En su última visita a Hispanoamérica, el papa Francisco I se creyó obligado a pedir perdón por los supuestos crímenes que cometieron otras personas hace siglos, en la línea comenzada por Juan Pablo II,
Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue San Juan Pablo II: Pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América.
Cada vez más en Occidente se impone el sentimiento, la lágrima y el gemido por encima del conocimiento, el dato o la realidad. De la misma manera, se rompe la continuidad histórica, porque se pretende que el hombre actual, rebosante de incultura y soberbia, es mejor que sus predecesores y puede comprender y juzgar los actos y las almas de éstos.
Ambos papas colaboran en los planes de quienes quieren convertir el descubrimiento, la conquista y la colonización del Nuevo Mundo en un genocidio capitalista. En muchos casos, estos manipuladores son vástagos del comunismo, la ideología que en un siglo escaso ha matado más de cien millones de personas. La prueba de lo que decimos la tuvo el papa argentino cuando Evo Morales le regaló un Cristo crucificado en una hoz y un martillo.
¿Pero qué debe América a los españoles, fuesen militares, jueces, misioneros o reyes, obispos o comerciantes?
La primera respuesta es una religión que eliminó los sacrificios humanos, no establece diferencias sociales (premia o castiga a todos por igual) y da dominio sobre la naturaleza. La segunda, un idioma común. La tercera, la inclusión en la historia universal. La cuarta, la ciencia. Y la quinta, la imposición de la paz en un amplio espacio que, a partir de la independencia, se dividió y dio lugar a numerosas guerras.
Quizás, de acuerdo con el signo de la época, tengamos que enumerar beneficios materiales y no espirituales, como que la primera baja maternal de la historia aparece en las Leyes de Burgos, de 1512.
Pocos días antes de que el Papa viajara a Sudamérica, la Unesco declaró como Patrimonio de la Humanidad el Acueducto del Padre Tembleque, la obra de ingeniería hidráulica más importante construida en la Nueva España con la finalidad de llevar agua de Otumba a Zempoala para beneficio de los indígenas. Tiene 48 kilómetros de largo y una sección de arquería en la que el punto más alto se acerca a los 39 metros: la mayor arcada de un solo nivel construida en todos los tiempos para una obra de esta clase. Se levantó en el siglo XVI, a instancias del padre franciscano Francisco de Tembleque, nacido en Toledo, y mezcló los conocimientos hidráulicos europeos con la construcción tradicional mesoamericana en adobe.
La primera universidad americana, la Santo Tomás de Aquino, se erigió en la isla de La Española (1537-1558). A finales del siglo XVIII, había 26 centros universitarios en los virreinatos españoles, que impartían Filosofía, Teología, Leyes, Medicina, Botánica, Matemáticas, Física y lenguas indígenas. En las colonias inglesas de Norteamérica, el primer centro universitario fue Harvard, fundado en 1636, un siglo después del primero española.
La imprenta se llevó a América para colaborar en la evangelización de los indios. El primer libro se publicó en México en 1536. Una Real Cédula de 1558 declaró libre el oficio de impresor en la capital de la Nueva España, por lo que surgieron otras imprentas. Se calcula que en la Nueva España se publicaron durante el imperio 11.642 títulos. En 1593, se estableció una imprenta en Manila, otra en Puebla de los Ángeles en 1640, en Guatemala en 1641…La primera imprenta en las colonias inglesas la llevó Stephan Daye a Massachussets en 1638.
Gracias a la imprenta, sobrevivieron las lenguas indígenas, ya que se publicaban gramáticas y diccionarios para que los misioneros las aprendiesen y predicasen en ellas. La evangelización fomentó la expansión de las lenguas generales (quechua, aymara, guaraní…) en perjuicio de las menos habladas.
El primer hospital se estableció en 1502 en La Española y lo dirigió una mujer negra. De acuerdo con las órdenes de los Reyes Católicos, el gobernador Nicolás de Ovando lo sustituyó en 1503 por otro llamado San Nicolás de Bari y atendido por una cofradía de laicos. Hernán Cortés fundó el primero en México en 1524 y Francisco Pizarro otro en Lima en 1538. Y esto cuando en muchos países europeos que habían suprimido las órdenes religiosas y los conventos por la reforma protestante la atención sanitaria era inexistente para los pobres.
Rafael Altamira (La huella de España en América) cuenta que, después de «la llamada conquista de América», los españoles introdujeron unas 170 especies vegetales, así como el caballo, la gallina, el burro, el mulo, la vaca, el buey, la oveja, el cerdo… Igualmente, se trasladaron a Europa alimentos como la patata, el maíz, el tomate, el aguacate…
El historiador mexicano José Vasconcelos pidió un monumento al burro porque liberó a «los indios destinados al oficio de bestias de carga; esclavos que sustituían al burro» y que estaban sometidos a los caciques.
Y basta pasear por los pueblos y ciudades de México a Chile para comprobar que el genocidio de los indígenas es mentira.
Concluyo con el parecer del historiador Charles Fletcher Lummis.
En todas partes el propósito de los españoles fue el de levantar, cristianizar y civilizar a los indígenas salvajes, hasta hacerle útiles ciudadanos de la nueva nación en vez de arrojarlos de la faz de la tierra como se ha hecho generalmente en algunas conquistas europeas. Ahora y entonces hubo errores y crímenes individuales, pero el gran principio de humanidad y cordura señala en conjunto el amplio camino de España, un camino que atrae la admiración de todo hombre.