En estos días se intensifica nuestra preparación espiritual al nacimiento de Jesucristo. En la Misa del domingo que viene, la Palabra de Dios nos presenta a San José como ejemplo de la disposición que se ha de tener en la espera del Salvador. San José es el «varón justo» (Mt 1,19), el hombre temeroso de Dios, fiel a su Palabra y totalmente entregado a la voluntad del Señor.
Cuando la siempre Virgen María, que «estaba desposada con José» (Mt 1,18), le cuenta a él que será la Madre del Señor por obra y gracia del Espíritu Santo, San José decide alejarse. Toda persona que percibe de alguna manera el misterio de Dios tiende de inmediato a apartarse, porque se ve a sí mismo muy pecador en comparación con la santidad divina. Así le pasó al profeta Isaías: «¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito: que al rey el Señor de los ejércitos han visto mis ojos!» (Is 6,5) y también a Pedro: «Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (Lc 5,8). La respuesta del Señor es: «No temas» (Lc 5,10). Es verdad que todo hombre es indigno de estar en la presencia de Dios, pero Él elige a quien quiere para que se cumpla su designio de salvación.
Así se entiende lo que le dice el Ángel en sueños a San José: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque ciertamente lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo» (Mt 1,20). El Ángel le hace ver a San José que aunque es verdad lo que la Virgen le ha dicho respecto a que el Hijo es obra del Espíritu Santo, sin embargo Dios quiere que viva con Ella como su Esposo virginal.
¿Qué es lo que San José no debe «temer»? No es temer algún peligro. Sino que no debe temer acercarse a este gran milagro que manifiesta el poder y la santidad de Dios. No debe temer, porque es el Señor quien lo ha elegido para ser el casto esposo de María y el padre de Jesús, de un modo más eminente al modo como lo es un padre biológico. San José es verdadero padre del Niño Jesús, aunque no lo haya engendrado. Es el mejor de todos los padres de la tierra, porque es el hombre que ha tenido la más perfecta participación de la paternidad de Dios.
San José, al conocer la voluntad de Dios, obedece de inmediato: «Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1,24). El varón justo no duda en renunciar a sus propios proyectos, por muy buenos que sean, y se adhiere confiadamente al querer de Dios.
Pidamos a Dios, en estos días previos a Navidad, la gracia de esperar al Mesías con la fe, la esperanza y el amor de la Virgen y San José.
+ Francisco Javier Stegmeier
Obispo de Villarrica