El Domingo 11 de noviembre celebraremos el Congreso Eucarístico Diocesano. Este Congreso ha sido precedido por la peregrinación de Cristo Eucarístico durante varios meses por todas las Parroquias de la Diócesis y deberá prolongarse con una participación más numerosa e intensa de los fieles en la Eucaristía dominical.
El Congreso Eucarístico tiene como finalidad hacer crecer en los cristianos la fe en la presencia real, verdadera y sustancial de Jesucristo en la Eucaristía, recordar la necesidad de la comunión eucarística para tener vida eterna y confesar públicamente nuestra fe en el Sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. La realidad nos muestra que la mayoría de los católicos está muy lejos de vivir en conformidad con lo que enseña las Sagradas Escrituras y la Iglesia acerca de la Eucaristía.
En efecto, basta con constar la bajísima participación de los católicos en la Misa dominical para darnos cuenta de la poca importancia que se le da a la Eucaristía, que «contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua» (Catecismo 1324). Con toda razón el Papa Francisco nos ha criticado a los católicos chilenos haber sacado a Cristo del centro de la Iglesia y de la propia vida.
El Congreso Eucarístico tiene que hacernos caer en la cuenta de la significación de las palabras de Jesús respecto a la necesidad de comer su Carne y beber su Sangre para tener vida eterna: «En verdad, en verdad les digo: si no comen la Carne del Hijo del hombre, y no beben su Sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi Carne es verdadera comida y mi Sangre verdadera bebida. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí, y yo en él» (Jn 6, 53-56).
Pero junto con recordar la necesidad de la Eucaristía para nuestra propia salvación, Ella es necesaria para rendir el sacrificio ofrecido por Cristo en la cruz, el único culto grato al Padre. Cristo nos ha dicho: «Hagan esto en memoria mía» (1 Cor 11,24.25). «Cumplimos este mandato del Señor celebrando el memorial de su sacrificio. Al hacerlo, ofrecemos al Padre lo que Él mismo nos ha dado: los dones de su Creación, el pan y el vino, convertidos por el poder del Espíritu Santo y las palabras de Cristo, en el Cuerpo y la Sangre del mismo Cristo: así Cristo se hace real y misteriosamente presente» (Catecismo 1357).
+ Francisco Javier