Educar es tener una idea precisa del modelo de persona que se persigue, es decir enseñar el significado de la vida, el por qué y para qué vivir, lo que propicia el desarrollo de la persona.
Para empezar hay muchos que al no ser creyentes no creen ni en el pecado original, ni en la libertad humana. Uno puede preguntarse qué relación tiene esto con la educación. Pero es que, gracias al pecado original sabemos que el hombre ha sido creado libre, que en él la inclinación al bien es más original y profunda que su tendencia al mal, pero también que tenemos una tendencia al mal. En pocas palabras somos libres y podemos hacer un buen o mal uso de esa libertad. Por ello lo acertado es enseñar con el evangelio que “la verdad os hará libres” (Jn 8,32) y no como los relativistas “la libertad os hará verdaderos”.
El estudio capacita y prepara para la vida. Para ello los centros de enseñanza deben ser eso, centros de enseñanza que saben exigir y no garajes para chicos. Objetivo de la enseñanza es la educación académica, impartiendo unos conocimientos que transmiten a los alumnos los elementos básicos de la cultura, pero formándoles también para que sepan asumir sus deberes morales, pues la formación del carácter es aún más importante que la transmisión de unos conocimientos, ayudándoles a que encuentren estímulos y motivación, en especial en lo referente al estudio y trabajo, para que así puedan tener una categoría personal y ejercer sus derechos sabiendo respetar los de los demás. No nos olvidemos que el mundo se cambia por las ideas, porque son éstas las que guían la acción, aunque está claro que el primer paso para mejorar el mundo es la mejora de nosotros mismos.
El primer deber de los alumnos es estudiar. No se adquieren conocimientos sin esfuerzo y el trabajo es una pieza indispensable en la formación personal e integral de los adolescentes. Es indudable que una enseñanza que se precie es una enseñanza en valores, debiendo creyentes y no creyentes encontrar un campo común en la Declaración de los Derechos Humanos, de los que nuestra Constitución afirma que es a su luz como hay que interpretar la propia Constitución y nuestros derechos y libertades. Y uno de estos derechos humanos y constitucionales es el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias convicciones religiosas y morales.
En educación nunca hemos tenido tantos medios, pero pocas veces se han tenido ideas tan oscuras sobre lo que es educar. Para muchos la educación es mecanicista y conductista, a base de estímulos y respuestas, pero donde no se cultiva ni el esfuerzo ni la responsabilidad. Un ejemplo claro de esta falsa concepción de lo que es la Educación ha sido la LOGSE y su sucesora la LOE, y por eso ha sido el desastre educativo que ha resultado. Una concepción equivocada de lo que es el alumno, con el pase automático de curso y la mezcla de alumnos de muy distintos niveles, así como el no plantearse qué hacer con los alumnos que no tienen ninguna gana de estudiar, y su única aspiración era cumplir los dieciséis años para verse libres de escolarización, por lo que si venían a clase era sólo para molestar, sin contar con que si un alumno molestaba gravemente a otro u otra, era la víctima la que tenía que cambiarse de centro, porque para echar al primero había que encontrarle otro centro que lo admitiese, lo que era prácticamente imposible. Todo esto ha hecho que la LOGSE y su sucesora regasen fuera de tiesto.
En el ser humano su herencia cultural es muy importante. Las bases de nuestra civilización están en Jerusalén, Atenas y Roma. En Jerusalén tiene su origen nuestra concepción religiosa, pero sobre todo Jesucristo, quien nos enseña que el hombre necesita salvación y que Él es nuestro Salvador, porque Dios desde siempre nos ha querido, que eso es la buena noticia del evangelio. De Atenas y su Filosofía hemos aprendido el valor de la Razón y de Roma el del Derecho. En educación es imprescindible la autoridad, porque los alumnos necesitan referentes, y sin autoridad, disciplina y esfuerzo, los padres y profesores no pueden realizar su tarea.
Los seres humanos somos iguales en dignidad, pero diferentes, porque somos libres. No sólo debemos contestar a la pregunta qué es el hombre, sino también a dónde vamos. Las demás culturas pueden aportar elementos valiosos, pero la respuesta hacia dónde vamos está en Jesús, quien nos ha enseñado el valor inconmensurable de la persona humana.
Desgraciadamente hoy lo que prevalece con frecuencia es el sentimiento y en cambio en nuestra tarea de educadores lo importante es enseñar a pensar, a reflexionar. Uno de los mayores dones que Dios nos ha dado es el de la inteligencia. Pero desgraciadamente muchos la dejan atrofiarse porque su único libro es la televisión y tienen un gran vacío en su pensamiento, pues desconocen la Religión y la Filosofía e ignoran sus raíces, es decir la Historia, y como además no quieren darse cuenta de que no son lo que deben ser, en vez de poner remedio, lo que hacen es no discurrir y evadirse de cualquier responsabilidad.
En pocas palabras, padres y profesores debemos ser auténticos referentes porque estamos empeñados en la tarea de enseñar a nuestros hijos y alumnos a ser cada vez más personas. Pero para ello debemos tener el prestigio de la autoridad que nos da nuestro amor a los adolescentes y jóvenes y en el caso de los profesores, también nuestros conocimientos puestos a su servicio.
P. Pedro Trevijano, sacerdote