Una vez más, y ojalá fuese la última, la industria del aborto presiona a nuestro país a través de la Asamblea para introducir cambios a favor de la muerte de los ecuatorianos más indefensos. En esta ocasión para despenalizar el aborto cuando se comprueba que el embarazo ha sido resultado de una violación o si peligran la salud y la vida de la madre.
En el primer caso, es imposible negar que cuando resulta un embarazo luego de un abuso sexual, la aceptación del mismo es extremadamente dura y requiere un verdadero soporte emocional y atención profesional psicosocial. Seguramente, es más barata la solución de matar que la de dar apoyo a la víctima.
Es inadmisible que un crimen se resuelva con otro crimen, eliminando a quien no pidió vivir y que desde su concepción ya se ha probado que es un ser humano distinto a su madre. Con esta propuesta se expone más aún a la víctima a otro daño psicológico con el síndrome postaborto que se añade al ultraje recibido.
Se quiere vender la idea de protección a la mujer cuando en realidad se la pone en peligro de afrontar todavía más daños de los que ya recibió.
¿Y mientras tanto el abusador? ¡Bien gracias! Una vez que estos despreciables sujetos tengan la posibilidad de hacer abortar a la víctima no tendrán impedimentos para continuar abusándola.
Las estadísticas de abuso en todo el mundo son espeluznantes y también en el Ecuador. Me pregunto: ¿a qué porcentaje de estos criminales les llega el castigo justo?
Si condenamos el abuso sexual de un ser más fuerte a un débil, resulta absurdo castigar con la pena de muerte al ser inocente y desvalido que, una vez concebido, tiene derecho a vivir.
La propuesta de la despenalización del aborto porque peligra la salud o la vida de la madre constituye un argumento superado hace más de 50 años con los avances de la medicina y que, sin embargo, se ha prestado, en países donde el aborto es legal, para que se asesine a niños por razones psicológicas o sociales, como el caso de la mujer en España que se le permitió abortar porque quería ir a esquiar con su esposo.
Quienes respetamos la vida desde la concepción tenemos que alinearnos y defenderla, muy atentos a esta propuesta de ley que es una puerta fácil para permitir el aborto en cualquier etapa del embarazo.
Valientes los asambleístas que se han opuesto frontalmente a este proyecto y también las organizaciones como Fundación Familia y Futuro, que ha hecho oír su voz en la propia Asamblea con argumentos válidos y contundentes.
No someterse a los intereses de las grandes transnacionales o a las presiones de gobiernos para introducir el aborto legal en el Ecuador debe ser una consigna no solo de los políticos cristianos, sino de todos aquellos que creemos en el derecho a la vida de los no nacidos y su necesidad de ser defendidos y protegidos en el vientre de sus madres.
Alicia Miranda de Parducci
Publicado originalmente en El Universo