China, con la obligación del hijo único, no es el único país donde se asesinan niños por nacer e infantes. El infanticidio era y es práctica corriente en muchas civilizaciones de ayer y hoy. Desde siempre el cristianismo es su más radical antítesis. Un libro y un artículo lo documentan.
«Mejor diez tumbas que un nacimiento más», predica un slogan de la campaña por el hijo único en China. Y ese es también el título original del libro con el que Harry Wu ha descrito y analizado la política antinatalista china, compuesta de esterilizaciones, abortos forzados, de infanticidios.
El libro apareció en Estados Unidos, donde Wu vive —exiliado de China— y preside la Laogai Research Foundation. Y ahora ha salido también en Italia, precisamente cuando el parlamento ha aprobado, el 15 de julio, una moción que comprometía al gobierno italiano a presentar a la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas una resolución contra el aborto como instrumento de control demográfico y para confirmar el derecho de toda mujer a no ser obligada a abortar.
En China la obligación del hijo único fue introducida en 1979. El balance que Wu saca de estos treinta años se expresa muy bien en el título de su libro en la versión italiana: «Matanza de inocentes».
Han hecho eco del libro en Italia sobre todo dos diarios: 'Avvenire', de propiedad de la conferencia episcopal, y 'Il Foglio', dirigido por Giuliano Ferrara, un intelectual no católico, muy comprometido en la defensa de la vida del niño por nacer y en promover una moratoria internacional contra el aborto.
El artículo que sigue apareció, precisamente, en 'Il Foglio' del 29 de julio de 2009. El autor toma varios puntos de partida del libro de Wu. Pero va más allá. Muestra que la matanza de los niños por nacer y de los infantes no es prerrogativa sólo de la China de las últimas décadas, sino que la acompañan muchas civilizaciones en el lapso de milenios. Existía en la antigua Roma pagana. Existía en la China de los siglos pasados. Existe en la India de hoy. La expansión misionera del cristianismo frecuentemente lo ha encontrado en su propio camino.
No sólo. Hoy, el aborto y el infanticidio vuelven a ganar terreno también en Occidente. Son moneda corriente del «nuevo mundo» propugnado por especialistas en bioética como Peter Singer. Asoman en leyes como la de la eutanasia para niños hasta los doce años en Holanda.
Los éxitos y los fracasos de la expansión del cristianismo frecuentemente tienen su revés precisamente en la práctica de esta matanza.
Sandro Magister
Tomado de Chiesa.expresso