Si hay un país que ha sufrido mucho los casos de pederastia entre el clero ha sido sin duda Estados Unidos. Aunque parece que últimamente el número de denuncias se ha reducido considerablemente, durante años y años el tema ha sido protagonista de las portadas de los periódicos, noticias televisivas, debates, etc. Fue por supuesto motivo de escándalo para la mayoría y, para muchos, una prueba dura para su fe. No se puede pedir a todos que tengan una fe robusta capaz de resistir tales pruebas, y como consecuencia algunos dejaron la Iglesia. En estos últimos días leemos que en Alemania y en Austria muchos planean dejar la Iglesia por el mismo tema, y no seré yo el que les culpe, pues el golpe ha sido muy fuerte. Pues por esa experiencia ha pasado la Iglesia americana, y de modo más dramático todavía.
Lo hermoso del caso es que la Iglesia americana ha renacido. El Señor ha hecho que de esa terrible experiencia haya salido más fortalecida pues ha sido purificada, y ahora como antes, se hace atractiva para los que buscan a Dios. Sé que a alguno le pueden parecer exageradas las cifras, pues en nuestro país no estamos acostumbrados a ellas, pero en las fuentes de la Conferencia Episcopal de EEUU leo que en el 2008 más de 130.000 adultos se hicieron católicos (entre los que se bautizaron y los que fueron recibidos a la plena comunión católica estando ya bautizados en otra confesión cristiana).
En 2009 fueron alrededor de 150.000 y, para este año, concretamente para la noche de Pascua, las previsiones nos las dio días antes la agencia Zenit. Aunque siempre puede haber imprevistos de última hora, quizás alguno que se haya echado atrás o se haya puesto enfermo, las cifras previstas, que seguramente se habrán confirmado, son muy positivas:
La diócesis de Dallas, Texas, se preparaba a recibir a tres mil nuevos católicos. De ellos, 700 catecúmenos (nunca bautizados antes) y 2.300 candidatos (ya bautizados válidamente en la fe cristiana, pero que buscan la plena comunión con la Iglesia). También en Texas, la archidiócesis de San Antonio informaba de que 1.112 personas entrarían en la Iglesia. Un buen número de ellos son jóvenes, que ya han alcanzado edad suficiente, incluyendo a 214 niños catecúmenos y 124 niños candidatos. La diócesis de Forth Worth, en el mismo estado, daría la bienvenida a en torno al mismo número de nuevos católicos.
La archidiócesis de Atlanta se preparaba a acoger a 1.800 nuevos miembros de la Iglesia, que es el mayor número que se recuerda en esta región, informaba el dossier de prensa. En la Costa Oeste, la archidiócesis de Los Ángeles, que es la mayor diócesis de todo el país, recibiría a 2.400 nuevos miembros. En Seattle, 682 personas serían bautizadas y 479 serían recibidas en la plena comunión. La archidiócesis de Portland, Oregón, daría la bienvenida a 842 nuevos católicos. Otras diócesis que esperaban en torno a mil nuevos miembros son: Detroit, Michigan (1.225); Cincinnati, Ohio (1.049); Denver, Colorado (1.102); Arlington, Virginia (1.100); Washington, D.C. (1.150).
Los números, además de impresionantes, me parecen un auténtico don de Dios, considerando las circunstancias en la que se encuentra aquella Iglesia, que está todavía recuperándose de las heridas. Y, por otro lado, estas cifras pueden ser para nosotros un signo de esperanza, que tanto la necesitamos. Si ya eran difíciles las cosas para los creyentes europeos, ha venido la crisis de los casos de pederastia clerical a hacérselas todavía más difíciles, con el bombardeo de la prensa y demás recursos mediáticos.
Y, sin embargo, "Non est abbreviata manus Domini", la bondad de Dios no se ha acabado, y del mismo modo que en aquel continente la tormenta está pasando y florece una nueva primavera para la Iglesia, algo parecido puede pasar en nuestra vieja Europa. Quizás habrá que esperar un poco, pero puede pasar. Por fortuna ya ahora empezamos a ver algunos signos de esperanza, tímidos pero hermosos, por aquí y por allá en este nuestro querido continente: En Francia han aumentado mucho este año el número de adultos que se incorporan a la Iglesia, concretamente para la Pascua se esperaban unos 3.000 bautizos de adultos. En España, los bautismos de adultos han aumentado también: En una diócesis modesta, como es la mía de Getafe, el número de bautismos de adultos en la Vigilia Pascual crece cada año, éste también, casi duplicando los del año pasado.
Si a esto sumamos noticias que nos llegan de otros lugares, como de Hong Kong, donde en la noche de Pascua el número de católicos ha aumentado en casi 3.000 (número altísimo, si se considera que el total de los miembros de la Iglesia en aquella tierra ronda los 350.000), y otras noticias parecidas, con números más o menos altos, nos damos cuenta de que, a pesar de las miserias humanas de los miembros de la Iglesia, especialmente los de la jerarquía, que hacen mayor daño porque mayor es su obligación de ser ejemplo para todos, y que por su carácter de personajes públicos provocan que se ceben los medios de comunicación cuando viven indignamente, a pesar de todo eso, Dios sigue haciendo su labor en el interior de las personas, atrayéndolas a la gran familia de sus hijos y sus hijas.
Estamos en las manos de Dios, y ahora se ve todavía más claro, si es que antes alguno no lo veía. De la noche a la mañana la Iglesia puede pasar por momentos terribles y solamente el Señor puede convertir ese dolor en futura alegría, como ha hecho tantas y tantas veces en la historia de esta nave suya tan zarandeada por los vientos. Tantos signos por aquí y por allí nos invitan a seguir confiando, que Él todavía tiene proyectos de futuro maravillosos para los que le aman. Esperemos que todos estos nuevos católicos, que vienen cargados de expectativas e ilusiones ayuden a construir una Iglesia cada día más ejemplar para propios y extraños.
Alberto Royo Mejía, sacerdote