Hoy se dará inicio al reparto gratuito de la Píldora del Día Siguiente (PDS) en los establecimientos de salud del Estado en el Perú. El hecho se ha vendido como un acto de justicia y equidad, porque en teoría es un producto de necesidad básica y demasiado caro para la mayoría de la población.
Lo cierto es que el precio promedio de una PDS en una farmacia en el Perú está alrededor de S/. 20. Este precio no es ni mucho menos alto si tenemos en cuenta que hay ampollas para la gripe que cuestan hasta más del doble. ¿No es un derecho librarte de la gripe? ¿Cómo puede ser que nos digan que existe injusticia social para con la píldora y no para con estas ampollas?
Por otro lado, la celeridad con la que el MINSA ha llevado a cabo la orden de un juez de primera instancia también es irrisoria. Existen hospitales que llevan años reclamando una y otra vez que no tienen material básico. En el hospital Honorio Delgado, por ejemplo, si deseas que te traten, te dan la lista de materiales que necesitan para atenderte. Si no los compras tú, no hay quien lo haga. Desde jeringuillas hasta guantes. ¡Guantes! ¡El hospital no tiene guantes pero sí PDS!
Además, es asombrosamente particular la demostración de obediencia de varias ministras del nuevo gabinete de PPK hacia la medida cautelar de este juececillo, que no es que lo ningunee, ¡sino que es un juez de entre otros más, de primera instancia! El MINSA, todo un ministerio del gobierno, poderosísimo, ¡se rinde a una medida cautelar que es contraria a la última decisión del Tribunal Constitucional! En el mismo juicio, el MINSA, al ser un ente público, debió defenderse con toda su maquinaria y, sin embargo, se limitó a afirmar que ellos habían propuesto hacía unos años el reparto gratuito y que el TC no se lo permitió. O sea, que se lavaron las manos y vinieron a estar de acuerdo con la demandante.
Junto con la situación judicial, supuestos grandes médicos y obstetras que se vanagloriaban de las siglas de Inppares y Promsex colgadas en su pecho, y una sarta de periodistas de esos que se mueven como las boyas del mar, según la corriente, comenzaron a hablar. Supuestamente habría una grandísima cantidad nueva de evidencia que demostraría que la PDS no es abortiva. Nueva evidencia que se resumía en la decisión de la OMS de afirmar que el embarazo comienza en la implantación (declaración anterior a la última decisión del TC) y una serie de estudios que, en comparación con los que los contradicen, no tienen peso científico alguno. Eso sin olvidar que, así la OMS diga lo que diga sobre el inicio del embarazo, nuestra Constitución dice en su primer artículo que “el concebido (¡Concebido!) es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece”.
Entonces empezaron las declaraciones por un medio y por otro. Estas tres ministras, con fingida expresión de justicia social, comenzaron a afirmar que no se opondrían a la sentencia del juez y que cómo podía ser que la salud sexual fuera algo reservado a la élite de clase alta. Sabiendo que una encuesta del mismo INEI afirmaba hace dos años que la mitad de las mujeres en el Perú había consumido al menos una vez la PDS y que, por lo tanto, no es nada reservado para nadie. Es decir, que un producto de consumo masivo (49,6% de las mujeres) es algo reservado a unos pocos y hay que repartirlo gratuitamente, mientras que si necesito hacerme un chequeo, tengo que comprar guantes. ¡Eso sí que es justicia y equidad!
La celeridad del caso, la ingente compra de pastillas sin haber realizado ningún concurso (como correspondería ante la compra masiva de un producto por parte del Estado), la rendición de todo un gabinete ministerial ante la sentencia cautelar de un juez de primera instancia, las falacias argumentativas más propias de un gobierno chavista que de un gabinete en teoría serio y tecnócrata, y la desinformación periodística y el abuso de los medios hace, cuanto menos, sospechar de que todo el baile está demasiado coordinado para ser genuino y espontáneo. Como reza el dicho, por la plata baila el mono, y ante un baile tan sincronizado, me asusta pensar cuál habrá sido el precio y por debajo de qué mesas se habrá movido.
Javier G.F.-Cuervo