Veni sancte spiritus!
I.
Venerados, queridos señores cardenales,
Queridos hermanos y hermanas,
Es una bendición tener a los tres Santos Reyes Magos aquí en Colonia. Sin ellos no tendríamos esta magnífica catedral, el santuario de las reliquias de los tres Reyes. Y debemos afirmarlo con la tradicional sobriedad de esta ciudad: sin ellos no se celebraría en el mundo entero esta preciosa fiesta de la Epifanía. Y, sin embargo, aún con la nobleza de esta catedral, aún con la maravilla de esta fiesta, los Santos Reyes Magos son una bendición para nosotros también por otros motivos.
No sabemos mucho de estas figuras misteriosas del oriente. Mateo los dibuja con unas pocas pinceladas y, a pesar de ello, podemos vislumbrar que se trata de personas – de personalidades – que nos sirven hoy como modelo y ejemplo, que nos muestran cómo y por dónde va el camino. Por ello me gustaría entrar con ustedes un poco en la historia de estos tres Santos Reyes Magos. Tres palabras clave de esta historia nos ayudarán a ello: la estrella, el niño, el camino.
II.
1. La estrella
Los Reyes Magos no pertenecían al pueblo de Israel. No esperaban al Mesías. Toda la historia y profecía de la antigua alianza les era seguramente ajena. Ellos investigaban, buscaban el sentido y las conexiones entre el mundo y el cosmos, y lo buscaban en las estrellas. Pero en esta búsqueda estaban abiertos a lo nuevo. Y, así, se aventuraron al mensaje de la estrella y encontraron al Hijo de Dios. Aquí hay dos testimonios para nosotros, queridos hermanos y hermanas:
a) Dios se abre un camino hacia los hombres: para ello no necesita un entorno católico, ni estructuras eclesiales. Se abre paso sin organizaciones o instituciones católicas, incluso sin conceptos pedagógico-religiosos. Por muy importantes que sean todas estas cosas, Dios es más fuerte e inicia un camino hacia el hombre. Cada persona posee la capacidad de abrirse sinceramente a Dios, es «capaz de Dios», como nos dice el catecismo. Todos tenemos una posibilidad de descubrir a Dios. Dios se abre paso, se abre un camino.
Queridos hermanos y hermanas, ¿creemos todavía en esto? ¿Creemos que tenemos un mensaje que no es ajeno al hombre, que no lo aliena, sino que, introducido en él por Dios, lo lleva al pleno desarrollo, aún cuando se encuentre todavía oculto? ¿O es que estamos recomidos por el moho de la resignación, como dice el Papa Francisco? ¿Creemos finalmente que este mensaje no vale para el hombre de hoy? De esta forma esquivamos el mensaje. Lo silenciamos. Nos volvemos pusilánimes. Hace ya más de 20 años que hablamos de la «espiral del silencio» y, en gran medida, se ha convertido en realidad.
Los Reyes Magos, los Sabios de Oriente, vienen a decirnos: ¡Dios se abre un camino! Y la misión no quiere decir encasquetarles a las personas algo que no les pertenece. Misión es ayudar a los hombres a abrir su corazón a la verdad, a una verdad que es más grande que todos nosotros juntos. La Iglesia Católica en Francia lo formula así: «proposer la foi». Se trata de ofrecer la fe, de presentar la fe, para que los hombres la puedan conocer. ¡No ocultemos nuestra fe!
Hay algo más que resulta evidente de la estrella de Belén:
b) Dios se sirve de una estrella para mostrar el Hijo de Dios a los Sabios de Oriente. Y hoy se sirve de nosotros. Se sirve de usted y de mí. Queridos hermanos y hermanas, el Papa Francisco dice: «no es que tengas una misión, sino que eres una misión». Somos para el otro la estrella que lleva a Belén, a Cristo. La gente muchas veces no tiene a nadie más, no tienen un libro donde leer el mensaje, sólo nuestra vida. Por ello lo que importa es intentar con valentía ser esa estrella para los demás, la guía hacia Belén.
2. El niño
«… vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron» (Mt 2, 11). En otra traducción se dice: «le veneraron». Esta expresión es muy débil. Aquí se trata de adoración. Los tres Reyes magos han comprendido lo que incluso los apóstoles entendieron solamente muy poco a poco. El niño no es sólo un niño, sino que es a la vez Dios. Es Dios hecho hombre. Se postraron ante el niño y sólo ante el niño. No se postraron ante el poder de Herodes, sino que lo evitaron y se volvieron a su reino por otro camino. No se postraron ante sus riquezas, sino que las convirtieron en regalo para el Niño Dios. Y no se postraron ante su propia comodidad, sino que se pusieron en camino hacia el Niño Dios, un camino difícil.
¡Quien se arrodilla ante el niño no se arrodilla ante los poderosos! ¡Quien se arrodilla ante el niño no se pliega ante las riquezas y sus tentaciones! ¡Quien se arrodilla ante el niño no se empeña en su propio egoísmo!
«Y postrándose, le adoraron». ¿Y nosotros? Queridos hermanos y hermanas, me aflige un poco cuando de vez en cuando – desgraciadamente, cada vez más a menudo – veo que en las parroquias el arrodillarse está pasado de moda. Y la nueva moda no se detiene ni ante los que tienen responsabilidades principales dentro de la parroquia. Un hermano belga que, desde hace décadas, trabaja en nuestro obispado, me decía: «al eliminar en mi país los reclinatorios fue cuando comenzó de veras la crisis».
Queridos hermanos y hermanas. Sólo por el hecho de arrodillarnos no vamos a solucionar ninguna crisis, pero sin arrodillarnos no se solucionará ninguna crisis. Los Reyes nos muestran en qué consiste. Se trata de caer postrados ante el niño para que no caigamos doblados ante todos los miedos y las aflicciones, ante todo aquello que nos atormenta y nos oprime. Se trata de encontrar en él apoyo y fuerza para poder emprender las cosas que hacen falta.
Preguntémonos: ¿nos arrodillamos? ¿Lo hacemos regularmente? ¿O se nos olvida? Ni tan siquiera los presbíteros y los obispos son inmunes a esto. Es muy fácil predicar acerca del arrodillarse, de la piedad, de la adoración. Y sin embargo, en medio de la actividad diaria, es muy grande la tentación de pasar de largo del portal de Belén. ¡No dejemos pasar de largo a Cristo! Postrémonos ante él, porque él es la fuente de todo lo nuevo, la fuente de la fe, la fuente de la consolación, la fuente de la fidelidad.
3. El camino (de vuelta)
«… se retiraron a su país por otro camino» (Mt 2, 12). El encuentro con el niño en el portal ha transformado a los tres. Ya no son los mismos. Y ese otro camino no es sólo geográficamente, sino también en su biografía, otro camino. ¿Cómo siguió su historia? No lo sabemos. Se fueron a casa. Se preguntaron qué traerá el futuro, pero seguro que no lo sabían.
Hay una leyenda de Juan de Hildesheim, la «Leyenda de los Santos Tres Reyes», del siglo XIV. Contiene un montón de elementos fantásticos y fabulosos, pero también es depósito de antiguas tradiciones. Y según una de esas antiguas tradiciones, los Reyes habrían esperado durante mucho tiempo noticias sobre qué había sido de aquel niño, tal como el anciano Simeón. Y décadas después de aquella experiencia en Belén, llegó el apóstol Tomás de camino hacia la India y les predicó el Evangelio. Lo oyeron y comprendieron: sí, éste es aquél al que fuimos a ver entonces. El mismo que fue crucificado y ha resucitado. Según cuenta la leyenda, Santo Tomás llega incluso a ordenarles obispos. Por cierto que esto está representado aquí en nuestro coro. Los sabios se aventuraron a un nuevo camino sin saber por dónde seguía.
En el día de Año Nuevo se difundieron por televisión numerosos buenos deseos por parte de famosos. Uno de ellos, una persona muy amable, dijo: «les deseo que todos sus sueños se conviertan en realidad». Queridos hermanos y hermanas: ¿es esto realmente tan deseable?¿Son nuestros deseos siempre tan buenos, tan limpios, tan puros, que merecen hacerse realidad?¿No podríamos, con nuestros planes, alterar el camino de Dios y, con ello, jugar a ser dueños del destino?¿No es mucho más importante estar abiertos a lo que nos trae el Señor en la seguridad de que el año 2016 y cada uno de sus instantes reposa en las manos de Dios y que Él nos ayuda a superar las dificultades que nos esperan? Los tres Reyes Magos afrontaron el futuro, según la tradición, con esta confianza.
Y lo que es válido para nosotros vale naturalmente también para la Iglesia de Colonia, para nuestra archidiócesis. Hay pocos fieles y pocos presbíteros, aunque hoy pueda dar otra impresión. Cada vez somos menos y algunas cosas van a cambiar. Las estructuras van a cambiar. Tendremos que acostumbrarnos a ir por nuevos caminos. Pero, queridos hermanos y hermanas, no caigamos en la tentación de imponer por la fuerza el que todo permanezca como antaño. Abandonémonos más bien al camino que el Señor nos indica. Los tres reyes Magos entraron en el futuro con la confianza en el niño de Belén. No abandonemos a este niño, él permanece con nosotros en cada paso y en cada momento. Entremos con franqueza y con valentía en el futuro y aventurémonos por nuevos caminos, caminos que solamente con Cristo nos llevarán al futuro. Él es el único que nos guarda y nos protege de las equivocaciones. ¡Caminemos con confianza por el camino de nuestra vida y de nuestra fe!
III.
Queridos hermanos y hermanas, es una bendición tener a los tres Santos Reyes Magos en nuestra catedral. La estrella nos hace patente que Dios busca a los hombres. El niño nos invita a postrarnos ante él para que no nos dobleguemos ante nosotros mismos y ante las fuerzas que nos quieren acosar. El camino, y el retorno, nos enseñan que con Cristo estaremos siempre en el camino bueno y correcto. Él nos da un motivo para la alegría y para la confianza.
La Leyenda de los Santos Tres Reyes de Juan de Hildesheim, del siglo XIV, termina con una llamada a los coloneses. Es decir, una llamada a todos nosotros. Con esta llamada quiero terminar:
«Ciudadanos de Colonia:
¡Guardad por voluntad de Dios
los Santos Reyes
como depositarios del mandamiento divino!
¡Alégrate, feliz Colonia! ¡Cuanto más eres amada en el mundo entero por obra de tus Santos, con mayor fuerza debes honrar y respetar a Dios y a sus siervos, cada vez con mayor intimidad para gloria y alabanza de Dios y todos sus Santos, para que alcances la Gracia en el día del juicio!»
Amen
+Dominikus Schwaderlapp
Obispo auxiliar de Colonia
Homilía con ocasión de la festividad de la Epifanía del Señor Catedral de Colonia, día 6 de Enero de 2016