Hace unos días un grupo de teólogos de la Congregación de las Causas de los Santos se reunieron para discutir la heroicidad de las virtudes de una monja clarisa del monasterio de Soria fallecida en 1972, la madre Clara de la Concepción, que fue abadesa durante muchos años y después maestra de novicias, vicaria, etc. De modo unánime dieron un voto afirmativo a dicha heroicidad, dejando el paso libre para que sean ahora la comisión de obispos y cardenales los que estudien dicha causa. Hasta aquí, parecería una figura más de las muchas que pasan por ese dicasterio romano camino hacia los altares, y sin embargo la madre Clara no es una figura más.
Sabido es que una buena parte de las comunidades de Clarisas del mundo está precisamente en nuestro país y de entre estos conventos de nuestra patria uno de los más numerosos en monjas y en vocaciones es precisamente el de santo Domingo de Soria. Poco mediático, ajeno a los blogs y a las agencias de noticias, sin embargo es una de las joyas que la vida contemplativa tiene entre nosotros, por el atractivo que tiene para las jóvenes, por su fecundidad que las ha llevado a fundar en el extranjero, por su generosidad en ayudar a otras comunidades en crisis, y por el tono espiritual de la comunidad, que no conozco personalmente pero del que todos hablan, sin hacer de menos a otros monasterios españoles que en todo esto son también ejemplares.
¿Cuál es el secreto de tanta fecundidad? Sin duda la fidelidad al carisma de Santa Clara y en esto las monjas de Soria reconocen que han tenido una maestra excelente, que fue la madre Clara de la Concepción, que les predicó con el ejemplo y dejó una huella duradera de amor al carisma de la Fundadora. Pero esto se podría aplicar a muchas monjas y entre ellas a no pocas abadesas, ¿Qué tuvo de especial la madre Clara? Los teólogos vaticanos lo han explicado muy bien: Son varias cosas las que hacen a esta monja ser un ejemplo especialmente atrayente.
En primer lugar, y esto es más común, su santidad, esto es el modo como vivió las virtudes cristianas, que según todos los que las conocieron fueron extraordinarias, como afirmaron los testigos del proceso de beatificación:
“De todas las monjas que he conocido, sin desmerecer a nadie, y de todas las veces que ha venido aquí, diría que M. Clara es extraordinaria, en cuanto que destacaba de las demás, para mí eso era claro y por lo que he oído comentar a otras personas que la conocían, lo mismo”
Y explicaron en qué encontraban lo extraordinario de la madre Clara:
“Toda la vida de la Madre ha sido en grado heroico. Esta heroicidad de su vida consistía en que ella lo hacía tan natural, lo había hecho carne en ella misma. Se había identificado con todas estas virtudes. Lo hacía de manera constante, siempre, natural, con esa alegría que le brotaba e irradiaba (...) Si la miramos detenidamente en todas las virtudes era sobresaliente”
“Como maestra diría que me llamaron la atención su sencillez y su humildad, eran muy vitales en ella. Era muy comprensiva, bondadosa, paciente y mansa. Nunca la vi triste, era muy alegre, siempre estaba cantando, iba por los pasillos cantando sus canciones”
Y su santidad consistió precisamente en que todas estas características suyas no le salían espontaneas de un carácter bonachón y sencillo, sino que son el fruto de una fuerte lucha espiritual por vencerse, pues su temperamento era fuerte
“La vi caritativa con todas siempre y serena. Ella tenía un temperamento fortísimo, era un temperamento pero muy fuerte, una tenacidad grandísima, muy tenaz. Si alguna vez tenía algún disgusto grande, me decía: ‘no me pregunte cuando esté así, si estoy un poco seria no me pregunte’”
Las monjas que vivieron con ella experimentaron su continuo vencerse y los consiguientes frutos, la alegría y la paz que transmitía a todos, propios y extraños.
Pero su testimonio cristiano y religioso va más allá, y concretamente en dos puntos: Uno es su deseo de vivir fielmente la regla de Santa Clara, que la llevó a esforzarse -y conseguir- la vuelta de su comunidad y de otras a la regla primitiva de la Santa, lo cual no fue fácil, pues exigía una mayor pobreza y abandono en la providencia, y supuso un gran sacrificio para su monasterio. Conllevó también la incomprensión de muchos buenos que no acababan de ver la necesidad de tanta exigencia. Y sin embargo, la madre Clara estaba haciendo lo que correspondía, con un gesto auténticamente profético, que años después sancionaría el concilio Vaticano II cuando pidió a los religiosos volver a sus carismas originales. Lo que muchos de ellos no llegaron a hacer después de la recomendación del concilio, la madre Clara ya lo había hecho en Soria años antes.
Y otra iniciativa suya, sin duda profética, y que curiosamente la hizo sufrir todavía más, fue el deseo de tener en comunidad la adoración perpetua del Santísimo Sacramento, cosa que consiguió de las autoridades eclesiásticas a pesar de las muchas críticas e incomprensiones -también del clero- ante las que no se rindió:
“Repito que las dificultades y las penas por las que tuvo que pasar fueron indecibles. Hubo épocas en que vivía como en cierto sobresalto, pensando que en cualquier momento podían privarnos de esa gracia (...) Tuvo que sostener verdaderas batallas. Yo creo que el demonio también luchó para deshacer los planes de M. Clara, pero su fe venció”
Hoy nos parece normal y precisamente uno de los signos de los tiempos en la Iglesia es la difusión cada vez mayor de la adoración eucarística, después de años postconciliares en los que dicha devoción había sido olvidada por muchos. Pues para la madre Clara era algo normal, le parecía lógico para cualquier creyente:
“Tenía pasión por el Santísimo Sacramento. Nos decía: ‘Si una persona tiene un enfermo en casa, ¿no le van a cuidar toda la noche y todas las noches? Jesús que está realmente esperándonos, esperándonos ¿por qué no hemos de estar con El cada minuto? Se la veía realmente apasionada por el Santísimo Sacramento”
Y en estos tiempos en que vivimos en los que tan fácilmente muchos se alejan de Dios, bueno es recordar el modo como ella llevaba al Señor todos los alejados en su oración contemplativa
“Ardía en celo por la almas. Su ideal era que todas las almas fueran a Dios y se convirtieran. ¡Cómo disculpaba las caídas! Yo creo que se pasaría muchos ratos ante el Señor pidiendo por esas almas a las que los demás hacíamos astillas y de las que hablábamos a ella diciendo las cosas que no se pueden hacer”
La grandeza de la madre Clara la supieron apreciar todos los que la conocieron, pues aún siendo de de clausura trató a muchos, y su muerte accidental en 1972 fue una conmoción general en esta ciudad castellana:
“En todo Clara, y empezó una verdadera procesión de gente que acudía a que pasásemos objetos por su cadáver. Todo el día pasando objetos, rosarios, estampas por su cuerpo, todos querían tener alguna reliquia de ella. En Soria se oyó el comentario continuo de que había muerto la monja santa de Santo Domingo.”
Vaya, un auténtico tesoro el que tienen las Clarisas de santo Domingo de Soria y, en general todas las hijas de Santa Clara, a las que además hay que felicitar porque están de año jubilar de la Fundadora: El testimonio y la intercesión de esta gran monja que, si Dios quiere, esperamos ver pronto en la gloria de los altares.
P. Alberto Royo Mejía, sacerdote