La pederastia es la fornicación realizada con menores. Nuestro permisivo Código Penal de 1995 dice que sólo «se consideran abusos sexuales no consentidos los que se ejecuten sobre menores de trece años» (art. 181.2). Si interviene engaño, el abuso sexual también es punible entre los trece y los dieciséis (art. 183.1). Es decir, si un chico o chica de trece años consiente en tener relaciones sexuales con un adulto, los padres legalmente no pueden hacer nada, pues la ley española le considera maduro para tener relaciones homosexuales o heterosexuales con adultos. Diga lo que diga la Ley: ¿es pedofilia sí o no?
Es indudable que los católicos y especialmente los sacerdotes nos sentimos dolidos y escandalizados ante el hecho que algunos sacerdotes hayan incidido en prácticas de pederastia, así como de la actuación nada correcta de unos cuantos obispos y cardenales que han intentado echar tierra sobre el asunto. Pero a medida que se va haciendo luz sobre el asunto, también me estoy sintiendo escandalizado con la actitud de los que han intentado aprovechar la ocasión para echar fango a la Iglesia Católica.
Ante todo la pederastia es un problema humano, que afecta a todos los sectores de la sociedad. Pero cuando hemos empezado a conocer cifras me he convencido de dos cosas: el problema es mucho más grave de lo que parecía, revela una sociedad muy enferma y los sacerdotes, pese al celibato o muy posiblemente gracias a él, no son ni con mucho los más numerosos en este delito, aunque un solo caso ya son demasiados casos. Ya hace unos años leía que un sacerdote incriminado de cada dos mil quinientos casos en Alemania revela que hay muchas profesiones en mucho peor situación y que, desde luego, la culpa no la tiene el celibato. Por ejemplo, en Estados Unido hay cien sacerdotes y cinco mil profesores de educación física y monitores deportivos condenados. Y sin embargo, a pesar que está claro que es mucho más fácil que un niño sea corrompido por un entrenador, ¿han leído ustedes algo contra éstos? Sospecho que debe ser algo políticamente incorrecto. En España se piensa que el número de personal eclesiástico implicado no pasa del dos por mil, es decir uno cada quinientos.
En cuanto a la antipatía y odio hacia la Iglesia Católica tiene en la actualidad como razón principal, que es el principal baluarte contra las ideologías de moda, como pueden ser el marxismo, el relativismo, el laicismo y la ideología de género. La Iglesia se enfrenta a la dictadura del relativismo, con su no distinción entre Verdad y Mentira, entre Bien y Mal y su negación de la Ley Natural, y contra la corrupción moral de la Ideología de Género.
En nuestros políticos este odio se manifiesta con la aprobación por el Parlamento de investigar la corrupción del clero, pero no la del noventa y nueve por ciento con ocho restantes, no vayamos a tirar del hilo y nos encontremos con personas poderosas, como dijo Dolores Delgado. La pederastia o pedofilia sucede con relativa frecuencia en todas las clases sociales, no solamente en las marginadas. En el ámbito familiar los que abusan sexualmente son en su inmensa mayoría varones, personas próximas a la víctima, como el padre, abuelos, tíos o hermanos, es decir relaciones incestuosas que se dan con mucha más frecuencia en familias desestructuradas. La pederastia o pedofilia es una enfermedad, una perversión grave que no está ligada a la orientación sexual, lo que la desencadena es un trastorno de la personalidad, como el creerse que uno tiene especiales necesidades sexuales. También pueden tener objetivos comerciales, pues como negocio, como casi todo lo relacionado con el sexo, mueve enormes cantidades de dinero, pretendiendo implicar a los niños en servicios sexuales, como la prostitución o la producción de material pornográfico. En algunos países es una auténtica plaga, hasta el punto que se habla de miles y miles de casos.
Jesucristo condena enérgicamente la pederastia: «Dijo a sus discípulos: Es inevitable que haya escándalos; sin embargo, ¡ay de aquél por quien vengan!. Mejor le fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojasen al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños» (Lc 17,1-2). Y sobre los legisladores que se avergüenzan de sentirse cristianos: «Pues a todo el que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos; pero a todo el que me negare delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre» (Mt 10,32-33).
Pedro Trevijano, sacerdote