No me cabe duda de que Cristo es el Bienaventurado, pero al igual que Él Padre y Él son Uno, el Dios del Yo Soy, podríamos decir nosotros también ¿Soy yo, bienaventurado? Sabemos que en las Bienaventuranzas radica la esencia de la Iglesia Católica y así se sabe por sus santos y sus mártires, pero a mí mismo a veces me ha faltado la luz de este hilo jerárquico de las bienaventuranzas. Podríamos decir que ahí radica también el año litúrgico.
Parece como si las bienaventuranzas fueran algo, que si te toca… fenomenal, pues será por el reino… alégrate. También como si estas fueran algo que toca de vez en cuando, sin orden ni concierto en la vida, o depende, no se sabe bien… o que de bienaventuranzas no tienen nada, son lamentaciones en realidad, pero que como somos cristianos, pues nada a aguantarlas y sufrirlas estoicamente.
¿Y si es algo totalmente necesario? Y si es algo que Dios me pide para seguirle, como al joven rico, «vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, luego ven y sígueme» o el de «El que no toma su cruz y viene en pos de mí no puede ser mi discípulo.» ¿Y si las bienaventuranzas es la esencia del evangelio y tiene el orden por el cual Dios abrió la boca y fue exponiéndolas?
Seré telegráfico, y muy breve, porque no quiero más que poner la pista de la circularidad de las bienaventuranzas, tal vez ayude a salir de algún bache espiritual.
1º «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos»
Es el espíritu de la pobreza que guió al pueblo elegido por el desierto, conformándose con el maná y la presencia de Dios, rechazando la esclavitud de los placeres e ídolos de Egipto, a los que siempre se pide más. Es el espíritu de los que hoy invita Jesús a seguirle, y no anteponen nada a Él. El espíritu de deseo de pobreza por Cristo, que no tenía el joven rico para poder seguir a Jesús. Es también el espíritu de la Iglesia Católica, pues no es una Iglesia pobre para los pobres, sino rica por el desprendimiento de sus fieles, que ayuda al sustento de multitud de obras sociales en el mundo entero, incluso siendo la mayoría para otras confesiones y religiones, en definitiva, para las personas.
2º «Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.»
Representa la profecía de Zacarías, del que llora afligido por la pérdida de un hijo, destinado al afligido que ha perdido al hijo de Dios muerto en cruz: «decidme dónde lo habéis puesto… ¡María!, ¡Maestro! (...)» Esta aflicción es bienaventurada, pues el consuelo está garantizado, puesto que ha resucitado, y el que llora afligido por este traspasado es consolado por Él, y en Él todo el consuelo, incluso de los seres queridos que hemos perdido y vamos a recuperar. Están con Él al igual que mi vida perdida por Él y por el Evangelio: «Yo estoy muerto y mi vida escondida en Dios»
3º «Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra.»
En las dos primeras bienaventuranzas es donde se asienta la mansedumbre, la tierra buena queda en 30, 60, o el 100 x1, porque tiene sólidos fundamentos para cuidarse; es la tierra, el humus de la mansedumbre apostólica: «Ni el hambre, la sed, la espada…». Es el hombre que sabe que volverá al barro; más aún, a las manos por las que fue modelado: las manos de Dios.
4º «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados.»
Sin duda alguna esta bienaventuranza se asienta sobre las otras tres, que sustentan la auténtica justicia Divina, por la cual Cristo padeció y padece hasta la Parusía. Esta justicia es de la que tenemos todos sed, de un mundo justo y por ello ésta se realiza con gozo en Cristo. La justicia social es: «vivir dando a cada cual lo que le corresponde o pertenece» (unicuique sui). Esta justicia se practica, pues la recompensa es previa; hemos sido consolados, amados, y así amamos, pues al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios: Mi imagen, yo. Por tanto, el que tiene sed de justicia, puede practicarla, y practicándola queda saciado, pues no hay suficientes horas al día para acabar con todas las obras de justicia y misericordia, éstas son lo que nos sacian, vivir de Dios, por y en los sacramentos.
5º «Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia.»
La primera misericordia es el arquetipo de la pobreza, es compadecernos de Cristo en la cruz y vivir de la fuente de la misericordia obtenida, y que se obtiene, se llama Reino de los cielos: «En verdad te digo hoy estarás conmigo en el paraíso»; «Tus pecados están perdonados»; «Esto es mi cuerpo…». Esta misericordia llegó hasta la India, donde la Madre Teresa de Calcuta enseñó que si existe un Karma, Dios lo ha pagado una vez para siempre por toda la humanidad, por ello podemos acercarnos al que sufre y consolarlo, darles el Evangelio. Esta misericordia espiritual que nos da Xto. Es el bautismo, para nuestra desnudez, su auténtica comida y bebida: La Eucaristía; su sanación y consolación a los enfermos del alma y del cuerpo, y la visita a los encarcelados, una cárcel eterna por el pecado, pero viene y nos libera si aceptamos su perdón en la esclavitud de nuestros pecados, para ser liberados.
6º «Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios.»
Lo han visto en la cruz, es por ello que lo ven en la Eucaristía y en todos los afligidos, incluso en los malditos y proscritos. Ver a Dios es un escándalo pues es su amor por todos incluso por los que uno es incapaz de perdonar. El corazón limpio reconoce la verdad, reconoce a Cristo, al amor que todos esperamos, por ello en un corazón limpio no anidan raíces amargas, un corazón limpio ve necesario amar cumpliendo los 10 mandamientos. Un corazón limpio escucha a Dios y es limpiado por él: «Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he hablado» «yo te perdono» «no peques más» como dice el salmo: «palabras puras son las palabras del Señor, plata refinada en el crisol, separada de la ganga, siete veces purgada.» (Salm 12). Este refinamiento por siete veces es la limpieza de los siete pecados capitales, que en sí se quieren dar a sí mismo los consuelos, y no son el que viene de Dios.
7º «Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios.»
Como dijo San Pablo: «El que no trabaje que no coma», el que no trabaje por la paz, que no se acerque a la Eucaristía, pues lo dijo Jesucristo, «Si tu hermano tiene algo contra ti, ve primero a reconciliarte con tu hermano». La Paz como dijo la Madre Teresa, no es abortar y matar al inocente, pues nada malo ha hecho: «Pues no hay en lo creado veneno de muerte», sino trabajar a favor de la vida, en contra de la conjura contra la vida. trabajar por la paz es trabajar por la debilidad humana, no despreciarla. Los pacíficos, pacifican, es su labor. Es el niño que salta de gozo pues su madre está en paz con la vida, con el don de la vida en la concepción.
8º «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque suyo es el Reino de los Cielos.»
Esta es la caridad de Dios, las bienaventuranzas, pero el demonio las quiere usar para administrar en la tierra el Reino de los cielos, la caridad de los demonios, una paz y equidad del sucedáneo de lo humano, que conduce a misma esclavitud de Egipto y sus faraones, o al nacismo de todas las repúblicas, basadas como es lógico en Lucifer. Esta es la persecución, la del dragón, a la mujer y a sus hijos, los hijos de María. Es de los que han llegado a esta bienaventuranza, que trabajan por la verdadera paz y no del falso irenismo.
9º «Bienaventurados cuando os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de maldad por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas de antes de vosotros.»
El mundo no se quiere convertir, es una muerte al pecado y sus seducciones, tal vez por eso, no creer es ya un mal intrínseco ¿Por qué no creo? ¿Es que no puedo pedir aumentar mi fe? Si hay rectitud, Dios la da.
Si por todo lo anterior somos perseguidos y juzgados, al igual que si Hungría fuese juzgada por el tribunal europeo por defender la vedad: «hombre y mujer los creo», benditos nosotros al igual que Jesús mismo y todos sus Mártires y Santos.
10º «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente.» (Mt 5,3-13)
Si todo lo anterior se volviera soso, ¿con que se podría salar? Sólo existe esta Sabiduría, aunque no existieran grabadoras en los tiempos de Jesús, debieron existir, aunque no como las conocemos hoy, sino del Espíritu de Dios, porque quedó grabada hasta hoy la perfección de su sabiduría, en el evangelio que se lee y predica, en las Bienaventuranzas.
En cambio, si la vida eterna, con sus bienaventuranzas, se nos queda sosa, ¿con qué la salarán? ¿Conque salarán la Eucaristía? ¿Con danzas?
Conclusión de las Bienaventuranzas (Mt 5, 14-16)
«14Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; 15 ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa. 16 Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.»
Por eso cierra y concluye las bienaventuranzas con este discurso, pues éstas se encarnan en el hombre, por Dios que quiere inhabitar en nosotros, por los sacramentos que nos ha dejado hasta el fin del mundo.
¿Y cómo volver a empezar, aun siendo santos, aun siendo cristianos? Comenzando por la primera bienaventuranza, volviendo al espíritu de pobreza, volviendo a llorar al Mesías, volviendo al amor primero, volviendo cada día a practicar la justicia, vivir de los sacramentos, la oración… Ésta es la circularidad del año litúrgico que nos presenta la Iglesia, Cristo mismo. Volvamos a introducirnos en el amor de Dios para ser de nuevo hoy y mañana un día más, sal de la tierra y luz de los hombres que están en las tinieblas de su error y dolor, que necesitan un amigo, un compañero, un sacerdote, un marido, un hijo, una familia que necesita volver a comprender su valor delante de Dios.
La clave ignaciana: «La Jerarquía» para comprender que Dios todo lo hizo y dijo, pues él es la Sabiduría.
El orden de las bienaventuranzas es una espiral, en la cual si nos introducimos continuamente, hallamos más y más a Dios. Y tiene un orden, un sistema de continuidad, del 1 al 10º y vuelta a empezar, es la vida cotidiana, es la vida bienaventurada, no es el azar esporádico, es una elección de amor divino.
Las anti-bienaventuranzas en San Ignacio de Loyola
Como hemos visto cada una se fundamenta sobre la otra, así pues para avanzar hay que empezar por la primera, por eso dijo Jesús, «no podéis servir a Dios y al dinero» ciertamente dijo a Mamón, el dios cananeo del dinero. Por eso en las reglas de discernimiento de San Ignacio, nos descubre las estrategias del enemigo sobre la primera y todas las bienaventuranzas:
«[141] 2º punto. El 2º: considerar cómo hace llamamiento de innumerables demonios y cómo los esparce a los unos en tal ciudad y a los otros en otra, y así por todo el mundo, no dejando provincias, lugares, estados, ni personas algunas en particular.
[142] 3º punto. El 3º: considerar el sermón que les hace, y cómo los amonesta para echar redes y cadenas; que primero hayan de (1)tentar de codicia de riquezas, como suele, ut in pluribus, para que más fácilmente vengan a (2)vano honor del mundo, y después a (3)crecida soberbia; de manera que el primer escalón sea de riquezas, el 2º de honor, el 3º de soberbia, y (4-10)de estos tres escalones induce a todos los otros vicios.»
1º «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos», contra el espíritu de riquezas
2º «Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.», contra los que buscan su propio honor y consuelo
3º «Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra.», contra la soberbia del que toma por la fuerza, esta ya no es la tierra buena donde se siembra la palabra de Dios… y así todas las demás bienaventuranzas
María canta las Bienaventuranzas
1º «A los ricos los despide vacíos»
2º Jesús se aparece resucitado, la primera a María, según san Ignacio de Loyola, dice por ser su Madre, ¿y acaso no lloró más su madre por su propio hijo, que cualquier otro Santo que haya llorado la pasión del Señor?; así pues, ella precede en el amor, y en la aparición de la Consolación.
3º Ella mansa y llena de gracia, concibió al mismo Dios, la tierra buena de María no es que diera fruto, es que Dios mismo encarno de ella.
4º «enaltece a los humildes y a los hambrientos los colma de bienes»
5º «Su misericordia llega a sus Fieles de generación en generación»
6º «Dispersa a los soberbios de corazón.»
7º «En favor de Abrahán y su descendencia.»
8º y 9º «El dragón se puso delante de la mujer, que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.» (Ap 12)
Sacado de la contemplación personal en los Ejercicios espirituales Ignacianos (EE 141-142), por el dato aportado por D. Juan Antonio Martínez Camino, en los puntos de oración de: la jerarquía en las bienaventuranzas en San Ignacio de Loyola.