El partido de Mariano Rajoy ha sufrido la peor de todas su derrotas, porque además de perder en el Congreso la votación de la nueva ley del aborto, conocida como la ley Aido, ha dilapidado el poco capital moral que le quedaba y, por esto, será duramente juzgado por la Historia. Al mirar el poder con ojos impuros porque quieren llegar a la Moncloa como sea, los dirigentes del Partido Popular han renunciado a defender el derecho a la vida y se han escondido debajo de la espesa capa de sangre derramada por más de un millón de seres inocentes, que han sucumbido por la condena a muerte dictada por la ley que los socialistas aprobaron en 1985. La misma ley que ahora defienden los diputados del Partido Popular, al grito unánime de «contra la Ley Aido, cumplir y hacer cumplir la ley del 85».
La inmoralidad de este comportamiento sólo es comparable al inmenso ridículo que está haciendo el PP presentando como alternativa al PSOE una ley socialista, que ahora hace suya la derecha. No cabe mayor corrupción moral que proclamarse defensor de la vida y levantar a un mismo tiempo la bandera de la ley abortista del 85.
Están muy equivocados los dirigentes del PP si creen que sus conciencias tarde o temprano no les van a reprochar la responsabilidad que tienen en este genocidio. Cierto que, después de domesticar a la práctica totalidad de los movimientos familiares y pro vida, ya nada le reprochan a la derecha porque casi todas estas organizaciones por un puñado de monedas sólo gritan y se movilizan cuando el aborto lo promueve el PSOE, y en el colmo de los disparates, algunos ni por dinero, les basta con satisfacer su enfermiza vanidad; pero no olviden los del PP que, algún día, la desesperación de todos estos traidores de los movimientos pro vida y de la familia les arrojará a la cara las monedas de su criminal complicidad.
Y tampoco les puede servir de tranquilizante la información interesada y partidista que transmiten sus medios de comunicación de nula credibilidad, porque cada día aumenta el número de los que descubren que la libertad de expresión ha huido de las ondas y del papel para refugiarse en internet. Y es en la red y en los blogs, que el Partido Popular no puede ni podrá controlar, donde de verdad se está creando opinión.
En conclusión, resulta inaceptable para cualquier conciencia recta formar parte de una organización que defienda la fortaleza de sus muros con fosos repletos de sangre inocente. Y es más que suficiente la razón y los conocimientos de la Biología para descubrir el enorme genocidio que ha provocado la ley abortista que aprobó el PSOE en 1985 y que ahora hace suya el Partido Popular.
Pero hay en toda esta enorme corrupción moral un drama, un hecho de lo más lamentable, como es que sean precisamente los diputados del Partido Popular reconocidos públicamente como católicos a los que se les ha encargado la tarea de la contaminación doctrinal, defendiendo en los medios de comunicación la ley abortista de 1985. Y son precisamente los católicos del Partido Popular los responsables de haber hecho creer a la sociedad que hay dos tipos de abortos: uno, el malo e inmoral que es el que propone el PSOE; y otro, el aborto bueno, que es el que ampara el PP. Pienso que este es el mayor escándalo de toda la historia de la democracia.
Javier Paredes, catedrático de Historia