneses, obispo de Tarrasa