En nuestra Argentina descristianizada se ha perdido, en buena medida, la fe en el Señor; y, también, la capacidad de asombro. Que, en medio de la plandemia, por el controlavirus, se le haya quitado a un sector del llamado Camino de Cintura el nombre de «Monseñor Rodolfo Bufano», y se le haya puesto «Diego Armando Maradona», no despertó en consecuencia prácticamente ninguna reacción adversa. La demagogia de la casta politiquera, sin ningún tipo de control, ha logrado pervertir innumerable cantidad de conciencias; adormecer otras, e instalar en el quietismo y la resignación a gran parte del resto. Por eso tenemos estos escandalosos índices de hambre, pobreza, indigencia y desnutrición; que son el triste resultado de la increencia, de la degradación moral, y de las ideologías más disolventes. Como bien dice el padre Pedro Trevijano, «los comunistas dejan a España sin turismo, a Cuba, sin azúcar, a Venezuela, sin petróleo, y a la Argentina sin carne». Sin carne, y sin pan; pero con un circo cruel que crece, y se multiplica.
Mons. Bufano fue un gran Obispo de San Justo, en el conurbano porteño; que murió repentinamente, en 1990, horas antes de un nuevo encuentro de la Conferencia Episcopal Argentina. Junto a Mons. José Francisco Marcón, y otros sacerdotes con celo por las almas, llevó a cabo una intensa labor evangelizadora, en esa popular zona de la provincia de Buenos Aires. Habitada, mayormente, por humildes trabajadores, como pastor atento a las necesidades de sus hijos, se preocupó Mons. Bufano en cuidar las fuentes de trabajo; y realizar, con sostenido empeño, una labor infatigable para atraer inversiones genuinas, e instalar distintas industrias. Al mismo tiempo, apasionado por la Pastoral Social, llevó a cabo un intenso apostolado, sin ideología, con dirigentes sindicales; a quienes formaba con la Doctrina Social de la Iglesia, y les devolvía el debido equilibrio cuando, arrebatados por posiciones extremas, ponían en serio peligro a trabajadores y empresarios. Su obra crece con el tiempo, más allá de los prejuicios, resentimientos y calumnias, que nunca faltan.
Diego Armando Maradona es, por cierto, muchísimo más famoso que Mons. Bufano. Pero, claro está, más allá de compartir su idéntica condición de bautizados no tiene en su biografía muchos más puntos de encuentro. Aclaro, de entrada, que no me mueve hacia Maradona --mucho menos, ahora, que está muerto- ninguna mala predisposición, ni desprecio. Como periodista televisivo, en los ’80, y ’90 del siglo pasado, tuve oportunidad de entrevistarlo varias veces, en distintas circunstancias. Lo admiré, claro está, como futbolero; y tuve la suerte de cubrir, incluso, su debut en nuestro querido Newell’s Old Boys, el 7 de Octubre de 1993. Ponderé, además, sus acciones solidarias, y de clara sensibilidad con los más pobres. Y, por cierto, también me sublevaron varios de sus desatinos, sus ofensas hacia la jerarquía eclesial, y sus múltiples escándalos de todo tipo. Aun así siempre traté de tender sobre él un manto de piedad; secuestrado como estaba de los vicios que eligió, y de nefastos entornos que se sirvieron de buena parte de sus bienes, y hasta de su propia libertad. Me hubiese gustado, como Sacerdote, haber tenido la posibilidad de asistirlo espiritualmente, en sus últimos tiempos; y haberlo preparado para el Cielo.
Más allá de las interpretaciones subjetivas sobre Maradona no es posible, por puro sentido común, compararlo con un sucesor de los Apóstoles; que, en tiempos bien difíciles para la Iglesia y la Patria, fue un firme y consecuente Obispo. ¿Merecía, entonces, la memoria de Mons. Bufano semejante humillación? ¿Es digna de sufrir esta nueva afrenta la Iglesia que peregrina en Argentina? ¿Aprenderemos, alguna vez, que la venganza, el revanchismo y el desprecio sutil o descarado hacia Jesucristo y su amadísima Iglesia, solo puede traernos más odios, más enfermedades y más muerte?
Podrá decirse que la moda de cambiar nombres de calles y sitios públicos también se da en otras partes del mundo; como en la querida Madre Patria, España, y su vergonzosa Ley de desMemoria Histórica o Democrática. Se podrá argumentar que esto no es casi nada en una sociedad iconoclasta; que aquí y allá, de un tiempo a esta parte, solo se ha empeñado en derribar cruces, arrancar símbolos religiosos de los espacios públicos, y hasta incendiar iglesias… Podrá presentarse, con rebuscada manipulación lingüística, casi hasta como nimio este remplazo de nombre, frente a la prohibición de misas, y del culto público, por presuntas razones sanitarias. Sea como fuese, asistimos a un nuevo y torpe, aunque no por ello menos previsible, acto supuestamente transgresor de una casta política decadente, que lejos de estar motivada por la fe y el patriotismo, solo es funcional al Nuevo desOrden Mundial anticristiano, antivida, antifamilia, y antipobres. Es, especialmente a los pobres, a quienes se degrada con medidas como estas. Porque busca ensalzarse el costado más bajo de quien salió, por cierto, de una villa miseria; pero que, lejos de dejarse conquistar por Cristo, terminó de rodillas ante los tres enemigos de nuestra alma: el mundo, el demonio y la carne. La droga, lo sabemos, golpea dramáticamente en todas las capas sociales; pero son los más desfavorecidos quienes más las sufren, y que más rápido terminan aniquilados por ellas…
Si querían rendirle un homenaje a Maradona, ¿no podrían haber puesto su nombre, por ejemplo, a un centro de recuperación de adictos?; ¿no se podría haber destinado una parte de su cuantiosa herencia a combatir la trágica pandemia de los alucinógenos?; ¿no se podría haber mostrado, con claro criterio pedagógico, los estragos que hacen las drogas, en quienes las consumen, y quienes los rodean? Obviamente, se volvió a elegir el camino más fácil, el más oportunista, el del aplauso fácil, y el de los rencores largos.
El llamado Camino de Cintura tiene 70 kilómetros, y está ubicado en el Gran Buenos Aires, entre San Isidro, y Florencio Varela. Es, en realidad, la Ruta Provincial 4; y tenía distintos nombres, según los distritos que atraviesa. En el tramo de La Matanza se llamaba «Monseñor Rodolfo Bufano». Ahora, en todo su recorrido, se llama «Diego Armando Maradona». Una vez más, la casta política argentina volvió a ser la patética expresión de un país encerrado en un callejón sin salida. Y que no será mejor, ciertamente, por un electoralista cambio de denominación de una ruta…
Dice Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida (Jn 14, 6). Si no volvemos de corazón a Él; si no buscamos cumplir los Diez Mandamientos; y si no nos dejamos sanar por los Sacramentos, que son un auténtico remedio para cada necesidad, seguiremos siendo como ovejas en el Abismo, con la Muerte como pastor (cf. Sal 49, 15). ¿Será posible, en estos días previos a las elecciones que se desagravie la memoria de Mons. Bufano, y se restablezca su nombre, en el sector del mencionado camino? Ciertamente, como en Caná, los milagros siempre existen. No vemos, de cualquier modo, por el momento, sirvientes dispuestos a cargar con agua las tinajas…
+ Padre Christian Viña
Cambaceres, jueves 7 de Octubre de 2021.
Fiesta de Nuestra Señora del Rosario.
En el 450º aniversario de la Batalla de Lepanto.-