Cuando de pequeñajos se nos atravesaba la comida, dándole vueltas y vueltas durante ratos eternos y nuestra madre nos decía «¡tragátelo ya!», entonces salíamos con una respuesta típica: es que se me hace bola. Igual les pasa a muchos personajes públicos, que se enredan y se enredan, creando al final una madeja de la que no pueden salir ni pasándola por el pasapuré. Esta anécdota infantil me vino a la mente ante las declaraciones a El Punt Avui del arzobispo electo de Tarragona, el cual quiere salir del follón de la estelada, contentando a todo el mundo, sin darse cuenta de que sus buenos propósitos se contradicen con el fondo de su conciencia.
Porque de estas declaraciones no es el lamento por la prisión de «unos políticos pacíficos», lo que me escandaliza más. Donde se hace la verdadera bola Planellas es cuando habla de las dos Cataluñas, esas a las que dice estar llamado a cohesionar. Porque esas dos Cataluñas de las que habla son la suya, la de origen, la Cataluña catalana y la otra, que ha venido de fuera y que recuerda con el ejemplo de aquellos oriundos de Beas de Segura que ocuparon «mig Roses» en los años 60 y 70. Él quiere ser el obispo de todos. Bien está. Pero es que esa distinción étnica, más bien etnicista, señor arzobispo electo no es exacta.
Cataluña -todavía- no está ulsterizada en dos comunidades, la catalana y la de la inmigración de los 60-70. Existen, existimos, señor arzobispo electo, infinidad de catalanes que nos sentimos españoles, que nos ha herido terriblemente ese proceso secesionista, que usted avaló con la estelada en el campanario de su iglesia y que consideramos que esos políticos «pacíficos», pretendieron dar un golpe de estado y deben ser juzgados de conformidad con la gravedad de sus delitos. No es una cuestión sentimental de Beas del Segura. Es una cuestión legal. Aparte de nuestros sentimientos, nos repele enormemente la burla de la ley, el atropello de los derechos más elementales de los que pensamos diferente y especialmente que se nos considere «un solo pueblo», por simples cuestiones de origen o apellidos. Aquel «ein wolk» de triste recuerdo. No es un tema étnico ni un tema de sentimientos. Es un tema legal y de mínimo respeto a las reglas de la democracia.
Pero es que la bola de Planellas volvió a reproducirse en otras declaraciones a La Vanguardia, con nuevo llamado al diálogo y nueva bola etnicista, que se ve que la inmigración de los 60 le dejó muy tocado. Aquí no habló de sus feligreses de Beas del Segura, pero sí de que «tenemos que valorar también el peso de la fuerte inmigración de los años 50 y 60 y que ha habido gente que también se ha sentido herida por cómo han ido las cosas». Nuevamente la dos Cataluñas marcadas por el origen y la incapacidad de comprender que existen catalanes de origen contrarios al procés. Esto no cabe en la cabeza del obispo electo: los catalanes de origen son independentistas y los procedentes de la inmigración contrarios.
Al final llevará razón Albert Boadella cuando decía que Planellas siempre le pareció un cura de pocas luces. Ya me pareció un poco sospechoso que no se sacase el doctorado hasta fregar los 50 años, con su meteórica carrera posterior. Un Planellas casi desconocido hasta 2004 fuera de Gerona y un Planellas rápidamente promocionado a partir de entonces hasta su sorprendente nombramiento como Primado de las Españas. Sus confusas declaraciones ameritan los pronósticos de Boadella. Ni estamos ante un gran teólogo ni parece que vayamos a tener un gran obispo. Antes de ser consagrado se le hace bola la comida y está a punto de atragantarse.
Oriol Trillas
Publicado originalmente en Germinans germinabit