La Iglesia ha recibido de Cristo su Señor la potestad de perdonar todos los pecados. No hay pecado, por grave que sea, que no tenga el perdón de Dios para aquel que se acerca con corazón arrepentido al sacramento del perdón, al sacramento de la confesión. Si calla sus pecados o los disimula de manera que no queden explícitamente confesados, no quedan perdonados.
Pero hay pecados que, además de ofender a Dios y a los hermanos, hieren profundamente a la Iglesia. Y ante estos pecados, para el bien medicinal de quienes los cometen, la Iglesia sentencia la excomunión. Por ejemplo, toda persona que haya participado conscientemente en un aborto, si llega a producirse, queda excomulgado en el mismo acto, aunque nadie lo sepa. Una persona excomulgada no puede recibir los sacramentos, sin que antes le sea levantada la pena de excomunión, y esta pena canónica sólo puede levantarla el obispo como responsable de la disciplina sacramental en su diócesis, y en algunos otros casos solamente el Papa. En el caso del aborto, la Iglesia expresa de esta manera su apoyo incondicional a la vida y la defensa de los más pobres, que en este caso son los que iban a nacer.
En las grandes peregrinaciones o acontecimientos eclesiales, la Iglesia abre de par en par las puertas de la misericordia divina y del perdón de Dios para todos los que se acerquen a recibirlo. Y por eso, el arzobispo de Madrid y otros obispos en sus respectivas diócesis, han delegado en todos los sacerdotes durante los días de la JMJ esta facultad de levantar la excomunión a quienes haya incurrido en ella por delito de aborto, de manera que, levantada la excomunión, puedan acercarse al sacramento de la penitencia, obtener el perdón de Dios y recibir así a Jesucristo en la comunión eucarística.
Por otra parte, el Papa ha concedido indulgencia plenaria para todos los que participan en la JMJ. La indulgencia es una gracia añadida al perdón sacramental. No se puede alcanzar esta gracia de la indulgencia, si no se recibe el perdón en el sacramento de la penitencia. La indulgencia no sustituye al sacramento, sino que es una gracia añadida al mismo sacramento. Esta gracia de la indulgencia puede alcanzarse cada uno de los días señalados en la comunión eucarística, orando por las intenciones del Papa.
Por la indulgencia plenaria se alcanza la sanación de todas las cicatrices y secuelas que han dejado en nosotros los pecados ya perdonados, de manera que nos sea más fácil en adelante progresar en la virtud. La indulgencia plenaria es una gracia que se concede en especiales circunstancias, como por ejemplo un año santo, algunas obras de piedad, etc. Es una gracia que sólo puede conceder el Papa, como supremo administrador del caudal de gracia acumulado por los méritos de Cristo, de su Madre santísima y de todos los santos.
La JMJ es por tanto un acontecimiento que trae consigo gracias especiales. Con ello, la Iglesia madre quiere para todos sus hijos una más profunda purificación y un mayor reforzamiento de la vida cristiana en todos sus aspectos y para eso abre de par en par las fuentes de la misericordia de Dios, que quiere sanar las heridas del corazón humano y fortalecer las virtudes en la vida del cristiano.
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba