El Gobierno Socialcomunista de la Rioja acaba de publicar un librito titulado «Guía para la Familia: Crecer erradicando la Violencia de Género», de 36 páginas. Dada la orientación de este Gobierno, decidido partidario de lo políticamente correcto y de la Ideología de Género, no resulta difícil encontrar puntos que me parecen aberraciones.
Así, en el apartado «Estereotipos relacionados con la sexualidad», en la página 10 leemos: «Sexualidad. Para los chicos es una necesidad fisiológica y un mandato social, por lo que es natural que se haga pública y su prestigio aumenta cuanto mayor número de relaciones sexuales tengan. Para las chicas se convierte en un atributo negativo si se sale de una relación estable.
Promiscuidad. En los chicos la promiscuidad se vincula al éxito y alardear es natural, mientras que a las chicas se les recrimina por ello».
Cuando he leído estos párrafos no he podido por menos de preguntarme en qué planeta vivo, porque un chico que arrastra fama de putero, sea con profesionales, sea con aficionadas, no es para él un título de gloria, sino más bien todo lo contrario. Creo además que ningún padre ni madre mínimamente sensatos le agrade que su hijo tenga múltiples relaciones sexuales.
«Infidelidad. Mientras la infidelidad masculina se considera una conducta instintiva debida a necesidades fisiológicas que no pueden refrenar, en las mujeres supone traicionar la confianza de la pareja de forma premeditada. La culpa siempre es de la chica que provoca a los hombres».
A mí este párrafo es el que me dejado más asombrado. ¿Es que el ser humano carece de libertad? Si así fuera, el mundo sería una selva salvaje y ni siquiera la violación o la pederastia podrían ser castigadas, porque responden a mis necesidades irrefrenables y por tanto carecería de responsabilidad y de culpa. Con ello entramos en el tema de la fidelidad.
Sobre ella en la página 11 nos habla el epígrafe «Mitos sobre el amor romántico», donde nos indica cuáles son esos mitos erróneos. Leemos:
«El emparejamiento como ley de vida: la convicción de que tener pareja es lo natural y universal, y que la monogamia es la norma que se ha mantenido siempre en todas las culturas.
La fidelidad y entrega absoluta: afirma que es la pareja la única persona que debe satisfacer nuestros deseos pasionales, románticos y eróticos, de forma exclusiva y total, rechazando cualquier tipo de experiencia fuera de la pareja. Dejando todo y a todos por él».
Y entre los mitos erróneos señala estos tres: entrega absoluta, sacrificio, unión total. Sobre esto voy a decir simplemente que he pasado la vida diciendo a los novios: no vayáis al matrimonio a buscar la felicidad, sino lo que tienen que hacer es buscar la felicidad del otro, aunque han de ser lo suficientemente inteligentes para que vuestro cónyuge haga lo mismo.
En cuanto al sacrificio, recuerdo una frase que decía con frecuencia mi padre: «Por los hijos, hay que sacrificarse». Y por supuesto, por el cónyuge también. El ser creyentes y la oración puede ayudar mucho.
En cuanto a la unión total siempre he pensado que cuando un matrimonio es un éxito, los esposos se van compenetrando de tal modo que hasta en el lenguaje normal, acabamos hablando de ellos como los Fernández, los Pérez. Creo que la cima del amor humano está en un matrimonio que lleva treinta, cuarenta, cincuenta o sesenta años queriéndose, como sucede en tantísimos matrimonios, y no es ninguna imposibilidad que el matrimonio pueda durar toda la vida, como pretende este librito en su página 12: «debemos aceptar que la relación es cambiante y no tiene por qué durar toda la vida. Las relaciones de pareja se fundan en una decisión libre de ambas pares que, en un momento determinado, deciden compartir aspectos de su vida, pero de ninguna forma es un pacto vitalicio».
Lamento profundamente que mi Gobierno regional tenga tan pobre idea de las relaciones de pareja y muy especialmente, de las matrimoniales.
Pedro Trevijano, sacerdote