José quería sorprender a María con su regalo. Elige las mejores maderas, fabrica a escondidas la cuna donde descansará su Amor.
María y sus parientes tejen ropa y mantas que abrigarán al Niño Dios… De repente anuncian por todo Nazaret que deben acudir a la plaza para escuchar el decreto del César…
Por aquellos días Augusto César decretó que se levantara un censo en todo el imperio romano. (Este primer censo se efectuó cuando Quirino gobernaba en Siria). Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo (Lc 2, 1-3).
José, abatido, mira con lágrimas a su esposa… Es el momento menos apropiado para ponerse en camino, tendrán que andar 150 kilómetros. ¿Cómo puede desear Dios que renuncien a lo que con tanto amor han preparado?
Los dos callan, pero María sonríe. Al llegar a casa, José muestra la cunita que no se podrán llevar… María vuelve a sonreír y dice: vamos a Belén.
También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la ciudad de David, para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada (Lc 2, 4-7).
María y José marchan felices hacia Belén. En esa peregrinación, sus corazones se preparan para el momento decisivo. Encontrarán rechazo, desprecio y abandono. Cuando tú peregrines al encuentro de Dios te ocurrirá lo mismo.
Entran en la ciudad de sus antepasados con la esperanza de encontrar pronto hospedaje. José implora auxilio de casa en casa, repletas de betlemitas que han acudido al censo. María acusa los dolores del parto… Descubren una cueva que sirve de refugio a los animales.
En aquella gruta, la Santísima Virgen da a luz a su primogénito; lo recuesta en un pesebre. Extasiados miran al Niño… María sonríe, enseñándonos cómo acariciar y adorar a Dios.
Los hombres, a los que Dios ama hasta el extremo de hacerse niño indefenso y débil, cierran sus puertas. Ahora Dios duerme en el lugar donde comen los animales…
En la contrariedad los santos esposos ven la mano divina. El Señor actúa en los acontecimientos de la vida para llevar a cabo sus planes. Cuando nos abrimos a su voluntad, Él lo cambia todo.
El Amor desea que seas desprendido, dócil, sin apegos… Te pide salir de tu casa con lo puesto y caminar… Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto, sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas (Mc 6, 8-9).
Deja en la puerta del portal de Belén tus otros amores, tus proyectos, aunque creas que son santos… Renuncia a tus planes y podrás coger en tus brazos al Niño Dios… Y María sonríe…
Ignacio María Doñoro de los Ríos, sacerdote