Políticos, personal sanitario y aborto

Políticos, personal sanitario y aborto

Está claro que una abrumadora mayoría de los médicos y personal sanitario creen que la vocación médica es la lucha a favor de la vida y contra la muerte, tanto más cuanto que los actuales avances científicos nos indican que la vida humana empieza en la fecundación.

Como católico no puedo por menos de recordar que el Concilio Vaticano II, en conformidad con el Magisterio en todas las épocas, califica el aborto de atentado a la vida y práctica infamante (GS nº 27), así como, juntamente con el infanticidio, de crímenes horrendos (nefanda crimina) (GS nº 51), aunque esta opinión de la Iglesia, no es algo exclusivo de los católicos ni de los creyentes, porque el juramento hipocrático, del siglo Vº antes de Cristo, también lo condena rotundamente. El aborto es un acto humano intrínsecamente malo que viola muy gravemente la dignidad de un ser humano, quitándole la vida.

La base de todos los derechos es el derecho a la vida, derecho humano fundamental, pero seriamente comprometido por las leyes que autorizan el aborto. Como ha dicho el Papa Francisco no es progresista resolver los problemas eliminando vidas humanas. Es indudable que las leyes que consideran el aborto como un derecho, facilitan su realización, por lo que no creo sea ninguna exageración decir, que al menos desde el punto de vista de la Iglesia Católica, hay en los legisladores que votan así, por lo menos complicidad y colaboración en ese crimen. San Pablo VI nos dice: «la responsabilidad implica también a los legisladores que han `promovido y amparado leyes que amparan el aborto» (Encíclica Evangelium vitae nº 59). Y si encima no respetan la objeción de conciencia, ahí su pecado es mucho más grave, porque como nos dice San Juan XXIII, en el Catecismo Joven de la Iglesia Católica: «Hacer violencia a la conciencia de la persona es herirla gravemente, dar el golpe más doloroso a su dignidad. En cierto sentido es más grave que matarla» (nº 297), y Jesucristo en el evangelio de San Mateo afirma. «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo» (Mt 10,28).

Aunque todas las profesiones honradas son dignas, hay tres que estimo de modo especial: la de sacerdote, la de maestro y la de personal sanitario, porque las tres trabajan directamente al servicio de las personas, aunque precisamente por ello su corrupción las puede hacer extremadamente dañinas. Siempre he creído que el progreso humano está íntimamente ligado a la defensa y promoción de los Derechos Humanos. La frontera entre la civilización de la vida y la cultura de la muerte está en el «no matarás», siendo lo propio de la Medicina curar, no matar. Me llamó la atención leer que en la Alemania nazi sólo trescientos médicos de un total de noventa mil, es decir menos del uno por ciento habían cometido crímenes. Es decir basta una pequeña minoría para manchar a una profesión.

En nuestro caso del aborto se empezó por algunos casos límite y se entró en una pendiente resbaladiza que llevó al aumento exponencial de casos en que no se respeta la vida. Lo hemos visto con las Leyes del aborto en España, en que se empezó despenalizándolo hasta llegar a convertirlo en un derecho, llegándose a los más de cien mil anuales, con la agravante además que el aborto no cura sino empeora las enfermedades psíquicas.

Está claro que una abrumadora mayoría de los médicos y personal sanitario creen que la vocación médica es la lucha a favor de la vida y contra la muerte, tanto más cuanto que los actuales avances científicos nos indican que la vida humana empieza en la fecundación. De hecho la mayor parte son objetores o piensan declararse así, y tienen muy mala opinión de aquéllos que no respetan la vida humana. Recuerdo que un médico me contó que cuando recriminó a un compañero abortista, éste le contestó: «no tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer por dinero».

              

Pedro Trevijano, sacerdote

 

1 comentario

Juan Mariner
La "objeción de conciencia" no es más que la defensa de un profesional "individual" que, obligado por una ley estatal que debe acatar bajo pena de sanción, no tiene amparo alguno en grupos o colectivos. La jerarquía se ha dedicado a fomentar grupos político-sociales de trasfondo abortista, y el profesional católico se ha visto desamparado totalmente o con un apoyo mínimo de su sector laboral.
8/06/22 10:37 AM

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