Jóvenes «en» la Iglesia, juventud «de» la Iglesia
Cardenal Müller en la Peregrinación de Chartres con el templo abarrotado de jóvenes

Jóvenes «en» la Iglesia, juventud «de» la Iglesia

Un pensamiento vulgar asegura que la tradición está constituida por la cadena de tradiciones protagonizada por los viejos, y que los jóvenes son atraídos por las novedades, por el invento de novedosos artificios. Pero la realidad de la vida de la Iglesia y de la brecha abierta en ella, desmiente esa presunta verdad. Desde el Vaticano II, el progresismo ha reinado como imposición de la realidad eclesial; ésa sería la auténtica presencia eclesial. El conocimiento realista de lo que ocurre, muestra que el progresismo es estéril, incapaz de una novedad que se abra al futuro. Los datos son incontrovertibles: seminarios diocesanos y noviciados religiosos vacíos, comunidades al borde del agotamiento, ilusiones todas desmentidas por una verdad innegable. Esto ocurre, especialmente, en Europa, donde se ha desconfiado de la auténtica Tradición, la que se renueva incesantemente según una ley que expresa la Voluntad del Señor, Esposo celestial de la Iglesia, que es Madre y Maestra, y por lo tanto abunda en hijos y en discípulos.

El panorama de decadencia y de muerte que es consecuencia de la arbitraria persecución de lo realmente nuevo, es alterado ahora por un fenómeno innegable, en el que reluce la Esperanza: en los viejos y desgastados rincones donde ha reinado el síndrome posconciliar, las multitudes de jóvenes descubren con alegría la Tradición de siempre y la abrazan como la realidad auténtica de una Iglesia que florece, para dar fruto en la sociedad contemporánea. Se inicia, así, un nuevo ciclo cristiano. Esto se registra, especialmente, en Estados Unidos, donde se está empezando a vivir un renacer eucarístico; que tuvo claras y alentadoras expresiones en el reciente Congreso Eucarístico Nacional, y las multitudinarias peregrinaciones previas. Se dan, también, situaciones similares, por ejemplo, en países como Argentina y España; con algunas parroquias y grupos que desbordan de jóvenes fervorosos, empeñados seriamente en buscar la gloria de Dios y la propia santidad. Y que asisten, cada vez en mayor número, a las peregrinaciones de Nuestra Señora de la Cristiandad; y otras manifestaciones públicas de la Fe, en las que se muestra un catolicismo nítido, sin temor al testimonio y al heroísmo.

Un caso sorprendente es el de Francia, país en el cual el oficialismo eclesiástico se hartó de perseguir al lefebvrismo; ahora los jóvenes recrean las gozosas tradiciones que tienen raíces seculares. Los jóvenes quedan deslumbrados por el latín, la lengua propia del catolicismo. El fenómeno al que he aludido impone pacíficamente su realidad: seminarios y noviciados que vuelven a la vida, familias numerosas en las que la Humanae vitae, reina con su reivindicación de la castidad evangélica; una sociedad que recupera el sentido cristiano consagrado en las encíclicas de León XIII. En suma, el futuro de la Iglesia que mira hacia la Venida del Señor, siempre presente.

Lo que he escrito sobre el gusto de los jóvenes por el latín es muy significativo. La Misa de Siempre –de la que Benedicto XVI ha dicho que nunca fue abolida-, se caracteriza por su profundidad teológica y su belleza literaria, que tienen sus raíces en el siglo VI. La teología asume el Credo de la Iglesia, y en cuanto al lenguaje, hay que pensar que no se lo recitaba sino, simplemente, se cantaba; en esto el rito latino se identifica con los variados ritos orientales. Una ventaja original es el canto gregoriano, con su ritmo libre y sus pasajes complejos y, a la vez, clarísimos, aptos para el canto coral. La tragedia es que el oficialismo eclesial lo haya abandonado para reemplazarlo por músicas guitarreras. En la Argentina hubo hallazgos valiosos para la «Misa nueva» en castellano, como fue la colección de Salmos compuesta por el padre Osvaldo Catena. Pero, desgraciadamente, lo que se ha difundido en general carece de un valor musical apreciable.

Hablo con toda autoridad. Yo desde mi Ordenación como presbítero solo he celebrado la Misa de Pablo VI; con la mayor devoción y amor que he podido. Nunca celebré la Misa Tradicional.

El nuevo fenómeno del influjo de los jóvenes en la Iglesia Católica se ha manifestado rotundamente contra la blasfemia que alteró la inauguración de los Juegos Olímpicos. El atentado fue una parodia con travestis y «drags queens» de la Última Cena de Jesús con sus discípulos, escena que históricamente cultivaron los grandes pintores como Leonardo. Cómo habrá sido la escandalosa versión, que la Conferencia Episcopal Francesa, siempre tan reticente, lamentó profundamente la burla y mofa que se hizo del cristianismo, señalando que fue obra del prejuicio de algunos artistas. Era una secuencia que llevó por título «Festividad», en la cual el Señor y los apóstoles fueron constituidos por personajes pervertidos, «una modelo trans» y el cantante Philippe Katerine, casi desnudo, y con algunos atributos de Dionisos, el dios griego del vino y la fiesta. La izquierda política celebró el hecho, aduciendo que la ceremonia ha servido para realzar los valores de libertad, igualdad y fraternidad. En cambio, la derecha de Marine Le Pen censuró la blasfemia a la cual se unieron, también, imágenes que humillaban la gloriosa historia de Francia.

Los jóvenes en todo el mundo representaron la reacción de la Iglesia ante aquel desborde de cultura anticristiana. En la juventud que reacciona contra la burla infligida a la tradición cristiana de Europa y a la Verdad de la Fe Católica, se manifiesta la juventud de la Iglesia. En el ambiguo fenómeno del mundo digital y el desarrollo selvático de las redes, son también los jóvenes quienes expresan la presencia del cristianismo; son ellos quienes otorgan visibilidad actual a la Tradición de la Iglesia como testigos de la misma. ¿Cómo se explica este fenómeno sino en el Misterio de la Providencia y de la presencia permanente y cumplida del Señor?: «Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). En esta palabra se funda nuestra serena Esperanza.

Una conclusión: la juventud de la Iglesia, don de Cristo Resucitado, es la perenne actualidad de su Tradición.

+ Héctor Aguer
Arzobispo Emérito de La Plata.

Buenos Aires, jueves 15 de Agosto de 2024.
Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María. –

 

3 comentarios

Martín de BA
Gracias monseñor por alzar la voz en una Argentina donde al que canta fu era del coro desafinado de Francisco I se lo misericordea sin piedad.
19/08/24 12:18 PM
roberto ibarra
Gracias Monseñor. Que Dios los Bendiga. En Chile hay también un resto fiel.
20/08/24 2:53 PM
Silvia Liliana Sueyro
Me encanta leer sus reflexiones Monseñor Aguer.Viva Cristo Rey!!!
22/08/24 3:12 AM

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