Las dos instituciones líderes que actualmente buscan la verdad como la esencia de la investigación humana son la ciencia y la religión. Fe y pensamiento científico pueden acomodarse mutuamente.
Sobre este tema dice el Catecismo de la Iglesia: «‘Fe y ciencia’. «A pesar que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber desacuerdo entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios y comunica la fe ha hecho descender en el espíritu humano la luz de la razón. Dios no podría negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir a lo verdadero» (nº 159). Hay además centros católicos de investigación científica de auténtica vanguardia y gran prestigio, sin olvidar que muchas de las grandes Universidades son de creación eclesial. Por ello, considerar que es incompatible ser creyente y persona culta o científica es una solemne tontería.
Y si se nos recuerda a los creyentes el caso Galileo, los no creyentes tienen con frecuencia una historia muy poco gloriosa. Todavía a mediados del siglo XX, es decir mucho más recientemente, la ideología comunista negaba la Genética, o por defender el aborto nuestros secularistas intentan hoy convencernos que el feto humano es un ser vivo, pero no un ser humano, y esto no desde la fecundación, sino a las bastantes semanas, cuando ya padres y abuelos llevan en sus móviles la foto del niño aún no nacido, o el que yo pueda escoger libremente mi sexo, lo que significa la tumba del deporte femenino, o el intento de destruir el matrimonio y la familia. Y es que en el campo de las ciencias humanas y sociales la mediatización ideológica es muy clara, Y no es nada difícil descubrir el sectarismo y los errores de la Ideología de Género, especialmente en el campo de la Medicina y sus ciencias afines, como la Biología, la Filosofía, la Psicología o la Psiquiatría. Además la ciencia claro que debe tener limitaciones éticas. Otra cosa sería dar la razón a los nazis y sus terribles experimentos.
El sabio cristiano se ve conducido, por la lógica misma de su fe, a un diálogo profundo con los investigadores de las otras ciencias. Entre ciencia y ética se trata sobre todo de adoptar un método científico que respete realmente los imperativos éticos. Pero puede suceder y de hecho sucede que surjan conflictos entre las leyes generales del Estado y la conciencia de los súbditos, siendo la objeción de conciencia la reacción de la conciencia moral ante la ley que se estima injusta o perniciosa. La Moral Católica reconoce el derecho y el deber por parte del sujeto de desobedecer aquellas leyes que estén en desacuerdo con el recto orden moral, ya que «es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5,29). Pero no sólo no debemos hacer cosas inmorales, sino también hemos de procurar hacer lo más conveniente, especialmente si es otro el que recibe las consecuencias de nuestra acción.
Y éste es el gran fallo de la Ideología de Género. Sus afirmaciones no pueden sostenerse desde un punto de vista científico. En artículos anteriores hemos hablado de los disparates en el campo de la Medicina, en Biología ignoran que todas, absolutamente todas las células, son sexuadas, XX en las mujeres y XY en los varones, llegando a defender que pueda cambiarme de sexo a voluntad, cuando es indudable que mi cuerpo, aunque es el lugar en que me abro a los demás e incluso a la transcendencia, expresa también mis límites a los que debo sujetarme. Los arqueólogos, por ejemplo, sólo encuentran huesos de hombre o mujer, y no de la multitud de géneros de reciente y falsa invención.
Si me preguntan sobre el futuro de la Ideología de Género creo que es una moda que pasará, pero no sin haber hecho antes un daño terrible.
Pedro Trevijano