Artículos de Jesús Casás Otero en InfoCatólica
Sacerdote
Inmaculada Concepción
Ella aparecerá en el umbral de la historia como el resplandor del alba que anuncia la llegada inmediata de Cristo, luz del mundo y sol de justicia. Y en el esplendor de esta acción teológica se ha de proyectar toda la luz y toda la belleza, que iluminan el misterio de la Inmaculada Concepción.
La belleza del desierto cuaresmal
La Iglesia, como todos los años, nos invita a unirnos a Jesús en el retiro del desierto (Mt 41,11). Una región deshabitada donde abunda la arena y la roca. Se puede pensar que, por eso mismo, es una región paradigmática para el carácter penitencial de la cuaresma. Pero no podemos olvidar su vertiente positiva: la belleza.
La Belleza de una plegaria: El Santo Rosario
El Rosario es una de las prácticas más antiguas y más bellas de la piedad popular. Bello es su nombre, bello su origen, bella la oración en sí, bella la forma, bello el esplendor…
Belleza y elección de María
El mismo Dios se sorprende ante aquel derroche de esplendor que, como don divino, brilla hasta la fascinación «en tan graciosa belleza». Una belleza absoluta, una gracia reservada única y exclusivamente para la que iba a ser su Madre. La divina inmensidad que ocupa todos los espacios del cielo y de la tierra «sin que haya nada que a su ardor escape» (Sal 19,7) centrará su estancia en el seno de María.
Eucaristía y arte sacro
Hemos de reconocer que el arte es un valor admitido por todos y, como tal, puede ser un magnífico instrumento para llegar hasta los más alejados en un mundo que, de entrada, rechaza todo oferta religiosa.
La nueva proyección del culto iconográfico
No deja de ser alentador, hoy en día, ver, tanto las orientaciones del magisterio de la Iglesia, como el interés de las instituciones, cofradías, asociaciones e, incluso, medios de comunicación católicos, por promover, fomentar y defender el culto iconográfico.
Las imágenes de la Contrarreforma
A veces se ha preguntado si el concilio de Trento influyó en el despliegue del arte barroco. Creemos que sí, porque los acontecimientos de 1600 fueron algo más que un Año Santo para la Iglesia.
Las Imágenes y la Crisis Reformista
Los considerados precursores de la reforma, Juan Wyclef y Juan Hus, durante los siglos xiv y xv, habían denunciado ya los excesos del culto a los santos y a la veneración de imágenes. Y entre las críticas de los católicos, es conocida la actitud de Savonarola y de Erasmo de Rótterdam censurando la permisividad de la jerarquía por las injerencias profanas en obras de carácter religioso.
Imágenes renacentistas
El don de la fe nos descubre, en la belleza artística, el esplendor de la verdadera humanidad que vive con la esperanza de ser glorificada por la redención de Cristo. En esta visión estética, que incorpora la perfección humana al misterio de Cristo, se da un paso más en una dirección completamente nueva: la búsqueda de la autonomía del hombre.
Transición iconográfica
Promoción del culto iconográfico en la Edad Media
La génesis de la escultura medieval en Occidente
El hombre de hoy, desconectado del simbolismo medieval, encuentra serias dificultades para su comprensión.
Iconografía y unidad cristiana
Los cristianos de cualquier creencia que devotamente se postran ante una imagen, encienden una vela, se santiguan y rezan, no comprenden fácilmente esas diferencias de las altas jerarquías, porque se sienten unidos en las mismas experiencias de fe.
La expansión del icono bizantino
Se da la paradoja de que, durante los siglos xix y xx, el arte occidental, al mismo tiempo que se independiza de la religión, descubre un nuevo campo de valores en los iconos bizantinos.
El Icono en la Iglesia oriental
La teología paulina formula lo que va a ser el fundamento cristológico del icono: «Cristo es la imagen (eikon) del Dios invisible» (Col 1,15). Semejante afirmación, que sólo es concebible desde el reconocimiento del misterio trinitario, significa que, por la encarnación, la humanidad visible de Cristo es el icono de la divinidad invisible
El culto iconográfico en Occidente
En el culto iconográfico el alma humana se deja impactar por el rostro humano del Salvador que, en el simbolismo sagrado, sale a nuestro encuentro para proponernos un estilo de vida conforme a nuestra transformación en Cristo
Las imágenes y el final del iconoclasmo
Las formas iconográficas, inspiradas y generadas desde la fe, son una experiencia de santa belleza que eleva nuestra vida terrenal a la más alta experiencia espiritual. Sin esta mística de superación, derivada de la glorificación de Cristo, misterio central de nuestra fe, las formas del arte sacro, en sí mismas, serían puro esteticismo, y en sentido religioso, verdadera profanación.
Declaraciones conciliares acerca de las imágenes
Las declaraciones conciliares definen lo que es de fe, y salen al paso de las desviaciones que afectan a la responsabilidad vigilante y docente de la Iglesia. Las sagradas imágenes transmiten el mensaje que la Iglesia predica y celebra en la liturgia.
La crisis iconoclasta
La verdad es que, en algunos momentos, el problema de las imágenes sólo era un pretexto para atacar el prestigio de los monjes. Ante un incomprensible letargo de la jerarquía, más comprometida con las autoridades civiles, los mismos monjes tomaron conciencia de su gran responsabilidad representativa como fuerza básica de la comunidad; y la mayoría de los monasterios se convirtieron en verdaderos baluartes de la ortodoxia frente a los iconoclastas.
Evolución doctrinal hacia el culto iconográfico
Entre los factores que hemos señalado en el proceso del culto iconográfico tiene una importancia especial la vertiente teológica de los Padre de la Iglesia. En la primera etapa, veíamos que los escritos de los Padres de los tres primeros siglos manifestaban cierta hostilidad hacia el arte en general y hacia las imágenes en particular. Pero, en contacto con el dogma y con la Escritura, también la mentalidad patrística fue tomando nuevos rumbos.
Motivaciones del culto a las imágenes
Los Padres de la Iglesia, para evitar posibles confusiones y derivaciones hacia el culto idolátrico, insistirán en la distinción entre el retrato y la realidad, advirtiendo que el retrato de Cristo no es el mismo Cristo en persona, sino su retrato, tratando de evitar cualquier riesgo de fetichismo o superstición.
La iconografía en la paz de la Iglesia
La iconografía se deja influir por estas inquietudes y por las determinaciones del momento histórico. Lo que en realidad preocupaba entonces, era más el problema trinitario que el cristológico, aunque, en la práctica, no pueda separarse el uno del otro. La repercusión iconográfica de la afirmaciones conciliares es evidente en la escena en que aparece la Trinidad y a Cristo se le personifica con los mismos rasgos que al Padre. En las restantes escenas, sin embargo, la figura de Cristo se expone en su dimensión humana con sus propios rasgos personales. La transición está en marcha.
Significado de las primeras imágenes cristianas
En el clima de persecución de los tres primeros siglos, las imágenes estaban destinadas a recordar los hechos pasados con la intención de «perpetuar, en favor de los neófitos, las intervenciones de Dios, tal como se representaban sobre los muros del batisterio, y con la misma intención con que figuraban los sacramentos sobre las sepulturas» (A. Grabar). Sin embargo, entre las pinturas de las catacumbas y las del batisterio, existen notables diferencias a tener en cuenta desde el punto de vista estilístico y doctrinal.
Las imágenes paleocristianas
Una consideración a tener en cuenta es que, con la aparición de las escenas bíblicas, se rompe aquella tradición que prohibía representar la imagen de Dios. Las mismas decoraciones en las sinagogas judías (con imágenes de la Antigua Alianza) ponen en tela de juicio la interpretación rigorista de las prohibiciones bíblicas.
Antecedentes del culto iconográfico
En el momento privilegiado en que el arte pagano se encuentra con la revelación bíblica y con el mensaje cristiano, se produce el milagro histórico de las grandes basílicas y de las primeras imágenes paleocristianas. «La sabiduría de la belleza griega queda así asumida y superada: la armonía de las formas es la clave, mas el movimiento de trascendencia que la recorre ―que se abre sobre el abismo del acto creador― lleva mucho más allá de una belleza mundana» (Via pulchritudinis).
Consideraciones al lenguaje iconográfico
La celebración litúrgica acoge y expresa, en torno al misterio pascual, la fe y la gracia que, como dones divinos de salvación, están aconteciendo en el mundo real. Al celebrar esos hechos en forma visible, la litúrgica proclama la vitalidad y los rasgos esenciales del ser mismo de la Iglesia y su función glorificadora: la glorificación de Dios y, mediante ella, la salvación de los hombres.