Las despedidas nunca son buenas. Provocan nostalgia y acentúan el desprendimiento. Pero son necesarias de manera permanente en nuestra vida. Nuestra patria es el cielo, nuestra meta es Dios, e ir dejando tantas cosas y tantas personas en el camino de la vida supone muerte y dolor en el corazón. Es una experiencia común a todos los mortales. Dios nos prepara siempre algo mejor, aunque nos duela dejar lo que tenemos.
Llega el momento de deciros adiós a todos los feligreses de la diócesis de Tarazona, desde el Alto Jalón, Calatayud, Bajo Jalón, Borja y Tarazona. He visitado todas estas parroquias, he conocido a muchas personas, he intimado con bastantes sacerdotes. Y os escribo estas líneas a los pies de la Virgen del Pilar en Zaragoza. El 2 de febrero de 2005 vine a presentarme a ella, celebrando la Misa en la santa Capilla, ofreciéndole mi vida y pidiendo su intercesión maternal para la nueva tarea que comenzaba al frente de la diócesis de Tarazona. Hoy 5 de marzo de 2011 he vuelto a Zaragoza para asistir a la ordenación episcopal del nuevo obispo de Huesca y Jaca. Y me he postrado de nuevo ante esta bendita imagen del Pilar, rezando el rosario, para darle gracias por estos cinco años (más uno de prórroga) en el servicio episcopal a la diócesis de Tarazona.
En su corazón de Madre he recordado tantas cosas, tantas personas, tantos acontecimientos, que me es imposible poner por escrito. Y le he dado gracias con lágrimas en los ojos. Qué buena ha sido ella conmigo, cómo la he sentido cercana durante estos años. Os he ido recordando a cada uno de vosotros y le he pedido a ella que me prestara su amor de madre para amaros a vosotros con ese mismo corazón.
Os agradezco a todos vuestra acogida y vuestra colaboración, queridos sacerdotes, seglares, religiosas y monjas. La diócesis de Tarazona tiene futuro, porque lleva en su seno a Jesucristo, el único redentor del hombre. Este es su tesoro. En medio de las limitaciones y carencias humanas, la diócesis de Tarazona es rica en historia y santidad y tiene la preciosa tarea de llevar a sus hijos hasta la santidad, presentando ante el mundo una comunidad viva que transmite a las nuevas generaciones el tesoro de la fe y la vida cristiana. Sois como una lámpara que ilumina este mundo con la luz de Cristo. No ocultéis nunca esa luz.
Os pido perdón por todas mis deficiencias, por no haber respondido a lo que teníais derecho a recibir de mí. Yo también soy pecador y acudo con frecuencia al sacramento del perdón para recibir de Dios esa misericordia que sana nuestras heridas. En la misericordia de Dios descanso y encuentro estímulo para renovar mi entrega. Apelo a vuestra misericordia conmigo, pues conozco vuestra generosidad. No registro en mi corazón a ningún enemigo. Si alguno se ha sentido ofendido por mis actuaciones o por mis omisiones, quisiera compensarle con un plus de amor.
En Córdoba tenéis a este obispo que se entregó apasionadamente a su primera diócesis de Tarazona, viendo en ella a la Esposa de mi Señor Jesucristo. Tarazona forma parte de mi vida, vosotros sois protagonistas en mi biografía. En Córdoba tenéis un amigo que os acoge y reza siempre por vosotros. He vivido momentos muy gozosos, encuentros que me han hecho muy feliz entre vosotros. El resultado final de mi paso por Tarazona es para mí muy positivo. Os llevaré siempre en mi corazón y rezad a Dios por mí, como lo habéis hecho hasta ahora.
Hasta el cielo, queridos turiasonenses:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba y Administrador Apostólico de Tarazona