Como moralista que soy, he seguido con gran interés los aspectos morales de las palabras del Papa en sus diferentes discursos. Una de las cosas que creo han quedado claras a la inmensa mayoría de los habitantes de Madrid tras las Jornadas de la Juventud es la gran diferencia de comportamiento que ha habido entre los jóvenes creyentes y aquéllos que han hecho gala de su ateísmo. La diferencia ha quedado inmortalizada en esa foto que publicó a página y media ABC el 18 de Agosto y en el que se ve a un energúmeno increpando a unas jóvenes y a éstas reaccionando arrodillándose en el suelo y rezando el rosario.
Los jóvenes hoy, como dijo el Papa en la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto el 18 de Agosto, “ven la superficialidad, el consumismo y el hedonismo imperantes, tanta banalidad a la hora de vivir la sexualidad, tanta insolidaridad, tanta corrupción”, porque, como prosiguió en la plaza de Cibeles: “hay muchos que, creyéndose sabios, piensan no tener necesidad de más raíces y cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quien es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento. Estas tentaciones están siempre al acecho”.
Para prevenirlas el Papa nos recuerda el camino recto: “Buscar sobre todo la Verdad que no es una idea, una ideología o un eslogan, sino una Persona, Cristo, Dios mismo que ha venido entre los hombres. Tenéis razón de querer enraizar vuestra fe en Él, y fundar vuestra vida en Cristo”… “poned en Cristo el fundamento de vuestras vidas”… “es Él quien da verdadero sentido a nuestra vida. Abramos nuestro corazón a Cristo”… “la Iglesia necesita de vosotros y vosotros de la Iglesia”… “y ante nuestras flaquezas, que a veces nos abruman, contamos con la misericordia del Señor, siempre dispuesto a darnos de nuevo la mano y que nos ofrece el perdón en el sacramento de la Penitencia”.
Seguir a Cristo sí, ¿pero cómo? En la Vigilia de Cuatro Vientos el Papa especifica:
“Vale la pena acoger en vuestro interior la llamada de Cristo y seguir con valentía y generosidad el camino que él nos proponga. A muchos, el Señor los llama al matrimonio, en el que un hombre y una mujer, formando una sola carne (cf. Gén 2,24), se realizan en una profunda vida de comunión. Es un horizonte luminoso y exigente a la vez. Un proyecto de amor verdadero que se renueva y ahonda cada día compartiendo alegrías y dificultades, y que se caracteriza por una entrega de la totalidad de la persona. Por eso, reconocer la belleza y bondad del matrimonio, significa que ser conscientes de que sólo un ámbito de fidelidad e indisolubilidad, así como de apertura al don divino de la vida, es el adecuado a la grandeza y dignidad del amor matrimonial. A otros, en cambio, Cristo los llama a seguirlo más de cerca en el sacerdocio o en la vida consagrada. Qué hermoso es saber que Jesús te busca, se fija en ti y con su voz inconfundible te dice también a ti: ¡Sígueme! (cf. Mc 2,14).
Queridos jóvenes, para descubrir y seguir fielmente la forma de vida a la que el Señor os llame a cada uno, es indispensable permanecer en su amor como amigos”.
Momentos después de estas palabras, más de un millón y medio de jóvenes, hacían en absoluto silencio la adoración al Santísimo. Supongo que muchos de ellos le dirían al Señor: “Señor, aquí estoy para hacer tu voluntad”. Pidámosle al Señor que esa oración no sea un ramalazo momentáneo, que tenga continuidad y marque la vida de tantos y tantos que allí estuvieron, a fin que encuentren su vocación y sean auténticos apóstoles de Jesucristo cada uno en el género de vida al que Dios le llama.
P. Pedro Trevijano, sacerdote