Hace pocos días escribía una carta a todos los que han aceptado ser adoradores del Santísimo Sacramento. El día del Corpus Christi se inaugurará, en la Capilla de la Basílica Menor de San Ignacio en Pamplona, lo que va a ser el “lugar sagrado permanente” de la presencia viva de Cristo que nos prometió permanecer para siempre en medio de nosotros. Les dirigí estas palabras de agradecimiento y aliento.
“Con especial alegría os agradezco que hayáis escuchado la llamada a la adoración perpetua de Jesús en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y en su nombre os agradezco este gran detalle que habéis tenido al dedicar un tiempo de la semana para estar a su lado y adorarlo profundamente.
Vuestra respuesta generosa, además de llevar frutos abundantes en la vida personal, será un precioso servicio que daréis al Señor, a la Iglesia y a la sociedad. Vuestra oración silenciosa y constante ante Él gritará al mundo que su Presencia Real está en medio de nosotros y os haréis testigos del Resucitado y profetas de la Eucaristía.
Esta maravillosa cadena de oración permanente, día y noche, hará que otros muchos hermanos, gracias a vuestra disponibilidad, serán conducidos al Señor y descubrirán su presencia benéfica en sus vidas y en sus trabajos. Estoy seguro que habrá muchas conversiones al Señor.
Ser adorador significa vivir a Jesús en la oración por los hermanos y a encontrar en Él la fuerza para llegar a ellos, a sus vidas, con el anuncio del amor de Dios y con la solidaria fraternidad en la caridad. La Eucaristía cobija a los pobres y a los pobres hemos de tener en el centro de la misma. Espero que la Caridad en Cristo nos lleve a cuidar la Caridad en los pobres.
Es mi deseo que podáis redescubrir con estupor el don inestimable de la Presencia Real de Jesús que se hace Pan de Vida en este Sacramento, que de Él podáis nutriros y saciaros y que la comunión con Él os vuelva portadores de la Buena Noticia, discípulos que viven por el Maestro en favor de los hermanos.
Pido a María bajo tantas advocaciones en nuestra Diócesis que, como Madre, os conduzca al Señor con dulzura y sea la Maestra que os enseñe a mirar, escuchar, alabar y a vivir en Jesucristo durante los momentos de adoración”.
+ Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona-Tudela