Creo que si preguntásemos a los fieles que qué opina la Iglesia sobre el terrorismo, buena parte de ellos nos contestaría con absoluta buena fe que la postura de la Iglesia deja mucho que desear. Para muchos de nuestros fieles los únicos obispos que se han pronunciado sobre el tema son, y no precisamente para bien, Setién y Uriarte. Ello nos indica el gravísimo problema que tiene la Iglesia Católica de hacer llegar su mensaje a los españoles y la poca repercusión que generalmente tienen nuestros medios a la hora de hacer llegar lo que enseña la Iglesia a los fieles cristianos.
Ante el problema terrorista, la postura moral es bien sencilla. Si a alguien le dan un tiro en la nuca, o sufre la explosión de una bomba, no hay que romperse mucho la cabeza para saber que el culpable es el terrorista y que incluso la neutralidad es una actitud profundamente inmoral. Los terroristas son delincuentes de motivación política, pero ello no significa que estén o deban ir a la cárcel por sus ideas, sino por haber cometido delitos comunes, (estragos, chantaje, secuestros, asesinatos), en general incluso más graves que los de los delincuentes comunes ordinarios. ¿O es que en España hay muchos presos por haber cometido multitud de asesinatos, o masacres como las de Hipercor o Zaragoza, donde se buscó intencionadamente matar niños?
La condena del terrorismo por la Iglesia Católica es clara y tajante. Entre 1966 y el 2006 nuestros obispos han expresado como tal Conferencia Episcopal su rechazo a ETA en 56 ocasiones, más otras 20 contra la violencia y el terrorismo. A título individual las condenas son de bastantes centenares. Desde hace bastante tiempo pienso que nadie tiene un mensaje mejor que la Iglesia, pero su mensaje no llega al público y por ello con frecuencia es ignorado. Y sin embargo tengo delante de mí un libro bastante grueso titulado “La Iglesia frente al terrorismo de ETA” de la BAC, con cientos de declaraciones de la Santa Sede y de multitud de obispos.
Entre los documentos contra ETA hay una Instrucción Pastoral de nuestra Conferencia Episcopal del 2002 titulada “Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y consecuencias”, cuyo índice dice: “I. El terrorismo, forma específica de violencia armada II. El objeto del juicio moral: terror criminal ideológico III. Juicio moral sobre el terrorismo: a) el terrorismo es intrínsecamente perverso, nunca justificable; b) el terrorismo es una estructura de pecado; c) la extensión del mal: odio y miedo sistemáticos IV. A ETA hay que enjuiciarla moralmente como terrorismo V. El nacionalismo totalitario, matriz del terrorismo de ETA”.
Son frases de este documento: “El terrorismo merece la misma calificación moral absolutamente negativa que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente, prohibida por la ley natural y por el quinto mandamiento del Decálogo”(nº 12); “el llamado terrorismo de baja intensidad o kale borroka merece igualmente un juicio moral negativo. En primer lugar, porque sus agentes actúan con las mismas intenciones totalitarias del terrorismo propiamente dicho”(nº 13); “nunca puede existir razón moral alguna para el terrorismo. Quien, rechazando la acción terrorista, quisiera servirse del fenómeno terrorista para sus intereses políticos cometería una gravísima inmoralidad”(nº 14); “tampoco es admisible el silencio sistemático ante el terrorismo. Esto obliga a todos a expresar responsablemente el rechazo y la condena del terrorismo y de cualquier forma de colaboración con quienes lo ejercitan o lo justifican, particularmente a quienes tienen alguna representación pública o ejercen alguna responsabilidad en la sociedad. No se puede ser neutral ante el terrorismo. Querer serlo resulta un modo de aceptación del mismo y un escándalo público”(nº 15); “junto con el miedo, el terrorismo busca intencionadamente provocar y hacer crecer el odio para alimentar una espiral de violencia que facilite sus propósitos”(nº 20); “la Iglesia subraya el valor del diálogo respetuoso, leal y libre como la forma más digna y recomendable para superar las dificultades surgidas de la convivencia. Al hablar del diálogo no nos referimos a ETA, que no puede ser considerada como interlocutor político de un Estado legítimo, ni representa políticamente a nadie, sino al necesario diálogo y colaboración entre las diferentes instituciones sociales y políticas para eliminar la presencia del terrorismo”(nº 40).
La Sagrada Escritura impone al hombre en el Decálogo el mandamiento de “no matarás” como precepto divino (Éxodo 20,13). Este precepto, por una parte, indica el límite que no debe ser nunca transgredido y, por otra, nos lleva a una actitud positiva de absoluto respeto por la vida humana. No nos extrañe por ello el énfasis que ponen los Papas en el exigir el respeto a la vida humana inocente, Así encontramos en la Encíclica “Evangelium Vitae” de Juan Pablo II las siguientes afirmaciones: “El absoluto carácter inviolable de la vida humana inocente es una verdad moral explícitamente enseñada en la Sagrada Escritura, mantenida constantemente en la Tradición de la Iglesia y propuesta de forma unánime por su Magisterio”.
Y en el mismo nº 57 prosigue el Papa: “Con la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus sucesores, confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral. Esta doctrina, fundamentada en aquella ley no escrita que cada hombre, a la luz de la razón, encuentra en el propio corazón (cf. Romanos 2,14-15), es corroborada por la Sagrada Escritura, transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal”.
Me parece que nadie se podrá quejar de falta de claridad.
P. Pedro Trevijano, sacerdote