A la muerte del Papa Juan Pablo II, que se desenvolvía tan maravillosamente bien ante los medios de comunicación, algunos creyeron que Benedicto XVI no iba a conectar con la juventud y, por lo tanto, las Jornadas Mundiales o desaparecerían o no tendrían el éxito y la resonancia de las anteriores. Se equivocaron. Los jóvenes están con él.
Llegó sin hacer ruido. Con una proverbial humildad. Con la fuerza de la sonrisa amable y de la palabra justa. Con la voz quebrada y el tono convencido. Con la fuerza de la idea madurada y sabiamente argumentada. Con la fuerza del gesto creíble, la mirada afectuosa y las manos elocuentes. Con la fuerza de su timidez unida al valiente atrevimiento, la sencillez y la energía. Camina paso a paso. Sabiendo bien hacia dónde va. Afrontando con convicción los envites. Con una confianza ilimitada en el Dueño de la viña, del que se siente humilde servidor. Libre y con convicciones, busca siempre la caridad en la verdad. Pensador de largo recorrido y mil batallas libradas. Músico de sensibilidad exquisita. Humanista de vasta cultura y hondo pensamiento. No deja indiferente a nadie. ¿Qué tiene Benedicto XVI que conecta bien con los jóvenes?
1. Alegre acogida
Desde la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Colonia, Benedicto XVI acogió con una sonrisa el afecto de los jóvenes congregados y les abrió los brazos “con inmensa alegría”. No defraudó. Los jóvenes le recibieron con cariño viendo en él al humilde servidor de los siervos de Dios, al trabajador de su viña que con sencillez y apertura de corazón ha conquistado en estos años a los cristianos jóvenes de todo el mundo. El les respondió con cariño: “Queridos jóvenes: es una dicha encontrarme con vosotros aquí”. Son las primeras palabras de Benedicto XVI a los jóvenes congregados en Colonia en agosto de 2005 durante la JMJ. El Papa acudía por primera vez a un gran evento de este tipo, convocado por Juan Pablo II años atrás, y asumía el gran reto de conectar con el rostro joven de la Iglesia tras la profunda huella dejada por su predecesor.
Benedicto XVI, como el beato Juan Pablo II, mira a los jóvenes con afecto. Los ve predispuestos al bien, llenos de generosidad y entrega. Muy lejos de las sospechas y las desconfianzas. Porque la juventud “sigue siendo en toda época la edad en la que se busca una vida más grande y se desea algo más que la cotidianidad regular de un empleo seguro” (A los jóvenes en la era de la globalización, 4 de septiembre de 2010).
Es verdad que los jóvenes viven “situaciones de inestabilidad, de turbación o de sufrimiento”, pero el Papa les anima: “¡No tengáis miedo de afrontar esas preguntas! Expresan las grandes aspiraciones que están presentes en vuestro corazón y esperan respuestas no superficiales, sino capaces de satisfacer vuestras auténticas esperanzas de vida y de felicidad” (A los jóvenes con motivo de la próxima JMJ, 15 de marzo de 2011). Cristo es quien puede colmar verdaderamente sus esperanzas: “Quien deja entrar a Cristo (en su propia vida) no pierde nada, nada, absolutamente nada. de lo que hace la vida libre, bella y grande” (Vaticano, 24 de abril de 2005).
2. Interpela a los jóvenes
El Papa Benedicto sitúa a los jóvenes con gran habilidad ante el propio yo y, como un auténtico maestro, toca la realidad humana:
“La etapa de la vida en la que estáis inmersos es tiempo de descubrimiento…. Es el momento, por tanto, de interrogaros sobre el sentido auténtico de la existencia y de preguntaros: ‘¿Estoy satisfecho con mi vida? ¿Hay algo que me falta?…. ¿En qué consiste una vida lograda? ¿Qué tengo que hacer? ¿Cuál podría ser mi proyecto de vida?” (A los jóvenes con motivo de la próxima JMJ, 15 de marzo de 2010).
La experiencia se convierte en un punto de partida para conducir a sus interlocutores, como buen pedagogo, a la escucha atenta del anuncio de Cristo Jesús. Porque “el cristianismo no es en primer lugar una moral, sino una experiencia de Jesucristo que nos ama personalmente” (A los jóvenes con motivo de la próxima JMJ, 15 de marzo de 2011). El propio joven es invitado a hacer experiencia de Cristo Resucitado en su vida: “No tengáis miedo” –les dirá en muchas ocasiones–, “abrid vuestro corazón a Dios, dejaos sorprender por Cristo…, abrid las puertas de vuestra libertad a su amor misericordioso (Colonia, 18 de agosto de 2005).
Y sus palabras tienen la convicción de quien ha vivido esta experiencia y camina por delante señalando el sendero. Es la credibilidad del testigo, de quien comunica lo que vive, y lo hace con pasión. El Papa recuerda a los jóvenes que “para crecer en la vida cristiana es necesario alimentarse del Cuerpo y de la Sangre de Cristo…; si participáis frecuentemente en la Eucaristía…, os llegará esa gozosa determinación de dedicar la vida a seguir las pautas del Evangelio” (A los jóvenes con ocasión de la XXIII JMJ, 20 de julio de 2007).
3. Llamada a un triple compromiso
La invitación a los jóvenes a vivir en profundidad la fe pasa por un triple compromiso: la coherencia de la propia vida, el anuncio evangélico a otros jóvenes y la aportación en la trasformación de la realidad. Estas tres dimensiones del seguimiento de Jesús son un leitmotiv en las intervenciones del Papa, que contempla a los jóvenes como destinatarios del anuncio y, al mismo tiempo, como agentes de la misión.
Benedicto XVI no duda en plantear una existencia que afronta los problemas de la realidad con coherencia:
“El riesgo es siempre el de permanecer prisioneros en el mundo de las cosas, de lo inmediato, de lo relativo, de lo útil, perdiendo la sensibilidad por lo que se refiere a nuestra dimensión espiritual. No se trata en absoluto de despreciar el uso de la razón o de rechazar el progreso científico, al contrario; se trata más bien de comprender que cada uno de nosotros no está hecho sólo de una dimensión horizontal, sino que comprende también la vertical. Los datos científicos y los instrumentos tecnológicos no pueden sustituir al mundo de la vida, a los horizontes del significado y de la libertad, a la riqueza de las relaciones de amistad y de amor” (Discurso a los jóvenes de San Marino-Montefeltro, 19.06.2011)
La Iglesia, añade el Papa, “necesita vuestro compromiso para llevar, especialmente a vuestros coetáneos, el anuncio evangélico…. La sociedad espera vuestra aportación para construir una convivencia común menos egoísta y más solidaria, realmente animada por los grandes ideales de la justicia, la libertad y la paz. Esta es vuestra misión, queridos jóvenes amigos, trabajemos por la justicia, por la paz, por la solidaridad, por la verdadera libertad” (Pavía, 21 de abril de 2007).
“Queridos jóvenes, es precisamente en la apertura a la verdad entera de nosotros, de nosotros mismos y del mundo donde advertimos la iniciativa de Dios hacia nosotros. Él sale al encuentro de cada hombre y le hace conocer el misterio de su amor. En el Señor Jesús, que murió por nosotros y nos ha dado el Espíritu Santo, hemos sido hechos incluso partícipes de la vida misma de Dios, pertenecemos a la familia de Dios. En Él, en Cristo, podéis encontrar las respuestas a las preguntas que acompañan vuestro camino, no de modo superficial, fácil, sino caminando con Jesús, viviendo con Jesús. El encuentro con Cristo no se resuelve en la adhesión a una doctrina, a una filosofía, sino que lo que Él os propone es compartir su misma vida, y así aprender a vivir, aprender qué es el hombre, qué soy yo. A ese joven, que le había preguntado qué hacer para entrar en la vida eterna, es decir, para vivir de verdad, Jesús le responde, invitándolo a separarse de sus bienes y añade: "¡Ven! ¡Sígueme!" (Mc 10,21). La palabra de Cristo muestra que vuestra vida encuentra significado en el misterio de Dios, que es Amor: un Amor exigente, profundo, que va más allá de la superficialidad” (Discurso a los jóvenes de San Marino-Montefeltro, 19.06.2011).
Por último invita a los jóvenes a “cultivar en el corazón deseos grandes de fraternidad, de justicia y de paz…. Empeñaos en construir vuestro futuro a través de itinerarios serios de formación personal y de estudio, para servir de modo competente y generoso al bien común” (A los jóvenes con motivo de la próxima JMJ, 22 de febrero de 2010).
4. Conclusión: la fuerza de Dios en la debilidad del hombre
Benedicto XVI representa entre nosotros la fuerza de Dios en medio de la debilidad. La fuerza de quien experimenta el peso de la cruz de Cristo y se siente sostenido por el amor de Dios. La fragilidad de sus muchos años no le paraliza ni le lleva a evadir los problemas. La fuerza de Dios se manifiesta en su mansedumbre, en su palabra libre y en sus gestos consecuentes.
Los jóvenes han sabido percibir en él, el rostro amable de la Iglesia, la luminosidad de su mensaje y la transparencia del Evangelio. Un pontífice que llegó sin hacer ruido, pero que ha mostrado al mundo la fortaleza de su palabra, la reciedumbre de su pensamiento, la coherencia en sus decisiones y la bondad de su sonrisa. Será por eso por lo que los jóvenes le quieren y le escuchan. Por eso, y porque con gran sencillez, los bendice con afecto.
+ Manuel Sánchez Monge, Obispo de Mondoñedo-Ferrol