Este verano me he encontrado con tres casos muy claros de desorientación doctrinal por parte de sacerdotes: uno ha sido el de un amigo mío, ya jubilado, quien me afirmó: “Creo en Jesucristo, pero no en la Iglesia Católica”, lo cual está en abierta contradicción con la frese de Jesucristo en Mt 16,18: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. La segunda me la dijeron un par de sacerdotes que no confesaban “porque no tiene interés apostólico”. No puedo por menos de pensar no sólo en las palabras de todos los Papas, incluido por supuesto Benedicto XVI, sino en mi propia experiencia personal. La tercera me la dijo un buen amigo, contándome que en el Instituto de Teología para Seglares de su diócesis, el profesor de Sagrada Escritura les había dicho que la virginidad de María no era dogma de fe, cuando la virginidad de María se encuentra en ambos credos (el de los Apóstoles y el de Nicea-Constantinopla) y por tanto forma parte de la profesión de fe, y además la Iglesia siempre ha considerado que hay que entenderla de una virginidad real y no meramente simbólica.
No son los únicos casos: Estos días nos hemos enterado que buena parte del clero austríaco está afectado por doctrinas poco católicas y en bastantes lugares hay sacerdotes contestatarios poco amigos del Magisterio de la Iglesia.
¿Tiene solución esta crisis?, ¿qué hace la Iglesia para salvaguardar la unidad de la fe? Para un creyente que piensa que el verdadero Jefe de la Iglesia no es propiamente el Papa, sino como decía el beato Juan XXIII, el Espíritu Santo, es indiscutible que el problema tiene solución. Pero también está claro que el Espíritu Santo actúa en el mundo a través nuestro y que tenemos que colaborar con Él. En su prólogo al YOUCAT, es decir al “Catecismo Joven de la Iglesia Católica” y que muchos jóvenes recibieron en sus mochilas de la JMJ, el Papa escribe: “Después del Concilio Vaticano II (1962-1965) y en una situación cultural nueva, muchas personas no sabían bien qué es lo que creen en realidad los cristianos, qué enseña la Iglesia, si puede en realidad enseñar algo y cómo se casa todo esto transformada desde su base. ¿No está el Cristianismo superado como tal? ¿Se puede ser cristiano hoy de un modo razonable? Éstas eran preguntas que se planteaban también los buenos cristianos.
El papa beato Juan Pablo II tomó entonces una decisión atrevida. Decidió que obispos de todo el mundo tenían que escribir juntos un libro en el que dieran respuesta a estas preguntas”.
El libro que surgió “El Catecismo de la Iglesia Católica” hizo posible que la Iglesia dispusiese “de esta nueva exposición autorizada de la única y perenne fe apostólica, que servirá de instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial y de regla segura para la enseñanza de la fe” (Juan Pablo II, Carta Apostólica “Laetamur Magnopere”). Personalmente me alegré mucho la publicación de este libro, que he leído varias veces, y recomiendo a los fieles no sólo que lo tengan en su casa, sino que lo empleen como una especie de Diccionario donde se va a buscar ¿qué es lo que dice la Iglesia sobre este punto? A este libro le agradezco que me haya dado una guía segura de fe y el poder decir a mis penitentes: “esto no lo digo yo, esto lo dice la Iglesia en su Catecismo”, tanto más cuanto que el penitente lo que quiere no es lo que yo opine, sino qué es lo que realmente enseña la Iglesia..
Del contexto de las JMJ surgió la idea de intentar traducir el Catecismo de la Iglesia Católica al lenguaje de la juventud y por eso se ha elaborado este YOUCAT para los jóvenes del que Benedicto XVI nos dice. “Este libro es fascinante porque habla de nuestro propio destino y por ello nos afecta profundamente a cada uno. Por eso os invito: ¡Estudiad el Catecismo! Es mi deseo más ardiente”.
Recordando a la multitud de jóvenes en silenciosa adoración ante el Santísimo y diciéndole muchos de ellos: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”, pienso que el seguimiento de Cristo pasa también por conocerle más y mejor, y para ello está la oración y el conocimiento de lo que Cristo y la Iglesia nos enseñan. La Biblia, especialmente los evangelios, pero también el Catecismo de la Iglesia Católica y el Catecismo Joven de la Iglesia Católica son libros altamente recomendables para tener una fe segura y limpia de errores.
P. Pedro Trevijano, sacerdote