Aunque hay todavía bastantes psiquiatras y psicólogos que afirman que no es posible salir de la homosexualidad, es evidente que contra el hecho no valen argumentos y que cada día hay más antiguos homosexuales que proclaman que han logrado llegar a la heterosexualidad. Es cierto que otros no lo consiguen y no hace mucho oí una conferencia a un homosexual, que tras su conversión cristiana había simplemente decidido vivir en castidad sin intentar llegar a la heterosexualidad. Pero ya desde una serie de años hay psiquiatras que afirman que han logrado llevar a sus pacientes a la heterosexualidad. Claro que contra esto, el lobby gay y los políticos de turno, tratan de evitarlo imponiendo el terror con serias multas a quienes traten de ayudar a personas, que por su propia petición, intentan lograr este objetivo. Por eso me ha alegrado leer el libro de Luca di Tolve, «Ero gay», un muy conocido gay italiano, que fue Mister Gay, hoy felizmente casado y que ha fundado una asociación, llamada Lot, para ayudar a los homosexuales a llegar. a la heterosexualidad, como él lo ha logrado. Una afirmación suya clave es ésta: «El mío no es un caso aislado. Conozco muchísimas personas con tendencia homosexual ya no deseada que, gracias a la ayuda psicológica, consiguen desarrollar su propio potencial heterosexual».
Él atribuye su éxito a la conjunción de dos cosas: su conversión al catolicismo y la psicoterapia: «si he llegado a ser lo que soy, si he recuperado mi identidad de género, es, porque, desde un cierto momento y después, razón y fe se han dado la mano para arrancarme de donde estaba. La ciencia ha ofrecido argumentos que me han enseñado a entender las causas originarias de mi malestar y la fe me ha mostrado, a través del perdón y dando un sentido a mi sufrimiento humano, una posibilidad de amor totalmente nueva».
La Biblia nos enseña: «creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó y los creó varón y mujer» (Gen 1,27). Y es que en la relación correcta varón y mujer se reproduce la relación de amor entre Dios y sus criaturas, que en su capacidad de quererse dan prueba del amor de quien los ha hecho, mientras que Gen 19,1-29, Rm 1,24-27 y 1 Tim 1,10) nos presentan las relaciones homosexuales como desviadas. La consecuencia es que, como «Dios es Amor» (1 Jn 4, 8 y 16), las relaciones homosexuales no se corresponden con el amor que viene de Dios. La psicoterapia ayuda, pero en la lucha para vencer las tentaciones y el demonio que está detrás necesitamos la ayuda de Dios que se nos concede en la oración, porque pretender controlar nuestras malas inclinaciones sin la oración equivale a pretender derrotar a seres sobrenaturales con sólo mis fuerzas naturales.
Luca di Tolve reconoce la ayuda que le ha dado el psicólogo clínico americano Nicolosi, quien sostiene la posibilidad de someterse a una terapia que tiene como fin recuperar la masculinidad no desarrollada. La persona homosexual puede recuperar aquello de lo que carece si logra ponerse en contacto con la identidad masculina que le es propia, nunca del todo perdida, porque permanece en estado latente. El sentido de pertenencia a la propia identidad sexual se resuelve sólo si la relación con el padre del mismo sexo o con la figura adulta de referencia, es íntegra y equilibrada. En tal caso el niño se siente aceptado y confirmado en su propia identidad. Pero si advierte el rechazo de su padre del mismo sexo o, peor aún, se ve herido por él, entonces no consigue aceptarse o reconocerse por lo que es.
El recorrido de recuperación de la identidad sexual supone algunos pasos obligados: en primer lugar es necesario remover la separación defensiva que le separa del padre de su sexo, curando psicológicamente las heridas recibidas reviviendo los sentimientos experimentados para elaborarlos y asimilarlos hasta el punto de llegar a perdonar al padre; después, recomponer las necesidades insatisfechas con la instauración de leales relaciones de amistad con personas del propio sexo, porque el verdadero problema no está en la incapacidad de ir con mujeres, sino en la ausencia de contactos sanos con personas del propio sexo, es decir, en la ausencia de amistades auténticas.
Luca di Tolva nos dice también que basándose en su caso y en otros muchos, la condición homosexual no conlleva la felicidad, por lo que reivindica que se le consienta en obrar libremente en ayuda de los que sienten necesidad de cambiar. Basándome en los hechos, afirmo, dice, que hay algunos que salen de la homosexualidad espontáneamente, mientras que otros, como fue su caso, han tenido necesidad de sostén espiritual y psicológico. En pleno respeto a las personas que quieren vivir en la homosexualidad, ejercito la opción de ayudar a los que sufren en su silencio.
Pedro Trevijano, sacerdote