El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, aseguró que existen tragedias mayores que la de Haiti, como nuestra pobre situación espiritual. A partir de ahí, todo el mariachi progre (El País, El Mundo –progresía de derechas- Público, El Plural, El Periódico, etc) se lanzó a la yugular del prelado, al que tienen muchas ganas. Si hubiera hablado, por ejemplo, del padrenuestro, no lo habrían publicado o lo habrían relegado a una columna de sociedad, en página par. Pero como había posibilidades de clavarle el rejón a un obispo fiel a Cristo –“ultra” según la terminología al uso-.
Y no es que sus palabras se hayan manipulado, es que sus palabras son ciertas… incluso para Haití. Munilla ha dicho, de otra forma, lo mismo que el escritor exiliado haitiano Jean Métellus, en el diario ABC: “Si la comunidad internacional no toma medidas urgentes, la generosa ayuda masiva puede precipitar nuevas tragedias. Es de temer que gobernantes, diputados, senadores, policías, militares, se entreguen al robo y pillaje de la ayuda internacional”.
En definitiva, el terremoto ha dejado en la miseria a los haitianos, pero para salir de la miseria no sólo se necesita ayuda material sino también ayuda moral. Si no se aborda el problema de la corrupción moral la ayuda no servirá para nada. La misma inmoralidad rampante de antes del seísmo provocaba miseria, ahora puede provocar miseria violenta, producto de la desesperación.
De hecho, Haití supone el final del modelo onegero, basado en las subvenciones públicas y en la ayuda mediática. En la isla caribeña azotada por el seísmo nos hemos caído del guindo y hemos visto que el modelo se ha agotado y que bajo la capa de la cooperación se esconde mucha vanidad, cuando no una monumental estafa. El tsunami del sur de Asia y el terremoto caribeño han resultado dos aldabonazos que llevan a una conclusión muy simple. Lo que se necesita ante una tragedia son dos elementos: militares y misioneros.
Prueba primera: contra el tsunami asiático lo más efectivo, y lo primero, que llegó a las costas afectadas fue la US Navy. La progresía bromeó entonces preguntándose si el presidente Bush pretendía bombardear a los damnificados. Lo cierto es que los portaaviones llevan un enorme hospital flotante, y pueden repartir comida, medicamentos y ayudas de emergencia a poblaciones enteras.
Sí, en un primer momento, la ayuda de emergencia debe estar compuesta por ejército y de miembros de institutos armados. Las escenas de pillaje y rapiña en Puerto Príncipe dan razón de este argumento.
Luego los misioneros, por la sencilla razón de que las ONG regresan a casa al mismo tiempo que las cámaras de TV. Con los haitianos se quedan los misioneros, a compartir su suerte, además, curas y religiosos conocen mejor que nadie a la gente y saben quién necesita ayuda y qué tipo de ayuda. Encima, los misioneros saben que lo más importante para el desarrollo de los pueblos y que tiene mucho que ver con la relación entre desarrollo y moral y entre economía y justicia: no sólo de pan vive el hombre.
Instituciones como Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), que canalizan la ayuda a través de parroquias y monasterios multiplican la eficiencia de los voluntarios.
Las ONG suelen ser organizaciones de ida y vuelta que organizan vacaciones para cooperantes. Nadie niega la buena voluntad de la mayoría de los voluntarios, pero no están capacitados para transformar un país. Los progres nunca han sabido progresar.
Para el rescate, soldados, policías y bomberos; para la reconstrucción, misioneros.
Aunque todo lo anterior nada vale frente a la observación más profunda pronunciada en el mundo este fin de semana, naturalmente a cargo de la secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín. ¿A qué no saben ustedes quién colocó a Haití en la agenda política mundial? Acertaron: fue ZP, el mismo que ha enviado ayuda “inminente” tras la tragedia. En medio de la desolación, declaraciones como la dePajín no provocan risa, sino otra cosa.
Eulogio López, director de Hispanidad.com