Hace pocos días leía un artículo en el que su autor se quejaba del déficit que acumulamos en materia de educación y civismo, en lo que puedo estar de acuerdo, pero no en la conclusión final que decía: «Y pensar que cuatro integristas se cargaron la Educación para la Ciudadanía». Ya me gustaría que el articulista tuviera razón y que realmente en nuestro país nos hubiésemos cargado la Educación para la Ciudadanía, pero ésta y la ideología de género siguen más vivas que nunca, como lo prueba el que estos mismos días, concretamente el 14 de Enero, se haya publicado en el Boletín Oficial andaluz la «Ley para garantizar los derechos, la igualdad de trato y no discriminación de las personas LGTBI y sus familiares en Andalucía». Si a esto añadimos que sigue avanzando en el Parlamento español la «Proposición de Ley contra la discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género y características sexuales, y de igualdad social de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales» nos daremos cuenta que el problema no es que haya desaparecido, sino todo lo contrario, está más vivo que nunca.
Detrás de estas leyes están las ideologías laicistas, relativistas, de ideología de género, marxistas y nacionalsocialistas. A quien le parezca demasiado osada esta afirmación le ruego que me enseñe donde están las discrepancias entre los principios educativos nazis rechazados por Pío XI en su encíclica «·Mit brennender Sorge» y los principios relativistas y laicistas. Es cierto que éstos hablan de democracia, diálogo, tolerancia, respeto a las minorías pero a quienes se atrevan a discrepar les caen unos multazos impresionantes, como les sucede a los médicos que intentan ayudar a un homosexual a llegar a la heterosexualidad, aunque sea a petición de éste, o a los Colegios que intentan que se respete el ideario del Centro. Estamos ante el pensamiento único y políticamente correcto, y como además es lo científico lo que tiene que acomodarse a la ideología y no al revés, ya pueden decir los libros de Ciencias o de Medicina lo que quieran, que son obsoletos y anticuados. Hace pocos años se pensaba que sólo había dos sexos, varón y mujer, hoy ya debemos andar por los cien géneros.
En la Exposición de Motivos III de la futura Ley española leemos: «El 4 de Febrero de 2014, el Parlamento Europeo aprobó por amplia mayoría el informe Lunacek, una hoja de ruta para acabar con la discriminación por orientación sexual o identidad de género o sexual». Esta Lunacek es una conocida defensora de la pederastia (ver Internet). Confiarle a ella la educación sexual europea y española no me parece de recibo e indica lo bajo en que muchos han caído.
Y es que, tal vez por primera vez en la Historia de la Humanidad, hay una ideología que intenta destruir la familia, destruyendo los valores en los que se sustenta, incluso en lo que es puro sentido común. Para poder realizar esta subversión, es necesario iniciarla cuanto antes, ya en la escuela y cuanto antes mejor, a ser posible desde la más tierna infancia. Para conseguir este objetivo se establece que sea el Estado y no los padres quienes deben dar las pautas educativas, aunque ello vaya contra la Declaración de Derechos Humanos y la Constitución, que establecen que son los padres los que tienen derecho preferente a escoger qué tipo de educación habrá de darse a sus hijos.
Hablar de derechos humanos significa, ante todo, para nosotros los creyentes, proponer la centralidad de la dignidad de la persona, en cuanto que ha sido querida y creada por Dios a su imagen y semejanza, derechos que tienen su fundamento en la naturaleza humana. Sin embargo, actualmente están surgiendo presuntos y falsos nuevos derechos, en contraposición con los anteriores derechos humanos, por ejemplo, el aborto ha pasado de ser un crimen horrendo a derecho humano, o el derecho a ser asesinado por la eutanasia, incluso contra la voluntad del paciente, como nos indica lo que sucede en los países donde es legal, o la educación afectivo sexual de acuerdo con la ideología de género, aunque ello signifique la disparatada libre elección del sexo y los libros de Ciencias sigan hablando de órganos masculinos y femeninos, o enseñar a masturbarse y que la fornicación y la promiscuidad pasen a ser prácticas recomendables. No nos extrañe por tanto que empiece a haber padres, como señaló el Papa Francisco ya en el 2015, que cuando llegan los niños de la escuela les pregunten de qué les han hablado los profesores, por si tienen que hacer una contraenseñanza.
Y como la principal fuerza de oposición a estas barbaridades es la Iglesia Católica, se le combate por considerarla retrasada y se trata de aterrar a profesores y centros educativos con amenazas de durísimas sanciones, porque la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión, de opinión, de expresión, de enseñanza, no valen nada ante el rodillo totalitario de las leyes LGTBI.
Quiero terminar con una palabra de esperanza: espero que muchos padres no permitirán que delante de sus narices se corrompa a sus hijos, ni muchos homosexuales que no se les permita intentar salir de la homosexualidad, cuando cada vez hay más en todo el mundo que lo consiguen, o muchas mujeres que no van a permitir con los brazos cruzados que los hombres les roben sus medallas olímpicas. Y sobre todo Dios y el Bien son más fuertes que el Diablo y el Mal.
Cuando tenía este artículo escrito y a punto de mandarlo, me encuentro en InfoCatólica con el comunicado de los Obispos andaluces sobre la Ley de Ideología de Género aprobada por la Junta de Andalucía. Si esa Ley sale adelante se acabó la democracia en España. Es difícil cargarse más derechos humanos, los de verdad, los que están en la Declaración de 1948, en una sola Ley. O reaccionamos, o pasamos a ser un país totalitario.
Pedro Trevijano