Cuando uno ve lo que está pasando no sólo a su alrededor, sino en el mundo entero, uno no puede por menos de preguntarse qué está pasando en nuestra Sociedad para que en ella tengan cabida las mayores aberraciones.
Sin ir más lejos este 11 de Diciembre podíamos leer en InfoCatólica los siguientes titulares: «La Corte Suprema de Estados Unidos respalda la política transgénero en el uso de baños y vestuarios escolares»; «La Fiscal General de Finlandia abre otra causa penal a una diputada por defender la enseñanza bíblica sobre la homosexualidad»; «Australia: el estado de Victoria pretende convertir en delito la oración por homosexuales y transexuales»; «La Cámara de Diputados vota a favor de la ley para despenalizar el aborto en Argentina».
Y es que, si nos fijamos bien, la ideología de género encadena los disparates científicos con las aberraciones morales. Empecemos por el aspecto científico. Para la ideología de género soy yo quien decide libremente si deseo ser varón o mujer, como si yo, varón, no tuviese el cromosoma Y y un aparato genital masculino, bien distinto del femenino, con lo cual no creemos tardemos mucho en que un médico le tenga que decir a una presunta paciente: «Señora, lo lamento, pero lo que Usted tiene es un cáncer de próstata». Ello es particularmente grave en el caso de los niños por lo que el Colegio de Pediatras de Estados Unidos dio a conocer una declaración, en la que urgen a «educadores y legisladores» a «rechazar todas las políticas que condicionen a los niños para aceptar como normal una vida de suplantación química o quirúrgica de su sexo por el sexo opuesto». «Son los hechos y no la ideología», afirman, «quienes determinan la realidad», esto es, que «la sexualidad es un rasgo biológico objetivo».
Creo que la tumba de la ideología de género va a estar en el deporte femenino. Martina Navratilova, la mejor tenista mundial durante varios años y lesbiana se opone rotundamente a que los transexuales participen en competiciones femeninas, pues afirma: «Las reglas sobre los atletas trans recompensan a los tramposos y castigan a los inocentes». En el caso español: ¿creen Ustedes que nuestra campeona olímpica Rut Beitia hubiese podido ganar la competición de salto de altura femenino, si en ella hubiesen estado atletas trans?
Pero creo que la medalla de oro en el campeonato de disparates lo tiene la legislación española. Admitimos el cambio de sexo incluso desde la niñez, la corrupción de menores a través de una educación afectivo sexual inspirada en la ideología de género, la no existencia de normas morales en cuestiones de sexualidad y el matrimonio homosexual. En cambio el matrimonio y la familia son instituciones no a fomentar, sino que deben ser combatidas, y para ello está el divorcio exprés. Pero lo peor de todo, que no se detiene nuestra legislación ni ante el crimen.
En efecto la hipócrita Ley del Aborto nos habla nada menos que cinco veces que «la vida prenatal es un bien jurídico merecedor de protección que el legislador debe hacer eficaz» , pero esto no vale nada ante el artículo 3 apartado 2 que dice: «Se reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida». El aborto, para la Iglesia Católica es un crimen horrible (cf. Concilio Vaticano II, «Gaudium et Spes» nº 51)
Y sobre la eutanasia he aquí lo que dice la Iglesia: «La Iglesia considera que debe reafirmar como enseñanza definitiva que la eutanasia es un crimen contra la vida humana porque, con tal acto, el hombre elige causar directamente la muerte de un ser humano inocente»... «Toda cooperación formal o material inmediata a tal acto es un pecado grave contra la vida humana: «Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata, en efecto, de una violación de la ley divina, de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la vida, de un atentado contra la humanidad». Por lo tanto, la eutanasia es un acto homicida que ningún fin puede legitimar y que no tolera ninguna forma de complicidad o colaboración, activa o pasiva. Aquellos que aprueban leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido se hacen, por lo tanto, cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo» (carta «Samaritanus Bonus» (V,1).
Ante esta situación la Conferencia Episcopal ha emitido una Nota en la que dice: «El Congreso de los Diputados está a punto de culminar la aprobación de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia. La tramitación se ha realizado de manera sospechosamente acelerada, en tiempo de pandemia y estado de alarma, sin escucha ni diálogo público. El hecho es especialmente grave, pues instaura una ruptura moral; un cambio en los fines del Estado: de defender la vida a ser responsable de la muerte infringida»… y «Por ello, convocamos a los católicos españoles a una Jornada de ayuno y oración el próximo miércoles 16 de diciembre, para pedir al Señor que inspire leyes que respeten y promuevan el cuidado de la vida humana», mientras el cardenal Cañizares recuerda que «Sabed todos, os lo recuerdo, que los diputados, cooperadores necesarios, que voten a favor de la ley de la eutanasia se sitúan contra la Ley de Dios que está por encima de toda ley humana, y al margen de la enseñanza de la Iglesia y de su fe, y aún de la recta razón».
Personalmente, a mí me impacta mucho ver la ligereza con la que algunos juegan con su salvación eterna.
Pedro Trevijano