Somalia se muere. Una hambruna más. Los datos, como siempre, impactantes.
El País: “A la guerra civil, que dura ya dos décadas, a la ausencia de una mínima presencia del Estado en el sur del país y a los elevados precios internacionales de los alimentos, se suma ahora el hambre. Cerca de cuatro millones de somalíes, casi la mitad de la población, necesita desesperadamente ayuda.” “La situación ha movilizado a la comunidad internacional, pero las coordenadas del desastre son complejas y van mucho más allá de los elevadísimos precios internacionales de los cereales y la sequía agudizada por el cambio climático. Somalia es un Estado fallido que desde hace 20 años se disputan con enorme violencia grupos armados de toda laya. El sur del país está controlado por Al Shahab, una milicia integrista islámica que Estados Unidos considera la franquicia local de Al Qaeda y que hasta comienzos de este mes no permitió el acceso de las organizaciones humanitarias a sus dominios. El Programa Mundial de Alimentos se retiró de la zona hace casi año y medio, debido a las condiciones impuestas por los fundamentalistas: tasas para repartir la ayuda y que ningún trabajador fuera mujer. Permanecer resulta una misión heroica para las ONG.”
ABC: “Desde que en 1991 se colapsara el sistema político somalí tras el derrocamiento del dictador Siad Barre, cerca de 700.000 personas han perdido la vida en los enfrentamientos librados en el país, primero por los clanes feudales, y ahora por las milicias islamistas. La anarquía política ha provocado el ascenso de las brigadas Al Shabab, que ya controlan cerca del 70% del territorio, y que parecen beneficiarse especialmente de la actual sequía. No en vano, el pasado viernes, la organización —considerada la rama de Al Qaida en el Cuerno de África— anunció su decisión de continuar vetando a las organizaciones humanitarias en Somalia, ante una hambruna que consideran «invención» de Occidente.”
Cadena SER: “Este lunes se celebra en Roma una reunión de urgencia para intentar buscar soluciones al drama humano, sin precedentes en los últimos 20 años, que se vive en el Cuarno de África. Naciones Unidas reclama algo más de mil quinientos millones de dólares para ayudar a más de 10 millones de personas en riesgo de muerte.”
Público: “Según el responsable de la FAO, otro de los motivos por los que la sequía es tan devastadora en Somalia es la prohibición de la milicia islamista Al Shabab vinculada a Al-Qaeda de impedir la entrada de las agencias humanitarias en el centro y sur del país. “Toda la población se quedó sin la ayuda del Programa Mundial de Alimentos. Ahora estamos volviendo a empezar de cero pero los efectos han sido devastadores”, asegura.”
La situación terrible. Se juntan la más grave sequía de los últimos 60 años, una guerra civil que dura ya más de veinte años, el veto de los islamistas radicales al reparto de ayuda humanitaria.
Me hago dos preguntas:
1. Somalia es un país de amplísima mayoría islámica que pasa del 98 % de sus habitantes. Los hermanos musulmanes ricos, los dueños del petróleo, los que acaban de construir la gran mezquita de Dubai con un coste aproximado de 600 millones de dólares y donde sólo la alfombra de la sala principal tiene un valor aproximado de 6,5 millones de dólares, los que se bañan en bañeras de oro, y derrochan por el mundo, ¿no pueden ayudar a sus hermanos más pobres?
2. ¿Nadie va a denunciar esa guerra civil permanente entre facciones islámicas? ¿Nadie va a denunciar que los mismos grupos de radicales islámicos niegan la hambruna y además impiden que la ayuda humanitaria llegue a la población?
No. No lo hará nadie. Eso sí, los de siempre pedirán que se venda el Vaticano.
¿Se imaginan que la iglesia católica alfombrase hoy San Pedro del Vaticano con una alfombra cuyo valor alcanzase los 6,5 millones de dólares? Pues eso se han gastado en la de la mezquita de Dubai cuando sus hermanos musulmanes de Somalia se mueren a chorros. Pero ni una palabra.
Y mientras el papa, Caritas, los obispos, toda la iglesia, haciendo esfuerzos extraordinarios para ayudar a estos hermanos.
P. Jorge González Guadalix, sacerdote