El pasado día 18 se reunieron en Roma, en la llamada sala de Congresos de la vaticana Congregación para las Causas de los Santos, un grupo de teólogos consultores de dicho dicasterio, de varios paísess, para discutir la posibilidad de conceder a San Juan de Ávila el título de Doctor de la Iglesia.
Dicha reunión había sido precedida por otra en la Congregación para la Doctrina de la Fe en la cual se declaró que la doctrina del Maestro Avila había sido "eminente", esto es, superior a la de otros teólogos, requisito previo para la declaración por parte del Papa de un nuevo Doctor. Ahora los consultores de las Causas de los Santos tenían que valorar la extensión de dicha doctrina en el mundo, su influjo en teólogos, autores de espiritualidad y santos, etc. La reuinón acabó con un voto unánime afirmativo, por lo que el doctorado de San Juan de Ávila está más cerca.
Ahora la custión debe ser discutida por un grupo de obispos y cardenales miembros del mismo dicasterio, que deberán recomendar al Papa dicha concesión de doctorado.
Sería un gran honor para la Iglesia española tener a un nuevo doctor de la Iglesia, y máxime si se trata uno tan conocido y querido por el clero español. Sería el primer Doctor español declarado desde que Pablo VI lo hiciese con la contemporánea del maestro Ávila, Teresa de Jesús. Anteriormente Pío XI lo había hecho con otro contemporáneo, San Juan de la Cruz y, en tiempos mucho más remotos, había sido declarado San Isidoro de Sevilla. Pero la declaración de Juan de Ávila, que sería una buena noticia para España y toda la hispanidad, nos llenaría de especial gozo a nosotros, sacerdotes españoles, de los que él es Patrón.
De hecho, San Juan de Ávila fue fundamentalmente eso, un sacerdote. Nacido en Almodóvar del Campo, en Castilla la Nueva. Estudió filosofía y teología en la Universidad de Alcalá, fue considerado como uno de las más influyentes y elocuentes figuras religiosas de la España del siglo XVI. Fue amigo de San Ignacio de Loyola y consejero espiritual de Santa Teresa, además de San Francisco de Borja. Como sacerdote mostró tal elocuencia, que el Arzobispo de Sevilla le pidió que se dedicara a la evangelización en su país. Trabajó durante 9 años en las misiones de Andalucía.
Famoso predicador, fue acusado ante la Santa Inquisición de Sevilla por predicar el rigorismo y la exclusión de los ricos del Reino de los Cielos. Luego de ser liberado, se dedicó a misionar en todas las regiones de España, principalmente en las ciudades. Los más famosos de sus escritos son sus cartas y el tratado: "Audi Filia". Fallecido en Montilla en 1569, fue beatificado en 1894, declarado Patrono del clero secular español por Pío XII en 1946 y canonizado por Pablo VI en 1970. La Compañía de Jesús celebra su fiesta como si se tratase de uno de sus miembros, ya que Juan veneró siempre a esta orden y a su fundador.
El magisterio de Juan de Ávila no terminó con su vida. Sus abundantes escritos han influido notablemente en la historia de la espiritualidad y de la renovación eclesial. En la Biblioteca de Autores Cristianos sus obras conocidas ocupan varios volúmenes. Se enumeran no menos de catorce ediciones generales españolas y tres en otras lenguas, en distintas épocas. De obras por separado son numerosas las ediciones y versiones a distintos idiomas. De su Epistolario hay al menos veintitrés ediciones extranjeras. El tratado "Audi Filia" es un clásico de la espiritualidad. Se tradujo muy pronto al italiano, francés, alemán e inglés. Los católicos perseguidos en Inglaterra encontraban en él un gran aliento. Fray Luis de Granada afirmaba: "Lo tengo en la cabeza por haberlo leído muchas veces". Felipe II lo tenía de libro de cabecera. El Cardenal Astorga, arzobispo de Toledo, decía: "este libro ha convertido más almas que letras tiene".
Su influencia en el Concilio de Trento ha sido puesta de manifiesto por los especialistas. No pudo participar en él por su precaria salud. Pero a través del Arzobispo de Granada, D. Pedro Guerrero, envió dos Memoriales, que fueron acogidos en el aula conciliar con aplauso general. Sus criterios influyeron en los acuerdos de este Concilio en temas de tanta importancia como la institución de los Seminarios, la reforma del estado eclesiástico o la catequesis, de modo que Pablo VI pudo decir en la homilía de canonización que "el Concilio de Trento adoptó decisiones que él había preconizado mucho tiempo antes".
El Maestro Ávila pertenece a ese grupo de verdaderos reformadores que alentaron e iluminaron la renovación de la Iglesia en aquellos tiempos recios del siglo XVI. Su influencia se puede comprobar también en varios Concilios provinciales de aplicación de Trento: en los de Toledo, Granada, Santiago de Compostela, Valencia y, pasando al Nuevo Mundo, en el tercer Concilio de Lima y de México.
Sus escritos fueron fuente de inspiración para la espiritulidad sacerdotal. A él se le puede considerar como el promotor del movimiento místico entre los sacerdotes seculares. La obra clásica "Instrucción de sacerdotes", de Antonio de Molina, tan leída a lo largo de los siglos XVII y XVIII, trancribe con frecuencia al Maestro Ávila. Su influencia se detecta también en la escuela sacerdotal francesa : uno de sus fundadores, el Cardenal Bérulle, afirmaba que dicha escuela ya había sido un diseño de Juan de Ávila. San Francisco de Sales lo menciona elogiosamente en el "Tratado del Amor de Dios" y en la "Introducción a la vida devota" trae pasajes del "Audi Filia", remitiéndose a su autoridad espiritual. San Antonio Mª Claret, lector asiduo del Maestro Ávila, confesaba: "Su estilo es el que más se me ha adaptado y el que he conocido que más felices resultados daba. ¡Gloria sea a Dios Nuestro Señor, que me ha hecho conocer los escritos y obras de ese gran Maestro de predicadores y padre de buenos y celosísimos sacerdotes!".
Ya en nuestro siglo, Juan de Ávila ha sido una referencia para el clero diocesano, no solo en España, sino también en otros países, particularmente en América. Su figura influyó de manera notable entre nosotros en el resurgir de la espiritualidad sacerdotal a mitad de este siglo. La declaración de Patrono del clero secular español impulsó nuevos estudios sobre su doctrina y vida. En las "academias sacerdotales" de los Seminarios se estudiaban sus obras y, mirando al Apóstol de Andalucía, se alentaba la santidad y espiritualidad propia del sacerdote diocesano. En este ambiente se recibió con entusiasmo su canonización y actualmente su fiesta del 10 de Mayo es en la mayoría de las Diócesis una jornada de fraternidad en la unión del presbiterio y en la celebración gozosa de las Bodas de oro y de plata sacerdotales.
P. Alberto Royo Mejía, sacerdote