Carta abierta al jesuita consentido de Francisco
Mi displicente P. James Martin, sj.: todos somos pecadores. Y yo el que más. Solo soy un padre de familia insignificante, que hace lo que sabe, defender la fe y los valores imperecederos de su familia y de su nación. Y lo hace desde su formación católica e ignaciana como única arma. La misma que usted. Ejercicios Espirituales, retiros, dirección espiritual, Congregación Mariana (de las de verdad, no eso que ahora se llama CVX y que tiene su «rincón arcoíris» asumiendo el lenguaje, la ideología y la moral gay y transexual), etc. Imagino que todo parecido a la de usted, padre. La misma formación católica e ignaciana que quizás ya ha olvidado, sumergiéndola acaso en una falsa lectura de los signos de los tiempos.
Pero lo que Ud. ha hecho ha traspasado todas las líneas rojas. Ha insultado a mi Madre colocándole unos signos demoníacos. Los del lobby homosexualista y los de la secta islámica, en su versión más radical.
Y eso no se lo tolero. De ninguna forma. Hasta aquí hemos llegado. Ni una más. De hecho, si lo tuviera a mano le requeriría que se retractara inmediatamente de esa acción o se las tendría que ver conmigo. Y siento decirlo así. No sé si con esto alguien me dirá que no colaboro a la necesaria «comunión eclesial sinodal» o cosa parecida, o que adopto una actitud «radicalista» o algo por el estilo. Pero es que tampoco me importa. Lo de Ud. es de una infamia intolerable.
Vaya por delante que desde acTÚa FAMILIA defendemos la dignidad de todas las personas, tanto homosexuales como heterosexuales, porque tener «privilegios» es algo impensable, como hemos dicho en nuestra campaña por el mal llamado «Orgullo» lgtbi. Todos somos iguales ante la ley y únicos ante Dios Misericordioso, amados por Él.
Y me da exactamente lo mismo en qué emplee usted su tiempo, mi desagradable Padre James Martin. Si en hacer apostolado con los homosexuales, con el fin de acercarlos a Cristo, como debiera ser en todo católico, mucho más en un sacerdote y jesuita; si en charlas sobre el tema, o si en considerar la pertenencia de los lgtbi en la Iglesia... Que yo de eso no me ocupo en esta misiva. Aunque bien podría por mi condición de bautizado.
Lo que no le voy a admitir es la mofa a mi Madre del cielo. Porque lo que usted ha hecho es una mofa. Sí. Ya sé que no es la primera ni la última que los hijos renegados le hacen. Pero es que esta vez es por un miembro de mi añorada Compañía de Jesús, un hijo de San Ignacio, de los que me enseñaron a amarla, a enamorarme de ella, a tenerla como el sentido de mi vida, a entregarme en cuerpo y alma a su amor y a confiar todo mi ser a sus manos maternales.
Y es usted un jesuita muy popular, sobre todo en los lobbies homosexualistas, es todo un «activista por los derechos lgtbi». Y también muy consentido por el Papa Francisco. Que ahí tampoco quiero entrar esta vez.
Mi distante James Martin: promover el homosexualismo mina y corrompe a la familia, célula básica de la sociedad, aparte de ser un pecado para los cristianos, pues es contrario a la voluntad de Dios, como usted, sacerdote bien formado, sabrá de sobra. Y ¿qué es, sino promover el homosexualismo, la cultura gay, el vestir a la Virgen María con la bandera de los colorines, como si Ella también estuviera de acuerdo con los temas del orgullo etc.? ¿Qué es, si no, ese activismo que usted promueve?
Para María de Nazaret, Madre de Dios y nuestra, todos los cristianos somos hijos suyos, también los homosexuales. Pero desea que ajusten su vida a la dignidad que les corresponde, independientemente de su inclinación o proyección sexual. María no puede ir nunca contra la ley natural, contra la voluntad divina inscrita en los genes del ser humano. Genes que son masculinos o femeninos, por cierto.
Todo eso lo sabe usted, Sr. Martin, aunque quién sabe si ya lo tiene olvidado. Y por eso es aún más detestable lo que hace.
Mire: conozco a homosexuales que viven en la Iglesia, obteniendo la paz y la tranquilidad de espíritu que el mundo, y los lobbies y los grupos en los que antes se hallaban no les dieron. Descubriendo un amor más grande, el amor a Jesucristo y a la Madre bendita. El amor a los hermanos, que les aceptan pero que también les ayudan y les ponen en la verdad.
Escúcheme, mi lejano P. Martin: se está normalizado ―usted colabora a ello― fomentar el discurso falso de victimizar a la persona por ser homosexual, diciendo que hay que «tutelarle», que hay que tratar distinto a las personas según con quien se acuestan o quién les guste. Justo lo que usted está haciendo. Y no creo que eso tenga que ser así. ¿A quién favorece ese discurso? Indudablemente, a los que obtienen beneficios desiguales por ser «distintos» y desiguales, en las nuevas leyes de género y de «protección» desigual a los lgtbi.
Tener privilegios es algo impensable, padre. Hoy día, hay una gran cantidad de fraude en los cambios de sexo en los registros, al menos en España, para beneficiarse de alguna situación legal, como usted sabrá.
Así también se viene comprobando el cada vez mayor «reclamo» y «captación» de adolescentes en estas actividades públicas en torno al «orgullo lgtbi», maliciosamente planificados así. ¿Qué es esto, reverendo padre, sino corrupción de menores y una auténtica degradación moral?
Cada vez se «sale del armario» a más corta edad, lo que sin duda es a causa del bombardeo y la «normalización» en los colegios, ayuntamientos, publicidad de todo tipo, marketing a través de grupos de música, películas, series, etc... Y también por lo visto en los grupos a los que usted se dirige.
Sí, padre Martin, se pretende imponer el homosexualismo en todos los ámbitos, incluido ya el religioso, confundiendo el respeto a los homosexuales con la imposición de «derechos» de nuevo diseño. Confundiéndolo usted mismo.
Para no hablar (que usted también lo debe saber perfectamente) de que se derivan grandes cantidades de dinero público a esto del «Orgullo», a fomentar unas determinadas orientaciones sexuales en detrimento de otras, tanto en celebraciones del llamado «orgullo lgtbi», como en publicidad, exposiciones, etc. en torno a estas fechas.
No hay privilegios, reverendo padre James, no los debe haber. Son impensables.
Pero yo no le pido nada de esto. No le pido en absoluto que deje de organizar eventos para homosexuales en las parroquias y las instituciones religiosas, que deje de mantener un discurso buenista hacia jóvenes sin predicarles la verdad, que cambie de actitud y predique sobre la castidad y el cambio de vida. Usted sabrá y cuentas tendrá que rendir.
No le pido siquiera que denuncie las malversaciones de dinero para actos homosexualistas, ni que combata la política lgtbi de los gobiernos. Nada de eso.
Le pido, LE EXIJO, que no se vuelva a mofar de mi Madre. No más caricaturas de la Virgen María. Vestida de musulmana radical y de activista lgtbi. María era una mujer de un pueblecito de Galilea, que cumplía devotamente los ritos religiosos judíos, que se sabía de memoria los salmos y rezaba con ellos todo el día, y que estaba consagrada a Dios.
Por tanto, Ella sabía perfectamente que su querido hijo Jesús, Yoshua, al que llevó en su vientre nueve meses, era Hijo de Dios, tal como le dijo el mensajero divino. Y por consiguiente no podrá ser nunca musulmana. Adoraba al Todopoderoso, Padre verdadero de Jesucristo, Mesías prometido y también Dios, junto con el Espíritu Santo que la fecundó, cuando empezó su embarazo maravilloso y único en la historia.
Y sabía, Ella, muchacha de Nazaret, que Dios nos había creado hombre y mujer, según el sagrado midrás del Génesis, y que yacer dos hombres o dos mujeres juntos es un pecado abominable. Cosa que por lo visto usted no sabe.
Pues por lo menos respete. No se lo voy a decir más. Respete. No vuelva a chotearse de la fe de los sencillos. Ni de la necesidad de paz y de verdad de los muchachos confundidos por lenguaraces como usted. Ni de la bondad de una Madre a la que usted un día amó y hoy parece utilizarla para sus propósitos, su fama, su protagonismo, sus ideas heréticas.
Si supiera usted el poder del Corazón Inmaculado... Todo un Dios se enternece ante él... ¡María! Su nombre inmenso... Que Ella le perdone. Yo aún no puedo, aunque sé que me ayudará.
Lo de su amistad con S.S. Francisco lo dejaremos para otro momento. Solo le digo que no se le ocurra aparecer por otra Jornada Mundial de la Juventud donde asista alguno de mis hijos. Se lo advierto.
Aún a pesar de las ofensas recibidas de usted, quedo abierto al diálogo y espero que éste sea para que vuelva a la Verdad proclamada secularmente por la Compañía que un día fue la avanzadilla del ejército del Rey Eternal.
Pedro Mejías