Hasta ahora nuestras críticas al nuevo proceso constituyente se han referido a la falta de coherencia de Chile Vamos al proponer esa instancia. Traición, ha asumido el propio senador Macaya, que podría ser denominado ese comportamiento.
¿Por qué? ¿Sólo porque vulnera lo claramente establecido por el artículo 142 de la Constitución?
No. Sin duda lo más preocupante es la consecuencia de este espurio procedimiento que parecen haber asumido en Chile Vamos como una tabla de salvación de sus conciencias, cuando en realidad es el plomo que los llevará al fondo del abismo.
El problema, es que nos llevará a todos, Chile completo, a ese mismo fondo. Si fueran solo ellos los que se quisieran lanzar a la perdición, bien, no hay problema, háganlo, pero desgraciadamente insisten en llevarnos a todos a una situación de extrema gravedad.
Tratan de poner límites -ni siquiera los llaman así, porque usan el eufemismo de la palabra «bordes»- pero debieran tener muy claro que para las izquierdistas rupturistas no hay limitación alguna. Jamás se detendrán frente a un obstáculo y, mucho menos, cuando después de haber sido derrotadas, se encuentran con el maravilloso regalo que le hacen sus vencedores: «Vengan, compartan con nosotros la victoria y, por qué no, tómenla en sus manos y adminístrenla».
De eso se trata la posibilidad de consagrar un supuesto Estado Social de Derecho, es decir socialismo a lo Atria, el régimen de lo público, como le gusta llamarlo al fracasado gurú de la Convención.
Pero nunca hay fracasos en la izquierda cuando cuenta con el apoyo ingenuo, y quizás malvado, de ciertos centroderechistas. Desde la aprobación de la socialdemocracia que hizo Lavín hace años, hasta ahora sólo hay claudicaciones, sólo hay rendiciones en quienes parecían sensatos y confiables.
Es tiempo de definiciones; llevamos así ya tres años. Es lo único bueno que tienen estas épocas: ya nos conocemos y sabemos quiénes somos.
Gonzalo Rojas Sánchez
Publicado originalmente en VivaChile.org