A la misma hora que tenía lugar el Homenaje en una ceremonia civil de Estado por las víctimas del Covid estaba yo diciendo Misa y leyendo estas frases en el Evangelio: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros… porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mt 11,28-30). No puedo por menos de pensar la enorme fortuna que es tener fe, porque ello significa estar abiertos a la esperanza y creer que nuestra máxima aspiración «ser felices siempre» es realizable. Del autor sobre el que hice mi tesis, el filósofo francés Paul Ricoeur, recuerdo sobre todo una frase que dice: «lo específico del cristiano es la esperanza». Pero si no tienes fe, todo termina con la muerte y nuestras ansias de felicidad, inmortalidad y eternidad no pasan de ser una gigantesca y universal estafa.
Pero esta ausencia de fe y de esperanza tiene también otras consecuencias terribles. No sólo las que ya denunciaba el Concilio Vaticano II como prácticas infamantes y degradantes, como las que atentan contra la vida, es decir abortos, genocidios, eutanasia, suicidio deliberado o violan la dignidad humana (cf. GS nº 27) o aquellas otras como las señaladas por Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica «Sacramemtum Caritatis»: «la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables» (nº 83).
La ideología de género, basada en el relativismo y en el marxismo, ha logrado triunfar en nuestra Sociedad occidental, y en particular en España, hasta el punto que casi todas la Comunidades autónomas tienen su propia Ley, con frecuencia aprobada por unanimidad, siendo Vox y UPN los únicos Partidos con representación parlamentaria claramente discrepantes. Con ello se indica la escasa calidad de nuestra clase política, porque como leí en cierta ocasión: «En Política se puede hacer todo, menos el ridículo», y esto es lo que sucede con la ideología de género
En efecto lo que nuestros políticos defienden es que el ser humano puede escoger libremente su sexo, mientras que la Biología enseña que hasta en la última de mis células tengo un cromosoma Y si soy varón o dos cromosomas X si soy mujer; además lo que antes se llamaba corrupción de menores, pase a ser práctica recomendable. Como deçía en abril de 2014 el Papa Francisco «es preciso reafirmar el derecho de los niños a crecer en una familia, con un padre y una madre capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su madures afectiva… Con los niños y jóvenes no se puede experimentar, no son cobayas de laboratorio. Los horrores de la manipulación educativa que hemos vivido en las grandes dictaduras genocidas del siglo XX no han desaparecido; conservan su actualidad bajo ropajes diversos». En esta ideología se pone la sexualidad al servicio del placer y como los órganos sexuales los tenemos para algo, es decir para usarlos, se alienta no sólo la masturbación, sino también las relaciones sexuales de toda clase, también entre menores; el matrimonio pasa a ser una institución a combatir, porquese concibe al ser humano de un modo puramente individualista, sin la dimensión relacional que es parte suya y que necesita para llegar a ser él mismo. En esta concepción la lucha de clases propia del marxismo pasa a ser ahora lucha de sexos, siendo el varón el opresor y la mujer la oprimida. La relación entre los sexos no se basa en el amor, sino en la lucha permanente. La sexualidad es una relación de poder y el matrimonio es la institución de la que se ha servido el hombre para oprimir a la mujer. Este estilo de vida mira a la promoción de la homosexualidad, del lesbianismo y de todas las formas de sexualidad fuera del matrimonio. Las diferencias corpóreas, llamadas sexo, se minimizan, mientras la dimensión estrictamente cultural, llamada género, se subraya al máximo y se considera primaria.
Creo que la tumba de la ideología de género va a ser el deporte femenino. Cuando se den treinta o cuarenta casos de transexuales que se llevan los medallas en los deportes femeninos, las mujeres, hartas que les roben sus medallas, se plantarán y dirán que el varón es varón y la mujer, mujer, y si alguien pretende otra cosa, que lo pruebe, que su palabra no basta. Hoy por hoy los dos grandes obstáculos con los que se enfrenta la ideología de género son la Familia y la Iglesia. Ya Pío XI en su Encíclica contra los nazis dijo: «Sobre la fe en Dios, genuina y pura, se funda la moralidad del género humano. Todos los intentos de separar la doctrina del orden moral de la base granítica de la fe, para reconstruirla sobre la arena movediza de normas humanas, conducen, pronto o tarde, a los individuos y a las naciones a la decadencia moral. El necio que dice en su corazón: No hay Dios, se encamina a la corrupción moral (Sal 13[14],1). Y estos necios, que presumen separar la moral de la religión, constituyen hoy legión». Recordemos el durísimo juicio que la Sagrada ·Escritura hace de los actos homosexuales en la Carta de San Pablo a los Romanos 1,18-32 y las del propio Cristo sobre quienes son hijos del diablo en el evangelio de San Juan 8,31-47.
Pedro Trevijano