Acabo de terminar el libro, poco más que un opúsculo (124 pgs.) que José Antonio Sayés dedica a John P. Meier y su Judío Marginal.(Editorial Edicep, 2011). Naturalmente no voy a hacer una crítica teológica de Meier ni de Sayés, que excedería con mucho mis conocimientos. Me referiré a él desde la fe de un católico de filas y, como tal, expreso mi opinión. Ajena a tecnicismos teológicos.
He de decir, en primer lugar, que el libro de Sayés es de muy fácil lectura y que está al alcance de todo aquel que tenga un mínimo de conocimientos religiosos. Y, después, y ello me parece lo más importante, que confirma en la fe. Después de leerlo, uno sabe más sobre cuestiones fundamentales de la religión y se siente robustecido en sus creencias.
Y no se trata tanto de una crítica a Meier sino de puntualizaciones al mismo y al método histórico-crítico. Método que no se rechaza en absoluto sino que se precisa su alcance y sus riesgos si no se utiliza debidamente. La divinidad de Cristo, los milagros, la Resurrección, cuestiones todas ellas puestas en solfa por teólogos de hoy. Tras la lectura de Sayés queda uno mejor pertrechado para afrontar tantos ataques a la verdad católica. Y sin páginas abstrusas a las que es dificilísimo hincar el diente sin serios estudios teológicos. Esto está al alcance de todos o, por lo menos, de muchos.
Transcribo el último párrafo del libro:
“Una conclusión que se impone después de la lectura del Judío Marginal de John P. Meier, es que su estudio histórico-crítico ha estado apriorísticamente condicionado por la idea preconcebida de que el resultado debía satisfacer no sólo a los cristianos sino a los judíos e incluso a los ateos. Pero con ese condicionamiento no se puede llegar ni al Cristo de la fe ni al Jesús de la historia. Hay que ser libres para buscar la verdad, libres no sólo de pecado sino de ideologías, aunque sea al precio de la cruz, como lo hizo San Pablo que lo perdió todo y lo tenía por basura comparado con el conocimiento de Cristo (Flp 3, 8). Y San Pablo no se basaba ni en ideologías ni en experiencias subjetivas, sino en la realidad objetiva de la resurrección de la que conocía a los testigos y entre los cuales él mismo se situaba (1 Co 15, 3-8)”.
Mi conclusión es que el librito de Sayés a mí me satisfizo mucho. Y por ello lo recomiendo vivamente.
Francisco José Fernández de la Cigoña
Publicado originalmente en La cigüeña de la torre