Cuánto cuesta al mundo moderno comprender que solo el reconocimiento de la soberanía de Dios y la humilde oración, pueden permitir al mundo caminar en la paz y la concordia. En estos días hemos visto continuar la guerra desatada en diversas partes del mundo; en las mismas tierras donde vivió Nuestro Señor Jesucristo. Por ello resuenan con particular fuerza las palabras que la Virgen del Rosario de Fátima manifestó a los pastorcitos en la primera aparición, el 13 de mayo de 1917: «Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra». El 13 de octubre de 1917, día de la última aparición, la Virgen María les dijo: «Soy la Virgen del Rosario. Deseo que en este lugar se levante una capilla en mi honor. Que continuéis rezando el Rosario todos los días. La guerra va a acabar y los soldados volverán en breve a sus casas«. Luego dijo: «Es preciso que los hombres se enmienden, que pidan perdón de sus pecados. Que no ofendan más a Nuestro Señor, que es ya demasiado ofendido».
En octubre la Iglesia celebra el Mes del Rosario, en recuerdo de otro momento de guerra y temor, como fue la Batalla de Lepanto, que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571, en el golfo de Patras, ganada por los cristianos a los musulmanes, que pretendían invadir occidente, por la intercesión de la Santísima Virgen, invocada por muchos meses por los cristianos de Europa, encabezados por el Papa San Pio V.
Son muchas las circunstancias actuales de violencia y guerras que nos hacen temer por el futuro del mundo y de cada uno de nosotros. Tanto a nivel global, como nacional o individual. Como en pocos momentos de la historia, el mundo se encuentra sobrecogido por el temor y la inseguridad y, por esta razón, es necesario seguir los caminos que el mismo Dios nos ha mostrado por medio de Su Madre: Rezar el Rosario. Las guerras y las violencias terminan cuando el corazón humano se abre a la acción de la gracia divina. También la conversión de los pecadores y de cada uno de nosotros se logra por la oración y sobre todo por el rezo del Santo Rosario. Cuentan que cuando Santo Domingo de Guzmán empezaba a desanimarse al ver que en los sitios donde predicaba la gente no se convertía y los errores no se alejaban, le pidió a la Virgen María que le iluminara algún remedio para conseguir la salvación de aquellas personas. Ella le dijo en una visión: «Estos terrenos no producirán frutos de conversión sino reciben abundante lluvia de oración«, y le enseñó a rezar el Rosario, que desde esa época se hizo el arma mas poderosa de los cristianos frente a las dificultades de la vida.
«Santo Rosario. Los gozos, los dolores y las glorias de la vida de la Virgen tejen una corona de alabanzas, que repiten ininterrumpidamente los Ángeles y los Santos del Cielo…, y quienes aman a nuestra Madre aquí en la tierra. Practica a diario esta devoción santa, y difúndela». (Forja 621)
+Juan Ignacio