En el proceso de la vida hay momentos que se califican en positivo o negativo por aquello que uno ha sabido aprovechar o desaprovechar. Pero es muy importante saber que los dones recibidos tienen una consecuencia y es que sobre ellos se pedirá cuentas según la la inversión que se haya hecho.
La responsabilidad de quienes ocupan algún cargo lleva consigo esfuerzo y entrega, pero al final será recompensado por su excelente cosecha. Lo podemos ver en personas que han sabido sacrificar sus propios caprichos por entregarse –sin medida– a darse por los demás. Se les exigió mucho pero la recompensa será generosa. “A todo el que se le ha dado mucho, mucho se le exigirá, y al que encomendaron mucho, mucho le pedirán” (Lc 12, 48). Esto es verdad puesto que se exigirá al que se le ha dado muchos talentos y muchas encomiendas para desarrollar. Al final se le pedirá cuentas.
Ante ciertas formas de pensar o de proyectar la vida como es “cuánto menos trabajes es mejor” y que se está extendiendo como una manera de aprovechar la vida y pasarlo bien, se cae en la decepción vital. El trabajo dignifica y ayuda para estar activos y con proyección de creatividad. Si no nos exigimos caemos en la vaguería comodona que provoca amargura existencial. La razón es muy sencilla y ahora se está prodigando: es la vida sedentaria, en torno al móvil, que no exige esfuerzo puesto que todo viene dado. Al final se cae en la enfermedad como es el síndrome de la contractura del cuello, el sobrepeso, el insomnio, el aumento de estrés, afectaciones crónica en los ojos… y en muchas ocasiones en pecados derivados de la pereza. De esto se deduce que es muy gratificante y saludable aprovechar las dotes y dones que uno tiene.
Debemos centrarnos en los dones que se nos han dado y hacerlos de la mejor manera posible; bien ejercitados y por amor producirán grandes frutos. En definitiva, con las palabras del mismo Jesús, a todo aquel a quien se le haya dado mucho, mucho se le demandará. Al final vence el buen y bien hacer que compensará la entrega con grandes satisfacciones humanas y espirituales.
Ya San Pablo lo decía de una forma muy sucinta:
“De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de le fe; o si es de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con la liberalidad; el que preside mover a otros con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (Rm 12, 6-8).
Junto a esto, sabemos que quienes tienen cargos de responsabilidad –pensemos en docentes, empresarios, políticos, religiosos, padres de familia…– si quieren sacar buenos o excelentes resultados se han de poner “manos a la obra” y entregar su vida por tal servicio y empeño emprendido. Las consecuencias serán muy gratificantes y el bien realizado a quienes se nos han confiado, a pesar de la exigencia, será gratificante y exultante. Por el contrario quien no se haya exigido habrá desechado los dones recibidos y tendrá una frustración sicológica y espiritual muy dañina.
Me viene a le mente el coloquio que tuve con el Papa Juan Pablo II durante veinte minutos en el que me dijo: “Ahora está ejerciendo el ministerio episcopal, que es un don que Dios le ha dado, aproveche para ser coherente y entregado aunque esto le exija, puesto que el Señor le pedirá cuentas. Vivir cómodamente le traerá malos resultados y el Señor es Justo. Y cuando le venga la cruz (los sufrimientos) no olvide: abrace la cruz que le llegue, no vacía, sino llena de Cristo Abandonado”. Nunca olvidaré aquel diálogo y cuánto me ha ayudado en mi vida cristiana.
+Francisco Pérez González, Administrador Apostólico de las Diócesis de Pamplona y de Tudela