El Señor anunció la persecución de sus discípulos por causa suya: «Ustedes serán aborrecidos de todos por mi nombre» (Mt 10,22). Nuestra época no es ajena a esta realidad. Estos últimos cien años de la historia han sido los más cruentos en la persecución a Cristo, la Iglesia y a los cristianos.
En nuestros días se ha informado de las injusticias cometidas contra obispos, sacerdotes, religiosas y laicos en Nicaragua. Hemos visto la dramática imagen de las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta expulsadas del país y cruzando la frontera caminando, sin nada más que vistiendo su hábito. También pasa algo parecido en China comunista con el encarcelamiento del anciano Cardenal Zen.
Este modo de persecución produce mártires, como los ha habido por miles a lo largo de los años de existencia de la Iglesia. Pero hay otra manera de persecución, más sutil, que no produce en un primer momento mártires asesinados a causa de su fe. Este es el tipo de persecución típico de la sociedad secularizada y de las democracias del mundo occidental descristianizado.
Esta persecución consiste en coartar progresivamente la libertad de los cristianos de profesar su fe y de vivir conforme a ella y a sus consecuencias. Así, por ejemplo, hay países en los que por ley se prohíbe defender públicamente el derecho de todo niño a nacer y procurar los medios para que ese derecho se respete.
Sin ir más lejos, en Chile es cada vez más difícil exponer la verdad de la persona humana creada por Dios hombre y mujer, del matrimonio y de la familia tal como se desprende de su misma naturaleza y de la Palabra de Dios. En el ámbito de la educación, hay normativas estatales que obligan al profesor, violentando su conciencia, a enseñar los postulados de la ideología de género, y le prohíben enseñar lo que él sabe que es verdad. Si el colegio no se somete, será sancionado.
La persecución será cada vez más explícita y violenta. Pero, ánimo, «no les tengan miedo» (Mt 10,26). Cristo y nuestra fe en Él es nuestra victoria.
+Mons. Francisco Javier Stegmeier.
Obispo de Villarrica.
Publicado originalmente en la web de obispado.