En mi artículo anterior, recordaba una frase del Papa Francisco en ls que decía: «educar a los niños en la ideología de género es una maldad». Ya en el 2012 decían nuestros Obispos en su documento «La verdad del amor humano»: «60. No se detiene, sin embargo, la estrategia en la introducción de dicha ideología en el ámbito legislativo. Se busca, sobre todo, impregnar de esa ideología el ámbito educativo. Porque el objetivo será completo cuando la sociedad –los miembros que la forman– vean como ‘normales’ los postulados que se proclaman. Eso solo se conseguirá si se educa en ella, ya desde la infancia, a las jóvenes generaciones. No extraña, por eso, que, con esa finalidad, se evite cualquier formación auténticamente moral sobre la sexualidad humana. Es decir, que en este campo se excluya la educación en las virtudes, la responsabilidad de los padres y los valores espirituales, y que el mal moral se circunscriba exclusivamente a la violencia sexual de uno contra otro».
La obsesión por la sexualidad de los niños es una constante del feminismo radical que defiende esta ideología. La masturbación y las relaciones sexuales de toda clase, también entre menores, para ellas son prácticas recomendables. La ideóloga Kate Millet escribió: «Uno de los derechos esenciales de los niños es el de expresarse a sí mismos sexualmente, probablemente entre ellos en un principio, pero también con adultos». Y cuando en mi artículo anterior acusé a la diputada austríaca Ulrike Lunacek de fomentar la pederastia, me quedé preocupado por si me había pasado y antes de enviarlo miré en Internet pata encontrarme con que en realidad me había quedado corto. Encontré esto: «En el 2013 Ulrike Lunacek ya quiso abrir las puertas de la Unión Europea a la pedofilia afirmando «la educación sexual debe ser proporcionada en un ambiente libre de tabús, seguro e interactivo entre alumnos y educadores«, una educación que habría de darse a los niños mayores de cuatro años, afirmación que además de vulnerar frontalmente el derecho de los padres a decidir la formación moral que desean para sus hijos, además fue interpretada como un intento de legitimar la pedofilia, práctica que ya había sido defendida por los Verdes en Alemania en los años 80». Ulrike es vicepresidenta del Parlamento europeo, o sea que no es una cualquiera. En pocas palabras, a los niños hay que corromperles, sea con la pedofilia, sea con la masturbación o con tener una sexualidad promiscua desde la más tierna infancia
El ser humano es una mezcla indisoluble de su biología y su cultura, pero la ideología de género elimina radicalmente las raíces biológicas de nuestro comportamiento, afirmando que el ser humano es neutro, no es ni hombre ni mujer, siendo la educación sexista y la imposición social la causa de nuestras diferencias. Pero la naturaleza es testaruda y desde la más tierna infancia, desde ya antes que la educación pueda influir en nosotros, reivindica sus derechos. Son los hechos y no la ideología, quienes determinan la realidad, esto es, que la sexualidad es un rasgo biológico objetivo.
Nuestros cromosomas, nuestras hormonas, nuestra morfología y hasta nuestros gustos son distintos en el varón y en la mujer. Lo que sí son iguales son nuestra dignidad y derechos, pero no somos idénticos sino complementarios. La ideología de género trata de imponer lo que para ellos debe ser, mientras nosotros defendemos la naturalidad, lo que es, y así vemos con toda normalidad que hay juguetes más adecuados para los chicos y otros para las chicas, dejándoles por supuesto jugar a lo que unos y otras más les gusta. Pero como las cosas no son como les gustaría a la ideología de género hay que ir a la raíz del problema, es decir, hay que destruir la familia, porque como la realidad nos enseña, es el lugar más adecuado para la procreación y educación de los hijos, y, junto con la Iglesia Católica, son las dos instituciones que más se oponen a la ideología de género, que resulta ser una mezcla indisoluble de maldad e idiotez.
No quiero terminar sin contar algo que personalmente me dejó estupefacto: le preguntaron a una mujer embarazada, «¿qué esperas, niño o niña? Respondió: «no lo sé, ya lo decidirá de mayor». Como suele decirse, sin comentarios.
Pedro Trevijano, sacerdote