En mi artículo anterior «La guerra contra los niños» decía que uno de los objetivos de los poderosos de este mundo, dicho a veces abiertamente, era reducir la población mundial por medio del aborto y las leyes antifamilia. Una de sus activistas más radicales y una de las fundadoras de Planned Parenthood, Margaret Sanger, ha llegado a afirmar que «lo más misericordioso que una familia numerosa puede hacer por uno de sus miembros más pequeños es matarlos». A este respecto recordemos simplemente que cuando en el Génesis, en su capítulo primero, se habla de la Creación, se va diciendo que es buena, pero cuando ya se crea al ser humano, pasa a ser muy buena. En la Escritura la mentalidad es que el hijo, el nuevo ser, es fundamentalmente una bendición de Dios. Dando vida, también se recibe vida, y salir de sí mismo y adherirse a la bendición de la Creación es esencialmente bueno para el hombre.
Sobre el número de hijos que debe tener un matrimonio la Constitución Pastoral «Gaudium et Spes» en su número 50, tras decirnos que los esposos deben actuar con responsabilidad humana y cristiana, con un juicio que, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente, se nos habla así de las familias numerosas: «Entre los cónyuges que cumplen de este modo la misión que Dios les ha confiado, son dignos de mención muy especial los que de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con magnanimidad una prole más numerosa para educarla dignamente».
Las relaciones entre hermanos tienen una riqueza especial: la riqueza de compartir en igualdad el amor de los padres. Incluso en la naturaleza, lo que hoy se llama el nicho ecológico, la inmensa mayoría de los animales crece entre hermanos. Es una enorme ventaja tener hermanos, y si alguno o algunos son del otro sexo, todavía mejor, porque así empiezo a adaptarme a una manera de ser diferente a la mía. El desarrollo normal de un niño se ve muy favorecido por la presencia junto a él de otros hermanos y hermanas.
.En las familias numerosas, si los padres se quieren y saben dar un testimonio de valores religiosos, morales, culturales, los niños se desarrollan en una ambiente lleno de vida y alegría, en el que es muy difícil surjan seres caprichosos. Recuerdo que un verano, en Santiago, confesé una familia francesa con diez hijos. Cuando llevaba ya cuatro o cinco, se me ocurrió preguntarles que qué opinaban sus compañeros que fuesen diez hermanos. Me contestaron diciéndome que al principio creían que era una broma, pero que cuando se daban cuenta que era verdad, algunos les compadecían porque heredaban la ropa de sus hermanos y no tenían dinero para sus caprichos, pero la mayoría les decía: «¡qué suerte tenéis!». Y es que, como dijo Benedicto XVI, «en el actual contexto social, los núcleos familiares con muchos hijos constituyen un testimonio de fe, de valentía y de optimismo, pues sin hijos no hay futuro». No nos olvidemos además que Dios no se deja ganar en generosidad.
Recuerdo que en cierta ocasión, dando una charla sobre sexualidad, alguien del público me preguntó que qué opinaba sobre las familias numerosas. Respondí que era el sexto hermano y que estaba muy contento de haber nacido.
En estas familias es muy importante el papel de los hermanos mayores, que son una gran ayuda tanto para los hermanos pequeños como para los padres, siendo para los pequeños confidentes y para los padres ayudantes. Desde muy pronto los hermanos mayores se acostumbran a asumir responsabilidades, y eso generalmente es bueno, porque les ayuda a ser más reflexivos y maduros. Es indudable que los hermanos son grandes educadores de sus hermanos, lo que no es nada malo para ellos ni para los pequeños, que reciben así influjos positivos por varios lados. Unos y otros aprenden así a ejercer los valores de fraternidad y solidaridad.
Pedro Trevijano