Cuando sólo tenía escrito el título de este artículo, me encuentro en InfoCatólica con que el Congreso de nuestros diputados ha solicitado que se retire a «Hazte Oír» de las ONG de utilidad pública, por 205 votos a favor (PSOE, Ciudadanos y Podemos), 129 abstenciones (PP) y 1 voto en contra. Dado que considero que nuestros diputados y senadores son las personas menos libres de nuestro país, me gustaría saber quién es ese héroe que tiene personalidad propia.
Recuerdo que cuando era joven hablando con un amigo estudiante de Medicina me decía: «En Medicina lo primero que nos enseñan es: recordad que no hay enfermedades sino enfermos y que los enfermos son personas», a lo que le respondí: «a nosotros se nos dice: la Iglesia es Madre y tiene sentido común». Por cierto la palabra «madre» es una de las que quiere erradicar la ideología de género, así como «padre» sustituyéndolas por Progenitor A y Progenitor B. No puedo por menos de preguntarme cómo se ayuda al género humano tratando de suprimir dos de las palabras y realidades más bonitas de la existencia humana.
Como desde 1968 he enseñado Moral Sexual, es evidente que he tenido que explicar también Anatomía y Fisiología, aunque fuese a un nivel elemental. Cuando puse en libro los apuntes que daba el capítulo dedicado a Fisiología Sexual llevaba estos apartados: Biología del Sexo, Descripción del órgano masculino, El órgano femenino, Periodicidad femenina, Hipotálamo, hipófisis y cerebro.
Para la ideología de género toda la sexualidad está en el cerebro. Lo que yo pienso, eso es y así en mi vida puedo ser varón o mujer según decido y puedo cambiar de opinión y por tanto de género cuantas veces lo estime oportuno. Es una barbaridad, pero eso es lo que quieren enseñarnos nuestros ilustres pensantes.
Que el cerebro es muy importante, eso es verdad, pero no lo es todo. Lo explicaba así a mis alumnos:
«La hipófisis es una pequeña glándula endocrina situada en la cavidad craneal, debajo del cerebro, en la llamada silla turca. El hipotálamo y la hipófisis son el centro de mando para todas las glándulas del cuerpo, y en particular para las glándulas sexuales. Ambas no sólo producen varias hormonas, sino que podemos considerarlas y equipararlas a un cerebro electrónico que regula la vida sexual.
Pero no hemos de creer en modo alguno que en cuestiones de sexualidad y afectividad sólo los instintos y el corazón tienen algo que decir. La persona entera, pero sobre todo su cabeza e inteligencia, tienen el papel fundamental.
Sería desde luego falso deducir que la sexualidad humana es exclusivamente cosa de hormonas. Nuestra sexualidad tiene una dimensión moral porque quien tiene el mando supremo, quien tiene en su mano el centro de control clave de la sexualidad, es la mente humana, cuya sede es el cerebro. A éste confluyen todos los estímulos, y él decide aceptarlos, activarlos, o frenarlos y anularlos. No nos olvidemos que el don más grande que Dios nos ha dado es la cabeza, y lo propio de ella es pensar. Dominará así sus deseos y se sobrepondrá a sus instintos, si quiere. Pero también si está enfermo, afectado por preocupaciones, miedos u otros condicionamientos, puede inconscientemente bloquear toda la actividad sexual.
Por ello se ha dicho: «El órgano sexual principal del hombre es su cerebro, dicho de otro modo, su espíritu, que se expresa en estructuras de reflexión y amor» (P. Chauchard). Nuestro cerebro sexuado se va programando desde el nacimiento como un ordenador, mediante el influjo sobre él de las actitudes, información y educación transmitidos sobre él por padres, educadores, amigos y medios de comunicación, consistiendo la madurez y salud sexual en la integración y desarrollo armónico de todas las instancias en la totalidad sexuada de la persona. Es en el cerebro, es decir en la mente, donde se gana o se pierde radicalmente la batalla sexual. Piénsese en los múltiples y graves problemas predominantemente psicológicos de la impotencia, frigidez y otros complejos puestos a la luz por el psicoanálisis.
La mente es el órgano de la voluntad, que es la que nos hace personas responsables y libres. Para dominar la voluntad, es necesario poner atención y controlar lo que sucede en nuestro cerebro, siéndonos el conocimiento de nuestra sexualidad y de las funciones sexuales de gran ayuda para lograr este dominio, que supone nada menos que la conquista de nosotros mismos y nuestra realización personal».
Pero por mucho que me empeñe hay una realidad objetiva, que no puedo cambiar. Si tengo pene, cromosomas XY y próstata, soy varón y además no puedo quedarme embarazado. Pero si tengo vulva, cromosomas XX y matriz, soy mujer. Y si no fuese así, si tuviese razón la ideología de género, habría que cambiar muchísimas cosas en los libros de Ciencias y de Medicina y no entiendo como no les ha caído ya, por sus sensacionales descubrimientos, algunos premios Nobel en Medicina y Ciencias. Pero como de todos modos quiero ser políticamente correcto y que no me acusen de homofobia, pues ya defiendo ilegalidades como el pretender que un homosexual si él lo desea puede intentar salir de la homosexualidad, lo cual es negado con severas sanciones de más de 20.000 euros por la Ley Cifuentes, quisiera saber qué nombre tengo que dar a lo que hasta ahora llamaba órgano masculino, y también cuál es el actual de lo que hasta hace poco decíamos órgano femenino.
Termino con una pregunta: ¿es que nos hemos vuelto locos? La respuesta para mí es clara: Sí.
Pedro Trevijano, sacerdote