A pesar de la crisis sanitaria del coronavirus y las graves dificultades económicas y sociales resultantes (recesión, quiebras y una previsible explosión del número de desempleados), el Presidente de la República Francesa ha decidido prolongar hasta el 31 de julio la sesión extraordinaria del Parlamento debido a la segunda lectura del proyecto de ley sobre bioética en la Asamblea Nacional. El Presidente de la República y el gobierno están, de esta forma, convirtiendo en prioridad absoluta la adopción de este texto, en contraste con la abrumadora mayoría de nuestros compatriotas de los que, en el contexto actual, el 71% creen que este proyecto de ley debería ser suspendido o retirado. Sólo el 1% considera que la reproducción asistida para mujeres solteras o parejas de lesbianas es una prioridad, según una encuesta llevada a cabo por una empresa especializada, entre el 12 y el 15 de junio de 2020, en una muestra representativa de 1005 personas.
Esta tendencia dice mucho sobre los supuestos ideológicos que parecen guiar la acción de las autoridades públicas, así como la influencia predominante dentro de la clase política y los círculos dirigentes de ciertos lobbies, aunque representen grupos ultraminoritarios.
¿Necesito recordar que poner a disposición tanto de mujeres solteras como de parejas lesbianas la reproducción médicamente asistida, sin que haya una justificación terapéutica de infertilidad, equivale a privar deliberadamente a los niños concebidos de esta forma de cualquier posibilidad de conocer a su padre y su filiación paterna, a pesar de la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño, ratificada por Francia, según la cual «todo niño tiene derecho, en tanto sea posible, a conocer y a ser cuidado por ambos padres» (art. 7-1)?
El borrador de la ley de bioética será examinado en sesión pública a partir del 27 de julio en la Asamblea Nacional, pero el trabajo de la «comisión especial de bioética» que acaba de ser completado ha empeorado notablemente el contenido del texto que la Asamblea Nacional había adoptado en su primera lectura en octubre de 2019 y que el Senado había reformulado ampliamente el pasado mes de febrero.
«Los aprendices de brujo» de esta comisión especial no dudaron ante cualquier transgresión, y de hecho han iniciado una serie de disposiciones que innegablemente conducirán a «una importante ruptura antropológica».
Por ejemplo, el «método ROPA» (recepción de ovocitos de la pareja), que consiste en fertilizar el ovocito de una mujer antes de reimplantarlo en el útero de su pareja, de forma que ambas puedan ser reconocidas como madres del mismo niño, podría legalizarse, al precio de una desintegración completa de la maternidad… A menos que esto sea una táctica para minimizar la gravedad de «la reproducción médicamente asistida sin un padre» a los ojos de los miembros de la Asamblea Nacional para ganar su apoyo más fácilmente.
El comité especial también intenta permitir la creación de embriones transgénicos, es decir, la modificación genética de embriones humanos, lo que probablemente pueda dar lugar, en un futuro cercano, al nacimiento de niños genéticamente modificados.
Los miembros del comité también tienen la intención de permitir la creación de embriones quiméricos humano-animales mediante la inserción de células madre humanas en embriones animales.
La ampliación del diagnóstico de pre-implantación (PGD), es decir, la exploración prenatal con vistas a la destrucción de los embriones que sean portadores de ciertas anomalías cromosómicas (tales como la trisomía 21) podrían permitirse, con propósitos abiertamente eugenésicos.
En la misma línea, el Comité especial de Bioética de la Asamblea Nacional permitiría la conservación de ovocitos (sin ninguna razón médica) para animar a las mujeres en edad de procrear a posponer sus planes de maternidad… mediante la reproducción asistida. Validaría la técnica del «bebé medicamento», que consiste en permitir el nacimiento de un embrión libre de anomalías para usar sus células para tratar a un hermano o a una hermana. Se votaría la abolición de la semana de reflexión previa a un «aborto terapéutico», que puede ser realizado hasta el momento del nacimiento. Finalmente, proveería el reconocimiento automático del estado civil de los niños nacidos en el extranjero de una madre de alquiler.
Bajo estas condiciones, ¿quién no temería tales manipulaciones de seres humanos, reducidos a ser un producto disponible para los deseos egoístas de una minoría privilegiada que tiene un gran peso en el mercado, o para ser usados en la investigación médica, mientras que al mismo tiempo proclaman estar desplegando tanta energía para salvar especies animales en nombre de la protección del medio ambiente? ¿Cómo podemos dejar de mostrar nuestra indignación ante lo que parece ser un paso forzado en medio de la lentitud del verano, cuando, después de la odisea del confinamiento, los franceses están buscando el descanso y una escapada de la vida cotidiana? Se debe incluso temer que la psicosis fomentada por los medios de comunicación y los políticos acerca de una hipotética segunda ola de la epidemia, que lleve a la implementación autoritaria de medidas desproporcionadas para luchar contra la pandemia sirva para distraer la atención de los ciudadanos de estas maniobras políticas. ¿Por qué el Primer Ministro, en su Discurso sobre Política General, dejó de mencionar el borrador de ley bioética, cuando está siendo tratado como una emergencia en la Asamblea Nacional? La conciencia de nuestros contemporáneos debe estar seguramente bastante adormecida para que ya no se pueda apreciar la seriedad de las transgresiones que son tan destructivas de la dignidad humana, particularmente de los más vulnerables. ¿Se nos permitirá ofender al Creador en su Plan de sabiduría y amor durante mucho tiempo aún?
En su encíclica Evangelium Vitae, sobre el valor y la inviolabilidad de la vida humana (25 de marzo de 1995), San Juan Pablo II escribió, comentando sobre la epístola de San Pablo a los Romanos.
«Lamentablemente, una gran parte de la sociedad actual se asemeja a la que Pablo describe en la Carta a los Romanos. Está formada «de hombres que aprisionan la verdad en la injusticia» (1, 18): habiendo renegado de Dios y creyendo poder construir la ciudad terrena sin necesidad de El, «se ofuscaron en sus razonamientos » de modo que «su insensato corazón se entenebreció» (1, 21); «jactándose de sabios se volvieron estúpidos» (1, 22), se hicieron autores de obras dignas de muerte y «no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen» (1, 32). Cuando la conciencia, este luminoso ojo del alma (cf. Mt 6, 22-23), llama «al mal bien y al bien mal» (Is 5, 20), camina ya hacia su degradación más inquietante y hacia la más tenebrosa ceguera moral.
Sin embargo, todos los condicionamientos y esfuerzos por imponer el silencio no logran sofocar la voz del Señor que resuena en la conciencia de cada hombre. De este íntimo santuario de la conciencia puede empezar un nuevo camino de amor, de acogida y de servicio a la vida humana» (n. 24).
No faltan hombres y mujeres de buena voluntad, cuya conciencia es recta, y cuyo testimonio a veces heróico, contribuirá al despertar de otras conciencias.
+ Marc Aillet, obispo de Bayona, Lescar y Oloron
.